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La vida monástica hoy

125

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“Toda la Vida como Liturgia”

124

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Los Capítulos Generales Cistercienses
(OCSO y OCist, Septiembre y Octubre 2022)

123

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Vida Monástica y Sinodalidad

122

Bulletin

La gestión de la Casa Común

121

Bulletin

Fratelli tutti,
la fraternidad en la vida monástica

Los Capítulos Generales Cistercienses
(OCSO y OCist, Septiembre y Octubre 2022)

Boletín No. 124 - 2023

Contenido

Editorial

Dom Jean-Pierre Longeat, OSB, Presidente de AIM


Lectio divina

Lucas 17, 11-16

Dom Mauro-Giuseppe Lepori, Abad General de la OCist


Perspectivas

• Discurso en la Apertura de la Segunda

Sesión del Capítulo General de la OCSO

Dom Bernardus Peeters, Abad General


• Discurso del Papa Francisco a los miembros

del Capítulo General de la OCSO


• Lo que es más vivificante en la Orden hoy.

Hna. Ainzane, OCSO


• Apertura del Capítulo General de la OCist

Dom Mauro-Giuseppe Lepori, Abad General de la OCist


Meditación

El Carácter ejemplar de la Vida Monástica

Papa Benedicto XVI


Cuestiones de actualidad

La Prevención del Abuso en las Comunidades Femeninas

Isabelle Jonveaux, socióloga


Testigos

La Gracia de Hacer una Fundación y la Experiencia del Retorno

Dom Robert Igo, OSB


Grandes figuras de la vida monástica

• Hna. Josephine Mary Miller

Hna. Marie-Paule, OCBE


• Beato Dom Columba Marmion

P. Réginald-Ferdinand Poswick, OSB


Historia y patrimonio

El Monasterio de Tautra

Hna. Hanne-Marie Berentzen, OCSO


Meditación

Homilía en la Memoria de San Elredo

Dom Henry Wansbrough, OSB


Noticias

• Reporte de la Sesión de Ananías

Borrador de las crónicas de la sesión


• DIMMID

P. William Skudlarek, OSB


• La Asociación AMTM

Secretaría de AIM


• Algunos Proyectos Financiados por AIM

Secretaría de AIM

Sommaire

Editorial

La Familia benedictina ha sido enriquecida por tres elementos que se manifiestan en muchas facetas: La Confederación Benedictina, con sus 80 Congregaciones, masculinas y femeninas; la Orden Cisterciense (OCist) que comprende varias Congregaciones; y la Orden Trapense (OCSO). Como toda familia religiosa estos tres elementos tienen sus reuniones generales, el Congreso de Abades y el Simposio de la CBI en primer lugar y los Capítulos Generales de las dos Órdenes. Estos son momentos importantes cuando todos los superiores a sus delegados de la región o de las comunidades se reúnen para tener un tiempo de intenso compartir.

En el otoño pasado, después de los reportes necesarios debido a las restricciones, se realizó el Capítulo General de las dos Órdenes cistercienses. Este número del Boletín nos da un eco de sus reflexiones, proyectos y perspectivas.

Hemos invitado a una socióloga para que nos hable sobre los abusos en la vida religiosa femenina, tema que, pese a haber sido denunciado hace mucho tiempo, no se le ha prestado la suficiente atención. Quizás esta contribución atraiga muchos comentarios y esperamos que estas voces se expresen libremente. En AIM deseamos prestar atención a estas voces y en la medida de lo posible acompañar las medidas adoptadas para solucionar tales comportamientos.

El P. Robert Igo nos comparte su experiencia de ser elegido Abad de Ampleforth, después de permanecer muchos años en su fundación en Zimbabue, en un contexto muy diferente del de África. El abad Robert saca muchas lecciones de esta re-conversión que serán muy útiles para nosotros.

En Grandes Figuras de la Vida Monástica evaluamos el gran ejemplo del Beato Columba Marmion, quien, desde su beatificación se ha convertido en una figura muy importante en la Iglesia y en el monacato. En el mismo sentido, madre Josephine Mary Miller, ex Priora General de las Bernardinas de Esquermes, y miembro del Consejo y del Comité de AIM con muchos años de servicio, se le reconoce como una gran figura que dio su vida entera al servicio del evangelio y de la vida monástica.

También hemos intentado destacar la gran historia y la notable arquitectura del monasterio de Tautra en Noruega. Finalmente damos algunas noticias del DIMMID, la sesión de formación Ananías y de muchos otros proyectos financiados por AIM. Ojalá todas estas propuestas nos lleven adelante en nuestro camino.

Dom Jean-Pierre Longeat, OSB

Presidente de AIM

Articulos

La Vida Cenobítica y Balance de Comunidades

1

Dom Jean-Pierre Longeat, OSB Presidente de AIM


La Vida Cenobítica

y Balance de Comunidades



Una de la principales características de nuestro estilo de vida es la naturaleza de la vida cenobítica. Vivimos en comunidad y juntos damos testimonio de la realidad del Cuerpo de Cristo. Hay algo profundamente misterioso en esto, incluso si el hombre es un animal social, debemos reconocer que la vida en común no es automáticamente fácil. San Benito le concede una gran importancia a este problema.

Cenobitas son los que viven en común en un monasterio y militan bajo la guía de una Regla y un Abad. Son formados por un largo periodo de prueba en el monasterio. Aprenden a luchar contra el demonio, gracias a la ayuda de muchos hermanos. Se parecen a un ejército de hermanos. En su comportamiento se ven libres de costumbres mundanas. Se encierran no en sus propios apriscos sino en los del Señor. Su ley no es la satisfacción de sus deseos (RB 1).

Viven en un vínculo estable con su comunidad y normalmente dentro del mismo monasterio. Esto nos proporciona un retrato preliminar del esfuerzo cenobítico de acuerdo con san Benito en el primer capítulo de su Regla.

Al comienzo de su Regla, san Benito se centra en la conversión personal. La comunidad es uno de los medios de esta conversión para experimentar el camino de la caridad.

Pero, a lo largo de la Regla, especialmente hacia el final, hay una apertura a la dimensión específica de la comunidad como un bien en sí mismo. Si esta dimensión comunitaria es tan importante debemos tratar de proporcionar algunos medios para avanzar y sobre todo alcanzar el difícil balance de vida que permite a cada individuo alcanzar una posición adecuada según su personalidad.


Funciones y Personas

En cada comunidad el abad tiene un papel que es casi imposible de cumplir. Es el vicario de Cristo. Eso significa que debe señalar continuamente al verdadero padre, Cristo, que se entrega como Palabra de Dios por su enseñanza y su ejemplo. Lo mismo puede decirse de quienes ejercen otras responsabilidades en la comunidad. Una de las dificultades de nuestra vida comunitaria es unir la función que desempeña un individuo y la forma en la que ese individuo se comporta. Esto es tan cierto que alguien que no tiene tal oficio puede tener un complejo al respecto o experimentar verdaderos celos, consciente o inconscientemente. Es como si tal persona no existiera a los ojos de los demás, tan grande es la tentación de pensar que uno es percibido únicamente por la grandeza del cargo que ocupa.

Pero también existe la tentación inversa, a saber, primero vivir la propia vida y ejercer la responsabilidad sólo como algo añadido. Esta es la mejor manera de atribuirse un poder demasiado subjetivo como forma de seducción. Es una gran ilusión presentar la interrelación personal entre el abad y la comunidad en este registro.

Me parece importante que una de las principales cualidades de los oficiales del monasterio sea la honestidad al asumir una responsabilidad sin, por supuesto, negar lo que uno es, pero poniéndola al servicio de lo que tiene que hacer. En la práctica, el abad debe ser un recordatorio constante de Cristo. Por esta honestidad puede existir según su propia personalidad, que le ha sido dada por el Señor, sin una concentración demasiado grande de todo tipo de comentarios que inevitablemente se refieren a su conducta y a su actividad.

De esta forma se puede evitar un desequilibrio entre las aspiraciones personales del monje a cargo y las aspiraciones legítimas de los demás miembros de la comunidad, ya que todos están llamados a ponerse genuinamente al servicio de los demás, sin esconderse tras su personalidad oficial o proponiéndose imponiendo su postura personal.

Queda por definir qué se entiende por honestidad. San Benito describe varios aspectos: fomentar una doble enseñanza con acciones más que con palabras. En otro lugar San Benito dice que el abad debe ser el primero en aplicar la Regla en su totalidad. Debe ser casto, sobrio, misericordioso; siempre tendrá ante sus ojos su propia debilidad y no quebrará la caña hendida. No debe ser turbulento o inquieto. No debe ser excesivo ni obstinado, ni celoso ni desconfiado.

Así tal vez podrá evitar la aceptación de personalidades, amando a unos más que a otros, prefiriendo un hombre libre a uno que viene de la esclavitud – u otras categorías sociales o culturales, porque, esclavos o libres, todos somos uno en Cristo y llevamos las mismas armas al servicio del mismo Señor. Dará testimonio de la misma caridad hacia todos. Considerará cuán difícil y laborioso es el encargo de dirigir almas, y se adaptará al carácter de todos en las tareas que distribuya. Se comportará con discernimiento y moderación, y recordará la discreción del santo patriarca Jacob, quien dijo: “Si fatigo a mi rebaño apresurándolo demasiado, todos perecerán en un día” (RB 64).

Esta honestidad de vida es una tarea difícil, pero es la clave para una existencia libre según la voluntad de Dios. Si alguna vez como abad encuentro dificultad para experimentar tal libertad de vida, la causa principal es la falta de honestidad. Si esta palabra “honestidad” parece insuficiente, viene de San Benito, quien escribe en el capítulo 73.

“Hemos esbozado esta regla para que, observándola en los monasterios, demos pruebas, al menos, de alguna honestidad de costumbres o de un principio de vida monástica. Tú, pues, quienquiera que seas, que te apresuras por llegar a la patria celestial, cumple, con la ayuda de Cristo, esta mínima regla de iniciación que hemos bosquejado, y así llegarás finalmente, con la protección de Dios, a las cumbres más altas de doctrina y virtudes que acabamos de recordad. Amén.”


Diálogo

San Benito quiere que todos encuentren su lugar en la comunidad dando su opinión. Este es el sentido del capítulo 3, sobre la convocatoria de los hermanos al Consejo. “Lo que nos lleva a decir que se debe consultar a todos los hermanos es que Dios revela muchas veces a los más jóvenes lo que es mejor”. Pero esta consulta debe hacerse con gran sabiduría: “los hermanos darán su opinión con toda humildad y sumisión”.

De hecho, esta dimensión no siempre es fácil de poner en práctica. Por un lado, las cuestiones relativas a la vida del monasterio son muchas y no todas pueden ser debatidas. De todos modos, esta es la razón por la que existe el Consejo. Por otro lado, es bastante raro encontrar una comunidad en la que todos los miembros sean buenos para escucharse unos a otros. Uno es demasiado consciente de antemano de cuál será el punto de vista sobre una cuestión particular, hasta el punto de que ciertos puntos de vista no se tienen suficientemente en cuenta.

Sin embargo, todos en el monasterio tienen un lugar especial. Cada uno tiene una inteligencia única, alimentada por una experiencia diferente y una vida diferente. Uno es completamente natural, sin complejos, y dice lo que se le pasa por la cabeza sin demasiada reflexión. Otro es capaz de reflexionar sobre los principios involucrados, otro sobre las consecuencias prácticas de una decisión. Esta escucha mutua es crucial para la vida comunitaria. No solo tiene cabida en las reuniones capitulares, sino que debe presidir cada momento de la vida. A menudo se nota que algunos se alejan de la vida comunitaria porque su opinión no es suficientemente escuchada. Todo el mundo quiere expresar algo, tal es la originalidad de la naturaleza humana. Si esto no se puede lograr en el grupo donde uno vive, la persona se pone de lado y, a veces, busca una audiencia más comprensiva.

Aquellos que creen que tienen algo más interesante que decir que los demás, deben hacer un esfuerzo de paciencia para escuchar algo que les parece menos apropiado, pero que aun así es útil. De este modo cada uno puede participar en este diálogo que es un elemento esencial del amor. Por supuesto, todo debe hacerse con discreción y discernimiento. No se trata de comentarios aleatorios a personas aleatorias con el pretexto de que uno simplemente necesita expresar una opinión.


Obediencia

Una consecuencia de la escucha mutua es la obediencia, la cualidad de escucharse unos a otros:

El bien de la obediencia no sólo han de prestarlo todos a la persona del abad, porque también han de obedecerse los hermanos unos a otros, seguros de que por este camino de la obediencia llegarán a Dios. (BR 71)

¿Hay algo más hermoso que una comunidad donde los hermanos o hermanas, independientemente de su edad, medio, formación temprana, se obedecen unos a otros? En lugar de mirarse unos a otros mientras se entregan a la tentación del poder externo que sólo conduce a la incomprensión, al conflicto e incluso a la profunda injusticia, es maravilloso tratar de escuchar en todo el sentido de la palabra, servirse unos a otros y encontrar en esto un verdadero servicio mutuo.

Es lamentable que a menudo nos miremos unos a otros con ciertos celos. Todos tenemos diferentes dones, entonces, ¿por qué deberíamos querer poseer los dones de otro en lugar de hacer realidad nuestros propios dones que son siempre infinitamente preciosos para todos? Uno tiene un gran don para recibir a los huéspedes, otro para organizar, un tercero para cantar o enseñar, un cuarto para acompañar a los demás en los malos momentos, un quinto para un silencio fecundo o para soportar la enfermedad en santidad, dando una buena palabra, conducir un tractor, reparar un coche o conducirlo a la perfección. Algunos saben cómo escribir libros, otros cómo hacer un plato espléndido en la cocina o mantener un lugar ordenado.

Ninguno de nosotros carece de cualidades o dones, pero están al servicio de la comunidad sólo cuando uno acepta usarlos para eso y desarrollarlos, y especialmente cuando la comunidad los reconoce y los acoge.

Esto significa que ninguna postura negativa es aceptable en la vida común. Con demasiada frecuencia escuchamos juicios sobre los demás, incluso a veces rechazos. Cuanto más se niega, más profundo se vuelve el abismo. El amor es la esperanza inconmensurable de confiar a pesar de todas las tentaciones de rechazar.

De esta manera se puede obedecer positivamente, acogerse, amarse, reconocerse y perdonarse, edificarse y encontrar un buen equilibrio en una comunidad abierta donde lo imposible se hace posible para el testimonio admirable y la difusión de la Buena Nueva: Cristo ha roto el muro del odio. Este es el verdadero gozo de la conversión del corazón.

“Uno de ellos, viendo que estaba curado,…” (Lc 17,15-16)

2

Lectio divina

Dom Mauro-Giuseppe Lepori

Abad General de la Orden Cisterciense (OCist)

 

“Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.”

(Luc 17,15-16)[1]


 

Tal vez sea esta frase la que pueda sugerir con qué espíritu estamos llamados a iniciar nuestro Capítulo General, siete años después del último, mientras que en el ínterin el mundo ha sufrido y sufre una grave pandemia, una guerra fratricida que pone en peligro al mundo entero y una gran inestabilidad política y económica. Cada uno tendrá razones diferentes, cada uno tiene su “enfermedad incurable”, su “lepra”, su “espina en la carne”, no importa. Lo que debe unirnos es que cada uno de nosotros tiene motivos para volver una y otra vez a Jesús, para adorarle y agradecerle. Y eso es lo que nos une.

Volver, adorar, agradecer. Aprendemos del leproso curado estas tres grandes dimensiones de la vida y de la fe en la Salvación. Jesús le dice al final: “¡Levántate y vete; tu fe te ha salvado!” (Lc 17,19). Es como si dijera que el retorno a Él, la adoración y la gratitud son las dimensiones de una fe que nos salva, que recibe de Cristo no sólo la salud, la que se perderá tarde o temprano, no sólo la solución a nuestros problemas inmediatos, sino la salvación de la vida, la salvación para siempre.

El leproso curado no se contentó con la salud: comprendió que el milagro era un signo de algo mucho más grande y precioso: era un signo de Cristo Salvador, era un signo de que el Salvador estaba presente y lo amaba. Por eso volvió a Él. La salud no era suficiente para él: anhelaba a Cristo, anhelaba encontrarse una y otra vez con el Señor y Salvador de la vida.

Los otros nueve leprosos curados volvieron a su vida normal, ciertamente con alegría. Pero, ¿es éste realmente el único sentido de la vida? ¿Vale la pena estar sano sólo para sobrevivir a la enfermedad y a la muerte durante un tiempo? Cristo nos ofrece mucho más. Cristo nos ofrece no sólo la salud, no sólo la solución a nuestros problemas, a nuestras dificultades y sufrimientos. Cristo se nos ofrece a sí mismo. Por eso la fe nos salva, porque la fe nos lleva a adherirnos a Cristo, a volver siempre a él, a su presencia, a su amor; a reconocerlo como nuestro Dios en la adoración; a reconocerlo como la fuente inagotable de nuestra alegría, la que nos hace alabar y agradecer a Dios siempre y por todo.

Volver a Cristo, empezar de nuevo desde Cristo, significa también reconocer que su presencia que nos sana y salva está ligada a un lugar, y que si queremos realmente encontrarnos con Él debemos ir donde está. Incluso Naamán, el comandante pagano al que Dios curó de la lepra gracias a la intervención del profeta Eliseo, comprende que debe llevar consigo la tierra de Israel, sobre la que rezar al Dios verdadero.

Esta tierra es para nosotros un símbolo de la Iglesia, de la comunidad de personas y comunidades a las que nos es dado volver siempre para encontrar, adorar y alabar al Señor. Esta tierra santa es el lugar de nuestra vocación, es nuestra comunidad, es la Orden. Nuestros padres cistercienses comprendieron desde el principio que el carisma cisterciense, alimentado por el carisma de San Benito, estaría siempre vinculado a la tierra santa de la comunión entre los monasterios nacidos del nuevo monasterio de Cîteaux. Y que la principal forma de volver a Cristo en esta tierra era la reunión del Capítulo General.

Por eso no debemos volver a la reunión del Capítulo General como si estuviéramos reuniendo un parlamento u organizando un congreso, sino con la conciencia de volvernos a reunir en la tierra sagrada del encuentro con el Señor Jesús que nos salva, que nos da su Espíritu Santo y nos renueva en la fraternidad universal de los hijos de Dios Padre.

El Capítulo General irá bien y renovará la vida de la Orden si durante estos días el Espíritu Santo abre nuestros corazones para escuchar a Jesús que nos repite: “¡Levántate y vete; tu fe te ha salvado!” (Lc. 17,19)


[1] Misa votiva al Espíritu Santo en la apertura del Capítulo General de la Orden Cisterciense (9 de octubre de 2022).

Discurso de apertura de la segunda sesión del Capítulo General de la OCSO

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Perspectivas

Dom Bernardus Peeters OCSO

Abad General

 

Discurso de apertura de la segunda sesión del Capítulo General de la OCSO



 

Tras la primera Sesión del Capítulo General OCSO el nuevo Abad General pidió a los abades y abadesas de la Orden que expresen sus sueños de una vida monástica tal como nos la sugiere el Papa. En respuesta, 138 sueños de superiores y comunidades llegaron a la Casa Generalicia de los 157 monasterios de la Orden. Esto representa una participación del 87%, lo cual es muy destacable. En la apertura de la segunda Sesión del Capítulo, Dom Bernardus hizo una presentación de estas respuestas. Damos aquí un gran extracto. Esto concierne en primer lugar a la Orden Trapense, pero puede aplicarse de manera más general a la familia benedictina en general.

 

[…]

Después de leer todos sus sueños, me he sentido como San Benito en la torre de Monte Casino, buscando y esperando lo que la voz de Dios en su bondad nos diga: ¡el camino de la vida! (RB Pról. 19-20). Mirando hacia todos los rincones del mundo, el Señor, creo, nos ha abierto cuatro ventanas. Las cuatro ventanas nos ayudarán a hacer realidad nuestros sueños.

He tratado de releer sus sueños a partir de las tres palabras del próximo Sínodo de los Obispos: communio, participatio y missio. He añadido una cuarta: formatio. Esta última la explicaré más adelante, pero por ahora sólo muestra que la sinodalidad pertenece a la esencia de la vida religiosa y que esta obediencia a la Palabra de Dios y a los demás no sólo funda la comunión, llama a la participación y lleva a la misión, sino que también requiere una continua conversión que necesita una sólida formación permanente. Estos sueños fueron un pequeño comienzo del proceso sinodal en nuestra Orden. La sinodalidad, sin embargo, no es un acontecimiento de una sola vez, sino que es un estilo de vida.

Uno de ustedes soñó, "sin demasiadas ilusiones", que en la próxima parte del Capítulo General "la palabra "sinodalidad" no surgirá a cada paso en los informes e intervenciones". Una pregunta me parece importante: en la vida concreta de nuestras comunidades, ¿la llamada "sinodalidad" no ahogará lo que pueda quedar de la obediencia benedictina en nuestras comunidades?" En efecto, tengamos cuidado de que la sinodalidad no se convierta en una palabra de moda, desprovista de toda sustancia.

"Hablar de un estilo sinodal, pues, significa tomar conciencia de que la renovación eclesial de la que tanto se habla.... toca lo más profundo de la experiencia de la Iglesia y no se limita a intervenciones que no pasan de ser una especie de maquillaje eclesiástico... Es, al fin y al cabo, una expresión de la necesidad que tiene la Iglesia de una profunda reforma de nuestro modo de ser y de vivir como Iglesia ante un verdadero cambio de época para la cristiandad y para el mundo entero".[1]

Esta profunda reforma no puede darse sin la conversión permanente basada en nuestra obediencia a Dios y a los demás.

Antes de mirar por las ventanas de estos cuatro sueños, quiero subrayar que ninguna torre puede construirse sin buenos cimientos. En estos cimientos, afortunadamente, todos estamos de acuerdo. Ninguno de nosotros sueña con otros cimientos. ¡Eso, en sí, es digno de una felicitación! Un superior expresó acertadamente los cimientos de esta manera:

"Sueño con una Orden cristocéntrica, apasionada por el absoluto de Cristo. Una Orden inquieta e intranquila por el seguimiento de Cristo". (América Latina)

Sobre ese fundamento se construye la torre de nuestra Orden y se abren cuatro ventanas por las que irradia la luz, en que podemos ver la luz de Dios. Sobre ese cimiento hay cuatro sueños que aquí resumo brevemente y que desarrollaré enseguida:

1. Soñamos con una Orden en que monjes y monjas, de diversas culturas, compartan una visión común sobre la identidad contemplativa, "colaboren y se ayuden mutuamente de muchas maneras, teniendo en cuenta sus sanas diferencias y la complementariedad de sus dones" (Cst. 72). Allí se aprecia la unidad en la diversidad.

2. Soñamos con una Orden en que todos puedan y quieran participar, que sea flexible en su estructura, con una comunicación abierta y transparente a todo nivel y con un gran respeto por la vocación individual y bautismal de los hermanos y hermanas, las comunidades locales y las regiones, sin perder de vista el conjunto.

3. Soñamos con una Orden en que todos sus miembros y comunidades sean personas y centros de un tal compromiso generoso con Dios, la Iglesia y el mundo que haga realidad su "modo oculto de fecundidad apostólica" (Cst 3.4). Se expresa en un manejo sencillo de lo que nos regala la creación de Dios. '¡Para que todo sea Dios glorificado!' (1 Pedro 4, 11).

4. Soñamos con una Orden que sepa formar con entusiasmo a sus miembros en "la filosofía de Cristo" (Ratio Insitutionis) y en "el lenguaje del Evangelio" y equiparlos con los medios adecuados para alcanzar el objetivo final de su vocación.


El sueño de comunión

"La forma de vida cisterciense es cenobítica". (Cst. 3.1) Convocados por la voz de Dios, vivimos esta comunión en una forma concreta de convivencia, en la que la búsqueda de la unidad tanto con Dios como con todo lo que vive y respira nos es central. Todos y cada uno de los miembros de la Orden son importantes. Cada hermano o hermana es portador del mismo sello recibido en el bautismo y la confirmación y confirmado en la profesión monástica.

En virtud de este don, todos, sin excepción, somos corresponsables de la comunión con Dios y entre nosotros. Mirando a través de esta ventana, soñamos con las relaciones mutuas en las comunidades, en las regiones, entre los hombres y las mujeres de nuestra Orden, pero también entre mayores y menores y entre el Norte y el Sur, el Este y el Oeste.

* “Sueño con una comunidad en la que nadie condene al otro, sino que todos sean escuchados. Sueño con una comunidad en la que nos valoremos unos a otros por lo que somos—hijos e hijas de Dios—en lugar de utilizarnos unos a otros para nosotros mismos o para conservar las estructuras.” (Europa)

* “Soñamos con que haya más relaciones entre nuestros monasterios para que la Orden se parezca más a una gran familia. Desde hace algunos años experimentamos el envío de uno de nosotros por turno a la casa fundadora y nos gustaría continuar esta experiencia, con otras comunidades tal vez... y en forma de intercambios: uno de nosotros se va por un año y otro mayor viene por varios meses y nos ayuda en la formación.” (África)

* “La cuestión es cómo transmitir este deseo personal a la comunidad, a la Orden. Reconozco que es un reto porque somos personas de culturas diversas y de formación muy diferente, pero tenemos una fuerza común, nuestra identidad o carisma cisterciense, que no es una piedra de museo, sino una realidad viva. Una realidad que nos desafía por múltiples lados; por nombrar sólo algunos: el envejecimiento, la disminución de vocaciones, el cierre de las comunidades.

El sueño nos trasciende, nos sorprende y, sin caer en falsas ilusiones, estamos llamados a crear comunidades donde la sencillez, la feliz fraternidad, la alegría de la oración viviente, el encuentro con el Señor en su Palabra y los sacramentos, nos hagan sentir y vivir en su plenitud la misericordia de Dios, al estilo de María, reina y madre de misericordia.” (América Latina)

* “Una Orden: Me impresionó desde el principio cómo colaboraban monjes y monjas, y ahora, con un solo capítulo, la forma de actuar de nuestra Orden es única. Es algo que hay que agradecer, mantener y desarrollar para nosotros mismos y a lo mejor para la Iglesia.” (América del Norte)

* “Mi sueño: "Un relacionarnos evangélico". En el nivel del ministerio del AG a la Orden habría un Comité de Mayores (senpectae RB 27) que sería nombrado por el AG para asesorarle en los asuntos pastorales más complicados que acaben en su mesa. Este comité no residiría en Roma, sino que se reuniría regularmente a través de una sofisticada sala de comunicación informática en la Casa Generalicia. Serían seleccionados por su largo ministerio y su respuesta creativa a muchas cuestiones pastorales y podrían ser superiores activos o jubilados. El objetivo principal de la Casa Generalicia sería facilitar y ofrecer recursos a las comisiones pastorales de las regiones. En los casos más difíciles, estas comisiones podrían recurrir al Comité de Mayores. El movimiento de consulta, autoridad y responsabilidad se volvería menos lineal y más circular (Obediencia Mutua RB 71), recurriendo a más miembros de la Orden para el cuidado pastoral de las comunidades con necesidades especiales.” (América del Norte)

* “Sueño con una mayor atención pastoral entre nosotros. Estamos reaccionando demasiado como casas autónomas. No podemos ayudarnos o no estamos dispuestos a ayudarnos. No pedimos ayuda. Si hay un auténtico problema, nos resulta difícil ayudar.” (Asia)


El sueño de la participatio

Todos tenemos el derecho y el deber de participar en la vida de nuestras comunidades, de las regiones y de la vida de la Orden con sus diversas estructuras (CF. Cst. 16,1). Tal participación está enraizada en nuestra tradición benedictina, en el voto de obediencia. Las estructuras nos han sido dadas a lo largo de la tradición no como piezas de museo sino para permitir cada vez estar al servicio de la vida del pueblo de Dios (cf. Evangelii gaudium, 95). Por tanto, debemos tener la audacia de escucharnos realmente unos a otros para discernir lo que el Espíritu tiene que decirnos. Sólo así puede surgir la audacia para actuar desde el Espíritu.

Mirando por esta ventana escuchamos los sueños sobre el funcionamiento de las comunidades, las regiones y el Capítulo General. Sueños a veces creativos sobre nuevas formas que, sin embargo, intentan ser fieles a lo anterior y, al mismo tiempo, son totalmente nuevas.

* “Pienso que, a nivel del Capítulo, se produciría una discusión más ponderada de los temas, ya que cada participante habría escuchado previamente las opiniones de muchos otros, para "escuchar lo que el Espíritu dice a las iglesias", por así decirlo.” (Ap 2,7) (Asia)

* “Sueño que el Capítulo General se convierte en un foro predominantemente pastoral y teológico.” (Europa)

* “¿Se podría trasladar la aprobación de la legislación a las regiones en lugar de dedicarle tanto tiempo en el Capítulo General? ¿Podría un sínodo de representantes de las Regiones aprobar las cosas después de que las regiones las hayan elaborado? ¿Pueden tratarse a nivel local las decisiones importantes que afectan a las casas de la región?” (África)

* “Desearía que nuestras reuniones regionales y capítulos generales se centraran un poco menos en cuestiones legislativas y prácticas, y más en compartir nuestras experiencias, nuestras luchas, nuestras esperanzas, visión y sueños, tratando de leer los signos de los tiempos.” (América Latina)

* “Sueño con que sea posible replantear el funcionamiento del Capítulo General para que se convierta realmente en un conducto sagrado para el Espíritu Santo y en un vehículo vivificante para revitalizar nuestra Orden Cisterciense y permitirle cumplir con la vocación y la función que Dios le ha dado dentro de la Iglesia y, simultáneamente, ofrecer esperanza a nuestro mundo que lucha y sufre.” (América Latina)

* “Sueño con una Orden que se enmarque en tal imagen de la Iglesia que opte radicalmente por la igualdad entre monjes y monjas y que vaya consecuentemente por ese camino y busque nuevas formas (matres immediatae), denuncie la desigualdad (¿qué pasará con la legislación de los monjes si no se consigue la exención de Cor Orans?, ¿serán solidarios?) y que esto se convierta en un punto de atención permanente en el Capítulo General…

Sueño con los encuentros regionales como santuarios para compartir juntos, para pensar, para soñar con la vida monástica, con toda honestidad y vulnerabilidad... Que se le dedique bastante atención y tiempo a este proceso...” (Europa)


El sueño de la misio

La misión de nuestra vida cisterciense se describe en las Constituciones como "una fecundidad apostólica oculta". "Es la propia vida contemplativa nuestro modo de participar en la misión de Cristo y de su Iglesia y de formar parte de la iglesia local". (Cst. 31)

Mirando a través de esta ventana escuchamos sueños de un sentido renovado de nuestras vidas para la iglesia y el mundo. Sueños que se centran en el cuidado de la casa común (Laudato Si’) y de todos los hermanos y hermanas, "como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana". (Fratelli tutti, 8)

* “Sueño que las abadías se convierten en pioneras en el campo de la sustentabilidad y la vida ecológica, y que se toman decisiones audaces en ese campo.” (Europa)

* “En el plano ecológico, el medio rural en que vivimos nos ofrece un marco propicio para este proceso de conversión ecológica, que se hace urgente, y para el que debemos encontrar formas concretas de llevarlo a cabo en nuestros actos. Serán bienvenidos los ánimos y las sugerencias prácticas, ahora que la pandemia parece (?) haber quedado atrás, lo que nos permitirá revisar detalles en las prácticas comunitarias y en la hospedería, donde los huéspedes también están muy motivados para este enfoque. Queda por implicarse personalmente, y también sin duda con el servicio diocesano para la ecología integral, en este abrirnos al riesgo, al cambio, a la incomodidad, a la novedad, es decir, simplemente a una mayor confianza en la obra del Espíritu Santo en nuestro "sí" de cada día.” (Europa)

* “La "Iglesia en salida" de la que nos habla el Papa Francisco, evita toda "autorreferencia". Creo que, para nosotros, los cistercienses, podemos traducirlo así: en primer lugar, tener nuestra mirada, nuestra atención, nuestro pensamiento, dirigido hacia Dios, hacia el misterio pascual de Cristo y todo lo que implica (lectio, oración, contemplación), y luego hacia el prójimo, hacia la humanidad (en deseo e intercesión). No ser autorreferencial tampoco como comunidad. Tendemos a centrarnos demasiado en nuestra propia comunidad, a poner demasiado tiempo y energía en "mirarnos al espejo", y esto es a veces fomentado por ciertas estructuras, por ejemplo, las visitas regulares cada dos años.” (América Latina)

 

La ecología, sin embargo, es más que el cuidado de la creación. Es también el cuidado de un ecosistema totalmente distinto que es nuestra vida cisterciense. El silencio y la soledad son una característica primordial de ese ecosistema, y muchos sienten la presión que los medios de comunicación modernos ejercen sobre este ecosistema. Sueñan con ser más conscientes y manejar mejor estos medios para que protejamos y preservemos el ecosistema de la casa común que es nuestra vida cisterciense.

* “Sueño con un monasterio ecodigital; un monasterio en el que haya un equilibrio entre apertura y reclusión; un ecosistema de silencio, imágenes y palabras en equilibrio; un monasterio de ambiente monástico libre de las malas influencias del exceso de sonido, palabras e imágenes. Sueño con una reflexión sincera en la Orden sobre la influencia del Internet en nuestras vidas. Que estemos dispuestos a afrontar el problema de la adicción. Sueño con una vida contemplativa en este mundo, pero no de este mundo.” (Europa).


El sueño de la formación

Aunque la formación no es una palabra clave del próximo Sínodo de los Obispos, la añado aquí. Muchos sueños han tocado este tema y también en los informes de síntesis de la fase diocesana del proceso sinodal, que las conferencias episcopales de todo el mundo enviaron a la secretaría del sínodo, llama la atención el gran deseo de formación del pueblo de Dios. La transmisión de la fe entre generaciones en una familia o en una comunidad religiosa ya no es evidente. Nos falta la visión, el lenguaje, la formación e incluso la fe para transmitir la vida. Esto afecta también a la transmisión del carisma cisterciense.

El papel de la comunidad, de la región y de la Orden en el proceso de formación es ayudar a cada hermano y hermana a asimilar los elementos esenciales del estilo de vida cisterciense. (Cst. 45.3) Debemos estar dispuestos a ofrecer una ayuda mutua generosa para que esta formación sea una realidad para todos. (Cf. San 45,3).

Mirando por esta ventana escuchamos los sueños de que equipemos bien a todos en la Orden, no sólo a los que están en formación inicial, sino para todos, hasta para los superiores. Una formación que sea más que filosofía y teología, sino que también ayude a las comunidades a vivir a nivel material y económico.

* “Que una buena formación monástica tenga lugar en la comunidad o comunidades que promuevan el valor de la tradición y el diálogo con nuestra sociedad actual. Esto puede ocurrir ciertamente en la cooperación entre comunidades, en la Orden, o con otras instituciones religiosas o no religiosas.” (Europa)

* “Recuerdo un programa de formación común entre una comunidad de monjas y otra de monjes. Sueño con que esto pueda volver a suceder. Compartir nuestras experiencias - como el programa Experientia. Dos o más comunidades pueden enviarse mutuamente sus intercambios por correo postal o electrónico. Deseo un programa de formación común para todas las comunidades de la Orden. Deseo profundizar en el conocimiento del carisma cisterciense.” (Asia)

* “Tenemos acceso a la historia y al patrimonio de la Orden como no lo ha tenido ninguna generación anterior. Gran parte del trabajo de base que lo hace posible es el resultado de la colaboración dentro de la familia cisterciense y con expertos laicos. La riqueza del material disponible ahora para la educación/formación es impresionante. Una cierta actitud anti-intelectual que encontré cuando entré en la Orden ha disminuido. Sin embargo, todavía hay una tendencia a ver el interés en esta área como algo secundario a las necesidades de la vida diaria.” (América del Norte)

* “Hablamos a menudo de una crisis de liderazgo en la Orden. Mi sueño es que sigamos explorando formas de desarrollar las cualidades de liderazgo a través de nuestros programas de formación, las cualidades de autoconciencia, corresponsabilidad, seguimiento, buen celo, autosacrificio y habilidades de comunicación que dan vida. Los padres del desierto parecían competentes en esto.

* Mi sueño es que cada miembro de la Orden esté entusiasmado y deseoso de una vibrante formación inicial y continua para fortalecer nuestra visión común con el fin de dar vida a nuestras comunidades y a la Iglesia.” (América del Norte)

* “En nuestra Orden Cisterciense, hoy en día tenemos dos grandes formas de precariedad: una es la falta de vocaciones y el envejecimiento en occidente y la otra es la falta de personal bien formado en nuestra raíz cisterciense en África, donde la vocación a la vida monástica está actualmente en auge. Estas dos realidades amenazan la existencia y la fidelidad de nuestra Orden; en otras palabras, favorecen la extinción y el riego de nuestra orden respectivamente. La solución a esta precariedad es la formación de una sinergia entre Occidente y África. ...Por lo tanto, reconozco la importancia de la sinergia para la continuidad y el crecimiento de nuestra Orden en el proceso sinodal dentro de cada comunidad, en las comunidades inter-monásticas y entre el Occidente y África. El mundo occidental debería ser capaz de ayudar en la formación de personal en África y los africanos deberían ser capaces de suplir las vocaciones en Occidente, a pesar de las decepciones de algunos africanos que fueron enviados a estudiar o a llenar los vacíos de las vocaciones en el pasado. No debemos desanimarnos por ello. La formación de la sinergia... presupone lo que Luke Timothy Johnson denominó "comunicación" en contraposición a "cierre" cuando un mundo simbólico interactúa con otro en una sociedad pluralista, donde se respeta la identidad propia de cada grupo. La comunidad monástica que se encierra en sí misma morirá.” (África)

* “Ayudar a las comunidades de África. Formación continua e inicial: Conseguir profesores locales de otras Congregaciones que estimulen nuestra vida cristiana y por tanto integren nuestra vida monástica.

¿Podemos conseguir una escuela (para estudiar los Padres Cistercienses, los Padres Benedictinos, y otros estudios)? Esto permitirá el proceso sinodal.” (África)

* “Que los cursos y conferencias y otros recursos de formación en la Orden sean traducidos a diferentes idiomas y ofrecidos a diferentes regiones.” (América Latina)

* “Sueño con la creación de una misma mentalidad que favorezca los cursos y el intercambio de profesores y formandos en las diferentes comunidades. Sueño con la creación de una escuela monástica -en línea- accesible a todos los monjes y monjas, para fortalecer nuestra formación permanente.” (América Latina).


Conclusiones

Repito, ¡esto es sólo una pequeña muestra de todos sus sueños! No hace justicia al rico contenido, pero sí me muestra personalmente dónde se escucha la voz de Dios. Al final de esta conferencia, permítanme trazar algunas líneas hacia el futuro. Después de todo, era necesario soñar para escuchar la voz de Dios, para saber a dónde quiere llevarnos Dios. Al fin y al cabo, después de ver, de discernir, viene el momento de actuar.

Sus sueños me desafían, en el tiempo que viene, a:

– Darle prioridad a la revitalización de la dimensión contemplativa de nuestro carisma. Todo en nuestras vidas debería ser una expresión de esta dimensión, incluso una estructura como el Capítulo General. Esta dimensión contemplativa debería tener consecuencias en la Communio, Participatio, Missio y Formatio. (Consideraré las propuestas relativas al funcionamiento del Capítulo General, entre otras: una discusión nueva sobre la separación del mundo, el uso privado de los medios de comunicación, el manejo del dinero y la propiedad, etc.)

– Darle prioridad a promover la comunión entre nosotros a través de una comunicación abierta y transparente a todos los niveles y utilizando los medios de comunicación modernos. (Propuestas relacionadas al intercambio de información en línea, la vida espiritual, el trabajo, la ayuda mutua, la ecología, etc.)

– Darle prioridad a fomentar la participación de todos los miembros de la Orden para encontrar, con fidelidad creativa a la tradición, nuevas formas que hagan más abiertas y flexibles las estructuras de gobierno en la Orden, buscando una mejor y equitativa representación de todas las partes del mundo y entre monjes y monjas. (Propuestas relacionadas al Abad General y su consejo, Madres Inmediatas, estatuto de acompañamiento de las comunidades frágiles, funcionamiento de las reuniones regionales, comisión central, consejo de Mayores, etc.)

- Darle prioridad a una mejor comprensión de nuestra misión en la Iglesia y en el mundo. (Propuestas de compartir información sobre las mejores prácticas; promover el estudio sobre nuestra tradición cisterciense y su significado para hoy; buscar el vínculo con la Iglesia local y universal).

– Darle prioridad a profundizar la formación integral de toda la Orden, avivar la llama de nuestro primer amor, y prestar más atención a las necesidades de cada región. En este sentido, es muy importante una colaboración más estrecha entre el Abad General, su Consejo y el Secretario General para la Formación (propuestas para una escuela sobre la vida cisterciense, que ofrezca cursos en línea, formación específica para superiores, ecónomos, maestros de novicios, capellanes, más atención a la formación en materia de abusos, adicciones, etc.).

 

Allí, en esa torre, junto con San Benito, disfrutando de ese único rayo de luz en el que convergen todos los sueños del mundo, suspiré: "la cosecha es grande, pero los trabajadores son pocos". Sin embargo, no me desanimaré por ello y les pido a todos que trabajen conmigo para hacer realidad estas prioridades. Como he dicho, ahora es el momento de actuar y de ver cómo podemos convertir las prioridades en acciones concretas. Para ello cuento con su ayuda, en la oración y en los hechos.

El sueño entre ustedes, como superiores, fue un pequeño comienzo del camino sinodal en la Orden. El proceso continúa y debe convertirse en un estilo de vida a todo nivel. Algunos de ustedes también han aceptado mi pedido de soñar en sus propias comunidades. Espero que muchos les sigan. Dejen que sus hermanos y hermanas sueñen. Sueñen con su propia vida, con la vida de sus comunidades y con la vida de la Orden. Atrévanse a soñar para escuchar la voz de Dios, de modo que puedan discernir lo que importa y lo que te pide hacer.

Pero lo que es aún más importante—y éste es, en última instancia, el propósito del proceso sinodal—son estas palabras de San Bernardo:

"Hemos formado, queridos hermanos, una reunión o sínodo de cuerpos (synodum corporum), pero nos queda por formar un sínodo mayor: la unión de almas (coniunctio animarum). En verdad, no es encomiable estar unidos en el cuerpo, si estamos divididos en el espíritu; es inútil reunirse en un lugar si estamos enemistados en nuestras almas. ... Donde están dos o tres reunidos, Dios está en medio de ellos (Mt. 18,20), si están bien reunidos en el nombre de Jesús, es decir, con el amor de Dios y del prójimo: con ellos es bueno habitar juntos. (Sal. 132,1)”[2].

 

¡Hagámoslo bajo la protección de María, Reina del Císter!




[1] ario, Cardenal GRECH, Sinodalidad como un estilo. En Sequela Christi, XLVII 2021/02, p. 72-73.

[2] Bernardo de Claraval, Sententiae III, 108. (¡Para esta cita, le agradezco a Dom Yvon-Joseph de Val Notre Dame, quien me la señaló!).

Discurso del Papa Francisco a los Miembros del Capítulo General de la OCSO

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Perspectivas

Papa Francisco

Discurso del Papa Francisco a los Miembros

del Capítulo General de la OCSO



 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

Agradezco al Abad General las palabras de saludo y presentación. Sé que estáis llevando a cabo la segunda parte de vuestro Capítulo General, en la Porciúncula de Santa Maria degli Angeli: un lugar tan rico en gracias que seguramente os ha ayudado a inspirar vuestros días.

Me alegro con vosotros por el éxito de la primera parte del Capítulo, celebrado en el mismo lugar, durante el cual también fue elegido el nuevo Abad General. Tú, Padre, partiste inmediatamente a visitar las doce regiones donde se encuentran tus monasterios. Me gusta pensar que esta "visitación" se realizó con el santo cuidado que nos mostró la Virgen María en el Evangelio. “Ella se levantó y se fue rápidamente”, dice Lucas (1,39), y esta expresión merece siempre ser contemplada, para poder imitarla, con la gracia del Espíritu Santo. Me gusta rezar a la Virgen que tiene “prisa”: “Señora, tienes prisa, ¿verdad?”. Y ella entiende ese lenguaje.

El padre abad dice que en este viaje "recogió los sueños de los superiores". Me llamó la atención esta forma de expresarse, y lo comparto de todo corazón. Tanto porque, como saben, yo también me refiero a "soñar" en este sentido positivo, no utópico sino planificador; y porque aquí no se trata de los sueños de un individuo, aunque sea del superior general, sino de un compartir, de una "colección" de sueños que surgen de las comunidades, y que imagino son objeto de discernimiento en esta segunda parte del Capítulo.

Se resumen así: un sueño de comunión, un sueño de participación, un sueño de misión y un sueño de formación. Me gustaría ofrecerles algunas reflexiones sobre estos cuatro "caminos".

En primer lugar, me gustaría hacer una nota, por así decirlo, de método. Una indicación que me viene del enfoque ignaciano pero que, en el fondo, creo tener en común con vosotros, hombres llamados a la contemplación en la escuela de san Benito y san Bernardo. En otras palabras, se trata de interpretar todos estos "sueños" a través de Cristo, identificándonos con él a través del Evangelio e imaginando -en un sentido contemplativo objetivo- cómo Jesús soñó estas realidades: comunión, participación, misión y formación. En efecto, estos sueños nos edifican como personas y como comunidades en la medida en que no son nuestros sino suyos, y los asimilamos por obra del Espíritu Santo.

Y aquí, pues, se abre el espacio para una bella y gratificante búsqueda espiritual: la búsqueda de los "sueños de Jesús", es decir, de sus mayores deseos, que el Padre suscitaba en su corazón divino-humano. Aquí, en clave de contemplación evangélica, quisiera ponerme en "resonancia" con vuestros cuatro grandes sueños.

El Evangelio de Juan nos da esta oración de Jesús al Padre: «La gloria que me has dado, yo se la he dado a ellos, para que sean uno, como nosotros somos uno. yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad y el mundo sepa que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí» (17, 22-23). Esta Palabra santa nos permite soñar con Jesús la comunión de sus discípulos, nuestra comunión como "suya" (cf. Ap Ex Gaudete et exsultate, 146). Esta comunión -es importante precisar- no consiste en nuestra uniformidad, homogeneidad, compatibilidad, más o menos espontánea o forzada, no; consiste en nuestra relación común con Cristo, y en Él con el Padre en el Espíritu.

Jesús no temía la diversidad que había entre los Doce, y por tanto nosotros tampoco debemos temer la diversidad, porque al Espíritu Santo le encanta suscitar las diferencias y hacer de ellas una armonía. En cambio, nuestro particularismo, nuestro exclusivismo, sí, debemos temerlos, porque provocan divisiones (cf. Ap Ex Evangelii gaudium, 131). Por lo tanto, el propio sueño de comunión de Jesús nos libera de la uniformidad y las divisiones, las cuales son feas.

Tomamos otra palabra del Evangelio de Mateo. En controversia con los escribas y fariseos, Jesús dice a sus discípulos: «En cuanto a ti, no te llames 'Rabí'. Vosotros tenéis un solo maestro, y todos sois hermanos. A nadie en la tierra llaméis vuestro padre; tenéis un solo Padre en el cielo. No seas llamado 'Maestro'; tenéis un solo señor, el Mesías» (23,8-10).

Aquí podemos contemplar el sueño de Jesús de una comunidad fraterna, donde todos participen sobre la base de una común relación filial con el Padre y como discípulos de Jesús. En particular, una comunidad de vida consagrada puede ser signo del Reino de Dios testimoniando un estilo de fraternidad participativa entre personas reales, concretas, que, con sus limitaciones, eligen cada día, confiando en la gracia de Cristo, vivir juntas. Incluso los medios de comunicación actuales pueden y deben estar al servicio de la participación real, no sólo virtual, en la vida concreta de la comunidad (cf. Ap. Ex Evangelii gaudium, 87).

El Evangelio nos da también el sueño de Jesús de una Iglesia toda misionera: «Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y he aquí, yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28, 19-20). Este mandato concierne a todos en la Iglesia. No hay carismas que sean misioneros y otros que no lo sean. Todos los carismas, en cuanto se dan a la Iglesia, son para la evangelización del pueblo, es decir, misioneros; naturalmente de maneras diferentes, muy diferentes, según la "fantasía" de Dios.

Un monje que reza en su monasterio pone su granito de arena para llevar el Evangelio a esa tierra, para enseñar a la gente que allí vive que tenemos un Padre que nos ama y que en este mundo vamos camino del Cielo. Entonces, la pregunta es: ¿cómo puede una persona ser cisterciense de estricta observancia y parte de "una Iglesia en salida” (cf. Ap Ex Evangelii gaudium, 20) Estás en el camino, pero es una salida. ¿Cómo vives la “dulce y consoladora alegría de evangelizar” (San Pablo VI, Ap Ex Evangelii nuntiandi, 75)? Sería bueno escucharlo de ustedes, contemplativos.

Por ahora, nos basta recordar que "en cualquier forma de evangelización el primado es siempre de Dios" y que "en toda la vida de la Iglesia se debe demostrar siempre que la iniciativa es de Dios, que 'es el que nos amó'" (1Jn 4,10)" (cf. Ap Ex Evangelii gaudium, 12).

Finalmente, los Evangelios nos muestran a Jesús que cuida de sus discípulos, los educa con paciencia, explicándoles, al margen, el sentido de algunas parábolas e iluminando con palabras el testimonio de su modo de vida, de sus gestos. Por ejemplo, cuando Jesús, después de lavar los pies a los discípulos, les dice: "Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, también vosotros hagáis" (Jn 13,15), el Maestro sueña con la formación de sus amigos según el camino de Dios, que es la humildad y el servicio.

Y luego, cuando, poco después, afirma: "Aún tengo muchas cosas que deciros, pero por el momento no sois capaces de llevar la carga" (Jn 16,12), Jesús deja claro que los discípulos tienen un camino a seguir, una formación para recibir; y promete que el Formador será el Espíritu Santo: "Cuando él venga, el Espíritu de verdad, os guiará a toda la verdad" (16,13). Y podrían ser muchas las referencias evangélicas que atestiguan el sueño de la formación en el corazón del Señor.

Me gusta resumirlos como un sueño de santidad, renovando esta invitación: “Que la gracia de vuestro Bautismo fructifique en un camino de santidad. Que todo esté abierto a Dios y, para ello, elígelo a Él, elige a Dios siempre de nuevo. No os desaniméis, porque tenéis la fuerza del Espíritu Santo para hacerlo posible, y la santidad, al fin y al cabo, es fruto del Espíritu Santo en vuestra vida (cf. Gál. 5,22-23)» (cf. Ap. Ex Gaudete et exsultate, 15).

Queridos hermanos y hermanas, les agradezco su presencia y espero que concluyan su Capítulo de la mejor manera posible. Que Nuestra Señora os acompañe. Os bendigo cordialmente a vosotros y a todos vuestros cohermanos del mundo. Y les pido que por favor recen por mí.

Lo que es más vivificante en la Orden hoy

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Perspectivas

Hna Ainzane Juanicotena, OCSO

Monasterio de Quilvo (Chile)

 

Lo que es más vivificante en la Orden hoy

 

“¡Hemos recibido un espíritu de hijos

y clamamos Abba, Padre!”

(cf Rm 8,15)

 


Todo lo vivificante es un regalo inmerecido y el regalo más grande que he recibido de la Orden, lo más vivificante, es el don de la filiación.

Como todo don que viene de las manos de Dios, lo saboreamos, por medio de la conciencia de ser pecadores, pobres, perdonados y redimidos. Acogidos de vuelta al Padre, como el hijo pródigo (cf Lc15,11-32), o, como la niña a quien le dijo: talita cumi (Mc5,41) o como a Lázaro sacado del sepulcro (Jn11,44); El Padre nos acoge por medio del Hijo, que en sus días mortales exclamó: nadie me quita la vida yo la doy libremente y que sufriendo aprendió a obedecer (Cf Jn10,18. Hb5,8).

Ahora bien, vivimos en medio de una crisis global en donde la vida ha ido girando de manera casi insospechada hacia una desolación escalofriante: un mundo de guerra, pandemia, hambre, muerte, odio, un mundo de egoísmo extremo, desintegrado y desintegrante.

El mundo de las comunicaciones tecnológicas también ha desplegado sus alas y las atracciones instantáneas y la información ofrecida es rápida, ligera, abundante, diversa. No alcanzamos a procesar todo lo ofrecido y vienen nuevas ofertas y nos vamos mimetizando con una forma preestablecida de comportarnos en sociedad. ¡Dejamos de pensar! de preguntarnos por el más allá y por el porqué de las cosas, nos adormecemos, nos aturdimos, siempre nos falta algo y nos agotamos, nos convertimos en la sociedad del cansancio, nos volvemos indiferentes, perdemos el sabor de la vida, preferimos no tener problemas, no arriesgamos y nos cerramos a la idea de que la vida se recibe.

Sin embargo, al mismo tiempo, hay un deseo anhelante en el corazón humano que grita buscando su encuentro con Dios. Que reconoce que hemos recibido la vida y por eso podemos transmitirla, porque nadie da lo que no tiene…y solo si la transmitimos, la vida permanece en nosotros y se expande hacia los demás. Porque somos imagen y semejanza de Dios (Cf Gn1,26).

Llevamos un sello en nuestro interior que clama anhelante por este encuentro con su Creador, un movimiento continuo habita en nosotros que va hacia el punto de encuentro, entre Dios y yo, por medio de una relación entre un Tú y un yo, por lo tanto, nuestra vida está hecha para los demás y solo a través de otros nos podemos encontrar.

Concretamente estamos llamados a mirar, luchar por la vida de Dios y servirla en los demás, en cada hermano de Comunidad con ese optimismo antropológico cisterciense que afirma con energía que la última palabra sobre el hombre nunca será el pecado sino el don de Dios, su ser imagen y semejanza de Él.

Seamos conscientes o no de esto, cada ser humano lleva este sello porque Dios nos creó y somos sus hijos. Este es el deseo más profundo del corazón humano, estar plenamente frente a Dios, adherir con toda la libertad a Él.

La vida comenzada por un deseo punzante, situada en un espacio y tiempo concreto, el hoy, comienza a hacerse forma a través del despertar de nuestra estrecha relación con Dios, del don de filiación que tenemos con Él. Filiación recibida a través del Hijo Jesucristo que dejó su sello plasmado en cada uno de nosotros, en cada átomo de nuestro ser y en toda la Creación. Un sello que clama por su Creador y nos hace hijos para siempre.

Comunidad de Quilvo. © AIM.

Somos hijos de Dios, ese es el sello imborrable, pero, la relación que tengo con Dios, el don de ser hijo de Dios se forma a través de la relación con personas concretas, en un lugar concreto.

La contemplación de Cristo, la relación directa con Él, en LA ESCUCHA, como encuentro con la Palabra Viva, es la base para poder vivir con FE y OBEDIENCIA la relación con la comunidad, el Abad y la Orden. Apoyados en la tradición de la Orden, en las costumbres de la Casa, en la continuidad de la vida, en los testigos concretos que han dado su vida por nosotros y los que la están dando hoy, vivimos el don de dar nuestra vida a Dios en la relación con los demás. Mi vida donada a Dios, se dona por medio del amor a mis hermanas y mi don recibido de Dios se recibe de manos de ellas, mi relación con los demás refleja mi relación con Dios y viceversa.

La gratuidad del don recibido, el saberme amada por Dios, es mi garantía, nada se pierde cuando todo está ofrecido, es solo a través de esa acción de gracias que mi vida se torna sabrosa o de color. Reconocerme hija amada, libre, pobre, pecadora, necesitada de perdón y del amor.

La vida común con miras a una única meta, Cristo, es una escuela de sabiduría, es una potente energía y es la novedosa respuesta al individualismo que tanto nos atañe hoy en día. Es la expresión más auténtica de nuestro estar hechos para la relación, solo a través de los otros puedo ver verdaderamente quien soy y así caminar hacia Cristo, el espejo de los otros me permite reconocerme, situarme en una realidad, iluminar mi camino para saber dónde estoy, y me da la luz que necesito para vivir la conversión que Dios me pide y que solo puedo desarrollar a través de los demás.

La fuerza para este impulso de conversión es el reconocerme miserable y saberme misericordiada y sostenida por Cristo a través de mis hermanas de Comunidad, reconocer esto, en lo concreto de la vida, hace las veces de trampolín que me impulsa a vivir el don de la OBEDIENCIA como respuesta a un amor recibido.

Este camino de obediencia me va cristificando, porque es el modo de ser del Hijo Jesucristo, es nuestra “forma” de amar, la condición de nuestra realización plena. La obediencia es nuestra oración, y para que esto sea posible, es necesario arrodillarse frente al misterio de Cristo hecho Carne, sea viviéndolo en el oficio, sea escuchándolo en la lectio, sea mirándolo en el silencio, sea en el servicio que me viene pedido cada día. Este es el Camino, el sostén, la fuente de nuestra fe en el Hijo de Dios hecho Carne.

Y para que esto sea posible es necesario que la obediencia venga acompañada de un gozo, un gozo no plástico, ni postizo, ni de apariencia, en donde me muestro dichosa, pero me pudro por dentro, tampoco exento de sufrimiento, sino un gozo siempre pascual, hecho de la cruz y gloria de cada día. Si la obediencia no se vive de manera gozosa no es una verdadera obediencia, esta debe partir de la raíz de ser hijos, herederos y amados y como hijos, somos libres, felices y deseosos de responder a este amor de la manera más plena como Cristo lo hizo y nos enseñó, a través de la obediencia.

La confianza, la certeza de ser hija de Dios, viviendo en un tiempo y un espacio concreto, donde cada segundo es un nuevo renacer a la vida plena con Cristo, es el respirar de nuestro organismo, el latir de nuestro corazón. Vivir en su presencia, disfrutar el día a día de la jornada y la Comunidad que Dios me dio, cultivando la alegría en nosotros y en los que vienen, ayudándolos a que puedan reconocer su deseo personal y comunitario de felicidad y verdad, que no se detiene en las buenas normas, ni en la mayor cantidad de hermanas. Sino que va más allá, buscando la calidad y la profundidad de la relación con Cristo, el fruto de un sentir y una voluntad común, para caminar la senda de la plenitud presente, y así poder ir todas juntas a la vida eterna (RB. 72,12).

No se trata del éxito o de la esclavitud a los “frutos espirituales” del camino de la Comunidad, tampoco de la muerte, o de la vida de esta, sino de una perfecta conformación a la Voluntad de Dios. Sin esta conciencia del gozo de vivir hacia Dios, nos volvemos áridos, sin sabor, desganados, ¡perdemos la chispa! del deseo de la vida y de vivir como verdaderos cristianos y nos llenamos de amargura, que es el enemigo de la vida. Porque quien vive verdaderamente está dispuesto a morir, ¿cuántas veces nos aferramos a nuestras seguridades y esquemas, para no morir y nos olvidamos de querer vivir? Debemos vivir deseosos de acompañar a Cristo en su pasión hasta la resurrección.

Debe haber una alegría inminente en nuestros corazones para vivir la vida abiertos a la novedad, reconocernos libres y así abiertos a recibir y dar el perdón. Abrirme a nuevas formas, nuevos enfoques, autoevaluarme y ver que aquellas cosas que antaño daban vida quizás ya no la dan. Eliminar los prejuicios, correr riesgos, atreverse, innovar, jamás limitarse, identificarse en los demás, ser joven con los jóvenes, niños con los niños, venerar a los ancianos. Buscar siempre la vida… ¡Hay que dejarse hacer por los demás!

¿Cuántas veces nos aferramos a nuestros criterios y no podemos dejar entrar la gracia nueva que Dios nos regala en cada acontecimiento? ¿Cuántas veces nos aferramos a nosotros mismos y no somos capaces de ver el bien detrás de las acciones de los demás? ¿Cuántas veces nos aferramos a las estructuras y nos olvidamos de que la estructura debe servir a la vida nueva que el Espíritu Santo infunde en nuestro caminar? ¿Cuánto dolor hay en el mundo y yo… cuantas veces no me compadezco de la hermana que está a mi lado?

Necesitamos aprender (como el Hijo aprendió) (Cf Hb5,8-9) de cada acontecimiento y de los demás, con todo lo nuevo y distinto que traiga, reconocer que el otro es un aporte en mi vida. Debo ser una fuente disponible para todos, ser receptiva y recipiente, viviendo abierta a los demás, amándolos a cada instante, pero también sin fantasías románticas de bien que canonicen nuestro mal y oculten nuestra necesidad de conversión, sino con realidad. Sin críticas, sin quejas ni resistencias, sino con lúcida misericordia, valorándolos y no dejándonos llevar por el mal que hayan hecho, sino, creyendo en la buena voluntad y deseo de bien que hay en cada hermano que Dios puso a mi lado, aceptándolos y amándolos enteramente y felizmente como son.

Y así, dejarme hacer y formar por los demás. Solo a través de personas concretas, con nombres y rostros concretos puedo dejarme formar por Dios, solo a través de la mediación humana de otros puedo dejar a Dios actuar en mí y encarnarse en mí. El otro es el sacramento de la voluntad de Dios en mi vida.

Vivir en la obediencia filial, concretamente y según el carisma de nuestra Orden, en una comunidad, bajo una regla y un abad (RB1,2), con la mirada puesta en la vida eterna y con el condimento sabroso de la fe es una regla de vida en nuestros monasterios. La filiación divina se hace carne gracias a estos 3 pilares fundamentales.

- Comunidad: es el lugar donde puedo dejarme hacer por el Señor a través de los demás. Es el Cuerpo- Iglesia donde se produce el ENCUENTRO con Dios, donde todos somos miembros y Cristo la cabeza. Nuestra propia Comunidad es Cuerpo de Cristo, es Iglesia monástica que vive en comunión con la Iglesia universal.

Es el lugar donde recibo el perdón y la vida cotidiana, es el lugar donde mi miseria sale a la luz, experimento mis flaquezas, mis límites, mis pecados y me sé sostenida, me reconozco amada a pesar de mi pobreza. Es el lugar donde puedo desplegar las alas hacia Cristo a través del servicio a los demás, por medio del trabajo y la propia donación.

- Abad(esa): Es la persona que hace las veces de Cristo en el monasterio (RB2,1), es el Abad(esa) de la Comunidad, quien vive para servirlos y la comunidad forma a su Abad(esa). La pureza de corazón debe ser fundamental en mi relación con mi abad(esa), la verdad conmigo misma para vivir esta relación, reconocer mis amarguras, mis oscuridades, mis inconsistencias, mis luces, mis logros y poder ser transparente con ello y saberme hijo/a de esta persona concreta como Representante de Cristo.

- La Regla: Es la estructura vital de nuestra vida, su forma es Cristocéntrica y nos da la manera concreta de vivir el evangelio ¡vivir, no cumplir!

Porque todas nuestras acciones son una irradiación para el mundo entero. Irradiación que no depende de nuestro mérito o contra mérito, sino del Encuentro con Cristo, como dice el salmo 33,5:” contémplenlo y quedarán radiantes...”

La radicalidad de nuestra vida para vivir en el encuentro con Cristo, desde una humanidad, en un tiempo y un mundo concreto, nos sitúa en el encuentro con nuestros hermanos del presente. En el aquí y el ahora que mira hacia la eternidad. Todos los elementos de nuestra vida confluyen en esta realidad del hoy. Hacer lo que tengo que hacer y estar donde tengo que estar, esa es nuestra ofrenda, esa es nuestra oración.

En nuestra Orden podemos palpar estos aspectos. La Paternidad y Maternidad espiritual se viven apoyándonos y engendrándonos mutuamente, pero también son siempre un desafío.

La filiación que debemos rendir a Cristo en cada momento es testimonio vivo dentro de la Orden, la relación con el Abad General, la Casa Madre, el Padre Inmediato, las Casas hijas y hermanas, la interdependencia de unos con otros, donde el respirar del propio y común corazón es siempre Cristo. Somos hijos de una Comunidad concreta, que pertenece a una Orden concreta, que se rige por una estructura sólida, donde lo que siempre predomina es esta unión filial y de amor que tenemos entre nosotros. Esto expresa la realidad de ser engendrados, de recibir la identidad, el rostro de manos de O(o)tro. Que hace las veces de Cristo.

Esta filiación no es sentimental, sino evangélica, por lo tanto, es un camino de fe, mucho más profundo que las apariencias.

El amor de Cristo por cada uno de nosotros, reconocerse amado por Dios y reconocer el amor de Dios en los demás, viviéndolo en el eterno presente de la realidad cotidiana, es el don más precioso que podemos disfrutar, la vida misma. Vivir arraigados en la realidad presente con la claridad de estar inmersos en una vida transitoria, cuyo destino final es Dios.

Vinimos a vivir con Cristo, y la muerte al yo es la condición para vivir, la vida siempre se renueva, la vida es burbujeante y novedosa, siempre un regalo que agradecer, porque el don más grande que Dios nos dio es la vida y nuestra capacidad de disfrutarla nos da la paz para asumir consciente y felizmente el sentido de nuestro destino libremente elegido, como respuesta a un amor que nos amó y eligió primero(1Jn4,19).

Solo creciendo nosotros, podemos ayudar a otros a crecer en Cristo y desarrollar una paternidad y maternidad espiritual, como respuesta de ser hijas e hijos de Dios.

Debemos vivir verdaderamente en un mundo más allá, donde los sueños se hacen realidad, ver ya en el presente destellos del amor de Dios que serán un todo en la vida que vendrá, eso es vivir unida a Cristo, con la mirada en Él, enfrentando con esa luz lo cotidiano, con la mirada hacia una cristificación total con Él, con todo y con todos.

Agradecer lo que no merecemos, perdonar lo que ya nos perdonaron y sobre todo amar siempre y a cada instante con el amor que solo un hijo de Dios puede comprender, el de Cristo.


Que la Virgen María nos guíe con su amor de Madre a la unión entrañable, audaz, vivaz y agradecida con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.


Apertura del Capítulo General de la OCist

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Perspectivas

Dom Mauro-Giuseppe Lepori, OCist

Abad General de la Orden Cisterciense

 

Apertura del Capítulo General de la OCist

 


Nos encontramos de nuevo después de 7 años desde el último Capítulo General. No han sido años fáciles, marcados por la pandemia de Covid-19, la creciente fragilidad de nuestras comunidades, varias dimisiones de superiores tras graves irregularidades y abusos de poder.

Muchas caras han cambiado en la formación de nuestro Capítulo General: han cambiado 7 Abades Presidentes, y tenemos una Congregación más, la de Santa Gertrudis la Grande. El Abad Presidente Eugenio Romagnuolo, de Casamari, nos dejó tristemente, víctima del Covid, en abril de 2020. Hay unos 43 nuevos superiores y superioras (tantos como la mitad de los miembros del Capítulo General), incluidos 7 administradores. 13 comunidades han perdido su estatus sui iuris por diversas razones.

Hasta ahora sólo hay un superior de un nuevo monasterio sui iuris, el de Phuoc Hiep en Vietnam. Grandes Superiores de la Orden han terminado su fiel servicio. La madre Gemma Punk, de Regina Mundi, dimitió tras 75 años como superiora. ¡Ahora sabemos que “reinó” más tiempo que la reina Isabel! La Madre Rosaria Saccol, de S. Giacomo di Veglia, dejó su oficio abacial después de 51 años y volvió santamente al Padre el 23 de noviembre de 2021. La madre Irmengard Senoner, de Mariengarten, ha finalizado recientemente su servicio tras 39 años de abadiato.

Quisiera mencionar a los superiores que, además de los mencionados, han vuelto a la Casa del Padre durante estos años: el Abad Presidente Emérito de la Congregación suprimida de María Mediadora de todas las Gracias, Dom Gerardus Hopstacken; el Abad Presidente Emérito de la Congregación de la Sagrada Familia, Dom Jean Lam; el Abad Presidente Emérito de la Congregación de San Bernardo en Italia, Dom Ambrogio Luigi Rottini; Madre Consolata de Frauenthal, Madre Assunta de Santa Susana, Aabad Bao de My Ca, Abad Christian de Rein, Abad Denis de Dallas, Madre Presentación Muro de Santo Domingo de la Calzada, Madre Agnes de Kismaros. Otra dolorosa pérdida para la Orden fue el prematuro fallecimiento del padre Sebastiano Paciolla el 22 de junio de 2021.

Los miembros del Capítulo General con derecho a voto pasaron en siete años de 100 a 87. El número de miembros de la Orden, a pesar de países como Vietnam y de algunas comunidades de Europa y Estados Unidos que tienen bastantes vocaciones, ha bajado de unos 2500 a 2217. Como le dije al Santo Padre cuando me reuní con él el 13 de junio: “Nos cuesta más caminar, pero caminamos juntos más”. El Papa Francisco me respondió citando un dicho africano: “Si quieres caminar rápido, camina solo, pero si quieres caminar seguro, camina junto a otros”. Sí, creo que caminamos juntos más, pero no siempre y no con todos. Al final, veremos con este Capítulo General si he dicho al Papa la verdad o una mentira. ¡Espero que no me obliguen a confesarme!

¿Para qué sirve un Capítulo General? La Carta Caritatis nos lo repite desde hace 903 años: “Que se ocupen de la salvación de sus almas; que den disposiciones sobre la observancia de la santa Regla o de la Orden, si hay algo que corregir o aumentar; que se reformen entre ellos por la paz y la caridad” (CC VII,2).

En esto, retoma muchas exhortaciones apostólicas, como la que San Pablo dirige a los Efesios:

“Os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor, esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos. (…) Realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el complejo de junturas que lo nutren, actuando a la medida de cada parte, se procura el crecimiento del cuerpo, para construcción de sí mismo en el amor.” (Ef 4,1-6.15-16)

El Papa Francisco, en todas sus exhortaciones para reavivar la naturaleza sinodal de la Iglesia, nos ayuda a redescubrir nuestro carisma cisterciense, precisamente como un “viaje juntos” de comunidades unidas por una única vocación, una única esperanza, una única fe, una única caridad. En mis cartas y en algunas conferencias de los últimos cuatro años, he tratado de estimular entre nosotros esta conciencia sinodal de nuestra vocación y misión, independientemente de las diferencias de observancia y estilo que vivimos en nuestras comunidades individuales o Congregaciones.

En esto me ayudó mucho la asistencia a varios encuentros de la Iglesia: el Sínodo de los Obispos de 2018 dedicado a los jóvenes, el encuentro en el Vaticano en febrero de 2019 sobre el tema de los abusos en la Iglesia, y luego el inicio del camino sinodal de toda la Iglesia los días 9 y 10 de octubre de 2021, un camino que culminará con el Sínodo de los Obispos del próximo año. También me estimuló en esto la sorpresa de ser elegido para el Consejo Ejecutivo de la Unión de Superiores Generales, y la sorpresa aún mayor de ser elegido vicepresidente de esta Unión.

No es una tarea que me exija mucho, afortunadamente, pero me ayuda a estar más atento a lo que palpita en la Iglesia universal y en el mundo. He intentado que la Orden forme parte de esta conciencia. Me he dado cuenta de la atención que prestan otras Órdenes religiosas a nuestra experiencia y sensibilidad monástica para afrontar los problemas y, sobre todo, para vivir la misión de la Iglesia. Es importante que seamos conscientes de ello, porque no es tanto el papel de abad general lo que me capacita para esta tarea, sino la vocación que comparto con cada uno de vosotros.

Lo dijo el Papa en su discurso de inicio del camino sinodal, hace exactamente un año, el 9 de octubre de 2021:

“Si no se cultiva una praxis eclesial que exprese la sinodalidad de manera concreta a cada paso del camino y del obrar, promoviendo la implicación real de todos y cada uno, la comunión y la misión corren el peligro de quedarse como términos un poco abstractos. Quisiera decir que celebrar un Sínodo siempre es hermoso e importante, pero es realmente provechoso si se convierte en expresión viva del ser Iglesia, de un actuar caracterizado por una participación auténtica. Y esto no por exigencias de estilo, sino de fe. La participación es una exigencia de la fe bautismal. Como afirma el apóstol Pablo, “todos nosotros fuimos bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo” (1 Co 12,13). En el cuerpo eclesial, el único punto de partida, y no puede ser otro, es el Bautismo, nuestro manantial de vida, del que deriva una idéntica dignidad de hijos de Dios, aun en la diferencia de ministerios y carismas. Por eso, todos estamos llamados a participar en la vida y misión de la Iglesia. Si falta una participación real de todo el Pueblo de Dios, los discursos sobre la comunión corren el riesgo de permanecer como intenciones piadosas.” (Momento de reflexión para el inicio del proceso sinodal, Discurso del Santo Padre Francisco, 9.10.2021)


Participar en la misión de la Iglesia

“Todos estamos llamados a participar en la vida y misión de la Iglesia”, dice el Papa Francisco. Me gustaría destacar esta frase, porque nos hace tomar conciencia de que el encuentro y el trabajo en común no es una tarea sólo nuestra, sino que debe estar animada por un aliento universal. Ciertamente, debemos, como nos pide la Carta Caritatis, ocuparnos de la salvación de nuestras almas, dar disposiciones sobre la observancia de la santa Regla u Orden, corregir o acrecentar la vida de nuestras comunidades y reformarnos entre nosotros por la paz y la caridad (cf. CC VII,2).

Pero si en todo esto no pensamos en la misión de toda la Iglesia, es decir, no pensamos en la salvación de todo el mundo, todo el trabajo sobre nosotros mismos será narcisista, estéril, y no dará ningún fruto, ni siquiera para nosotros mismos. Porque desde el principio nuestra Orden se ha mantenido unida y trabaja en su propia conversión “deseando beneficiar a los miembros de la Orden y a todos los hijos de la santa Iglesia - prodesse illis omnibusque sanctae Ecclesiae filiis cupientes” (CC I,3). Los “hijos de la Iglesia” significa toda la humanidad. Estamos llamados a ser padres y madres, hermanos y hermanas de toda la humanidad. No la humanidad en abstracto, sino la humanidad que nace, vive, trabaja, sufre y muere en el mundo de hoy. No debemos sentirnos estériles e inútiles si no tenemos vocaciones o si tenemos que cerrar algún monasterio. Debemos sentirnos estériles e inútiles si vivimos nuestra vocación sin esta pasión por toda la humanidad.

El Papa habla siempre de la “Iglesia en salida”, es decir, de la pasión misionera que hace que toda la Iglesia se esfuerce por llegar a todas las ovejas desorientadas y alejadas del rebaño de Cristo. También nosotros, respetando las características más contemplativas o más apostólicas de cada una de nuestras Congregaciones y comunidades, debemos encontrar y reavivar esta irradiación misionera, para permanecer vivos y, sobre todo, regocijados en la alegría del Evangelio. Como vuelve a escribir el Papa en la Evangelii Gaudium:

“Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.” (EG 20)

A veces nos volvemos sombríos y descontentos, susceptibles y caprichosos, simplemente porque olvidamos el sufrimiento del mundo, olvidamos la pandemia, la pobreza, la guerra, el hambre, la vida sin sentido de tantos hombres y mujeres, de tantos jóvenes. Olvidamos el dolor inocente de demasiados niños, la inseguridad en la que viven tantas familias, las dificultades económicas y sociales de los laicos. Olvidamos a los cristianos perseguidos, olvidamos a los mártires. Olvidamos a los migrantes. Olvidamos la tristeza de los pecadores que no se encuentran con el Redentor.

En definitiva, nos olvidamos de todas las ovejas perdidas sin pastor, es decir, nos olvidamos de la compasión de Cristo por la humanidad (cf. Mc 6,34). Cuántas veces, junto con algunos de vosotros, ante problemas que nunca se resuelven, en los que continuamente se reavivan conflictos, reivindicaciones, desobediencias, infidelidades, nos hemos dicho: pero ¿qué tiene todo esto que ver con la salvación del mundo y, por tanto, con Cristo que vino a vivir, sufrir, morir y resucitar para salvarnos?

Pero es reconfortante ver que la mayoría de las comunidades y personas viven con esta conciencia misionera, y esto hace que su vida sea grande y radiante, incluso y especialmente cuando las circunstancias, las condiciones, la salud, les obligan a reducir la acción. Los que aman mucho, aunque no puedan hacer nada, actúan como Dios.

Muchos hermanos y hermanas tienen, por así decirlo, un “corazón en salida”, es decir, un corazón eclesial, misionero, incluso y sobre todo si sólo pueden rezar, y sobre todo ofrecer todo por la salvación del mundo. Me alegra ver en todo el mundo que tantos jóvenes de nuestras comunidades tienen este sentido universal de nuestra vocación, y esto me llena de esperanza.

Con esta esperanza comienzo nuestro Capítulo General, en el que ya hemos invocado al Espíritu Santo y seguiremos invocándolo, haciendo epíclesis sobre todo lo que viviremos, diremos, pensaremos y sentiremos durante estos días, para que todo sea ofrecido al Espíritu para que encarne a Cristo Redentor, Misericordia del Padre, como en el seno de María, Madre de la Iglesia, Madre de Cîteaux.

Discurso de Su Santidad Benedicto XVI (2008)

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Meditación

En homenaje al Papa Benedicto XVI (1927-2022)

 

El Carácter Ejemplar de la Vida Monástica


Discurso de Su Santidad Benedicto XVI a la asamblea de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.

(20 de noviembre de 2008)

 

 

[…] Recientemente (cf. Discurso al mundo de la cultura en París, 12 de septiembre de 2008) puse de relieve la ejemplaridad de la vida monástica en la historia, subrayando que su finalidad es sencilla y, al mismo tiempo esencial: quaerere Deum, buscar a Dios y buscarlo a través de Jesucristo que lo reveló (cf. Jn 1, 18), tratando de fijar la mirada en las realidades invisibles que son eternas (cf. 2 Co 4, 18), en espera de la manifestación gloriosa del Salvador (cf. Tt 2, 13).

Christo omnino nihil praeponere [no anteponer nada a Cristo] (cf. Regla de san Benito 72, 11; san Agustín, Enarr. In Ps. 29, 9; san Cipriano, Ad Fort. 4). Esta expresión, que la Regla de san Benito toma de la tradición precedente, expresa muy bien el valioso tesoro de la vida monástica que se sigue practicando aún hoy tanto en el Occidente como en el Oriente cristiano. Es una invitación apremiante a plasmar la vida monástica hasta hacerla memoria evangélica de la Iglesia y, cuando se la vive de forma auténtica, es "ejemplaridad de vida bautismal" (cf. Juan Pablo II, Orientale lumen, 9). En virtud de la primacía absoluta reservada a Cristo, los monasterios están llamados ser lugares en los que se realice la celebración de la gloria de Dios, se adore y se cante la presencia divina en el mundo, misteriosa pero real; se trata de vivir el mandamiento nuevo del amor y del servicio recíproco, preparando así la “revelación final de los Hijos de Dios” (cf Rom. 8, 19).

Cuando los monjes viven el Evangelio de forma radical, cuando los que se dedican a la vida totalmente contemplativa cultivan en profundidad la unión esponsal con Cristo, de la que habla ampliamente la instrucción de esta Congregación "Verbi Sponsa" (13 de mayo de 1999), el monaquismo puede constituir para todas las formas de vida religiosa y de consagración una memoria de lo que es esencial y tiene la primacía en toda vida bautismal: buscar a Cristo y no anteponer nada a su amor.

El camino señalado por Dios para esta búsqueda y este amor es su misma Palabra, quien, en los libros de la Sagrada Escritura, se ofrece abundantemente para la reflexión de los hombres. Por tanto, el deseo de Dios y el amor a su Palabra se alimentan recíprocamente y suscitan en la vida monástica la exigencia insuprimible del opus Dei, del studium orationis y de la lectio divina, que es escucha de la Palabra de Dios, acompañada por las grandes voces de la tradición de los Padres y de los santos; y es también oración orientada y sostenida por esta Palabra.

La reciente Asamblea general del Sínodo de los obispos, que se celebró en Roma el pasado mes de octubre sobre el tema: "La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia", al renovar el llamamiento a todos los cristianos a arraigar su existencia en la escucha de la Palabra de Dios contenida en la Sagrada Escritura, invitó en especial a las comunidades religiosas y a cada hombre y mujer consagrados a hacer de la Palabra de Dios su alimento diario, en particular por medio de la práctica de la lectio divina (cf. Elenchus praepositionum, n. 4).

Queridos hermanos y hermanas, quienes entran en un monasterio buscan en él un oasis espiritual donde aprender a vivir como verdaderos discípulos de Cristo, en serena y perseverante comunión fraterna, acogiendo también a posibles huéspedes como a Cristo mismo (cf. Regla de san Benito, 53, 1). Este es el testimonio que la Iglesia pide al monaquismo también en nuestro tiempo. Invoquemos a María, Madre del Señor, la "mujer de la escucha", que no antepuso nada al amor del Hijo de Dios nacido de ella, para que ayude a las comunidades de vida consagrada y especialmente a las monásticas a ser fieles a su vocación y misión.

Los monasterios han de ser cada vez más oasis de vida ascética, donde se perciba la fascinación de la unión esponsal con Cristo y donde la opción por lo Absoluto de Dios esté envuelta en un clima constante de silencio y de contemplación.

A la vez que os aseguro mi oración por esta intención, imparto de corazón la bendición apostólica a todos los que participáis en la asamblea plenaria, a los que trabajan en vuestro dicasterio, así como a los miembros de los diversos institutos de vida consagrada, y especialmente a los de vida totalmente contemplativa. Que el Señor derrame sobre cada uno la abundancia de sus consolaciones.

 

Copyright © 2008-Libreria Editrice Vaticana.

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La Prevención del Abuso en las Comunidades Femeninas

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Cuestiones de actualidad

Isabelle Jonveaux

Socióloga

 

La Prevención del Abuso en las Comunidades Femeninas

Cuestionando la estructura de las comunidades

 


El tema del abuso, especialmente por parte de sacerdotes sobre niños, es abrumadoramente omnipresente en la Iglesia. La cuestión de los abusos a monjas y religiosas ha necesitado más tiempo para hacerse visible en los medios. En Europa, es esencialmente con la documentación de Arte[1] en 2019 que este tema ha entrado en la conciencia del público en general. La lucha de las religiosas contra estos abusos con respecto a la Iglesia data de mucho antes, encontrando muchas dificultades. Como socióloga de la vida monástica, me he encontrado, en el curso de mis investigaciones, en Europa desde 2004 y en África desde 2013 con varias situaciones abusivas. Pero tales abusos normalmente no comienzan con la agresión sexual, sino que son preparados por el abuso espiritual.

Al no ser psicóloga no trabajo con víctimas ni casos directos de maltrato. Mis preguntas se refieren a las estructuras que hacen posible tal abuso. Busco arrojar luz sobre los elementos estructurales que abren la puerta a tales consecuencias, muchas veces invisibles. Evidentemente no es relevante considerar que todas las comunidades femeninas están expuestas a los mismos riesgos, sino identificar los modos de funcionamiento que pueden facilitar el abuso de autoridad, espiritual o sexual.


1. Las estructuras de las comunidades femeninas

He identificado cinco niveles de estructura cuya combinación hace posibles formas de abuso y eventualmente fomenta el silencio de las víctimas.


  • Estructuras internas de autoridad en las comunidades femeninas

En el curso de mis investigaciones he establecido claramente que las estructuras de autoridad son más estrictas en las comunidades femeninas que en las masculinas. La autoridad está mucho más centrada en la persona del Superior. Me ha pasado muchas veces que cuando le pedí algo a una hermana, por ejemplo, una entrevista, he recibido respuesta “debo preguntarle a la abadesa”, mientras que los hombres eran más capaces de darme una respuesta directa. Esta estructura de autoridad conduce a lo que la cisterciense Michaela Pfeifer llama “una mentalidad de hospital”[2], donde las hermanas ya no se sienten dueñas de sí mismas, sino que abandonan toda su voluntad adulta a la superiora. ¿Por qué la obediencia se vive de manera diferente en comunidades que viven bajo la misma regla, por ejemplo, la de San Benito? La hermana benedictina estadounidense Shawn Carruth muestra que la obediencia se ha desarrollado en la Iglesia como una virtud propiamente femenina, asociada a la humildad, dentro de una estructura patriarcal:

“Se da obediencia a la estructura patriarcal al dársela a quienes entienden el poder como control. El silencio impide que las mujeres expresemos nuestra propia realidad y nuestra propia comprensión de la realidad del mundo. … La humildad impuesta a las mujeres nos enseña a aceptar una posición subordinada y la etiqueta de incapacidad que nos imponen los presupuestos patriarcales”.[3]

En este sentido, las estructuras más severas de autoridad en las comunidades femeninas sería un residuo de la autoridad masculina en los monasterios femeninos.


  • Jerarquías institucionales y sistemas de acompañamiento

Debido a las estructuras institucionales jerárquicas existentes, la mayoría de las comunidades femeninas están bajo la autoridad de figuras masculinas. Muchas de ellas están directamente bajo la jurisdicción del obispo. En ciertas Órdenes mixtas las comunidades femeninas van sistemáticamente acompañadas de comunidades masculinas, mientras que las comunidades masculinas van siempre acompañadas de comunidades masculinas. Estas estructuras de autoridad se refieren igualmente a la toma de decisiones y la gestión de bienes. Además, en ciertas diócesis el uso de religiosas está regulado por contratos específicos donde la hermana cobra menos que un hermano o laico en el mismo trabajo.


  • Relaciones entre comunidades masculinas y femeninas

Las relaciones entre comunidades masculinas y femeninas pueden verse en los acontecimientos de la vida diaria, en particular la diferencia de estatus otorgada a los Superiores masculinos. Por ejemplo, en una celebración en un monasterio benedictino austríaco a la que fueron invitados representantes de los monasterios vecinos, los abades se sentaron en coro con los monjes, mientras que la priora del monasterio vecino de hermanas benedictinas se encontró con algunas hermanas en la asamblea. Sigue siendo raro, como lamentó un monje benedictino en una entrevista, que las hermanas prediquen un retiro para monjes, aunque la gran mayoría de los retiros para monjas son predicados por hombres. Además, es frecuente, incluso en Europa, que las hermanas apostólicas sirvan a las comunidades masculinas en el hogar y la cocina, lo que implica directamente desigualdad. Incluso se han fundado algunas comunidades femeninas con este fin.


  • Relaciones entre hermanas y sacerdotes

En ciertas comunidades femeninas, especialmente en las comunidades nuevas, la figura del sacerdote sigue siendo una autoridad incontestable. Esto significa que cuando un sacerdote se comporta de manera inapropiada, no se hacen preguntas. Así, una hermana austríaca de una comunidad nueva (desde que partió) me dijo que cuando un sacerdote visitaba una comunidad, las hermanas tenían que abandonar todo lo que estaban haciendo para estar a su servicio.


  • Estructuras espaciales y organización del espacio

Las estructuras espaciales pueden facilitar el abuso o el silencio consiguiente, en particular el espacio donde las hermanas se encuentran con los sacerdotes, pero también la forma en la que se maneja la autoridad de los sacerdotes en la Iglesia. He podido observar, por ejemplo, en una comunidad nueva, una elevación del presbiterio de unos dos metros sobre la sillería del coro de las hermanas, mientras que otras comunidades femeninas por el contrario han reorganizado su capilla para introducir una mayor igualdad entre el sacerdote y las hermanas, y entre la liturgia de la Palabra y la de la Eucaristía en el altar durante la Misa.


2. Las Hermanas en la Estructura Religiosa

El segundo nivel de interrogación se refiere al lugar de la hermana individual en estas estructuras. Las estructuras de autoridad y obediencia operan en tres niveles: intelectual, espiritual y corporal.


a. Nivel intelectual

El abuso de autoridad prospera especialmente cuando el nivel de conocimiento es desigual. En mis indagaciones he identificado una importante desigualdad en el acceso de monjes y monjas a los estudios. El acceso más importante de los hermanos al estudio está vinculado en primer lugar a la función sacerdotal, que implica al menos cinco años de estudio de filosofía y teología. Así en Austria el 95% de los monjes benedictinos tienen al menos el grado de Maestro. Las monjas tienen más dificultad de acceso a los estudios y la formación, bien porque ciertas órdenes han cultivado históricamente la negativa a estudiar por humildad (por ejemplo, las Clarisas) o bien porque el encierro más estricto de las comunidades femeninas dificulta el acceso a los estudios fuera del monasterio. La falta de formación intelectual y de conocimientos puede dar lugar a diferentes formas de abuso. Una hermana trapense en África que había recibido formación en psicología me dijo en una entrevista:

A veces, como no conocemos nuestros derechos, hay ciertas anomalías... He visto en la vida del monasterio ciertas cosas que impone el abad que no son normales. A veces es el joven el que tiene razón, pero como el abad no tiene un conocimiento firme de sus derechos, el joven tiene que pasar por dificultades. Pero en el caso del Maestro se ve claramente que a veces se toleran ciertas cosas que no se deberían tolerar.

El desconocimiento de los derechos concretos de la hermana profesa, de la novicia o de la superiora puede dar lugar a situaciones de abuso que la víctima no identifica como tales. Los estudios u otra formación pueden contribuir a evitarlos.


b. Nivel espiritual

En la vida religiosa femenina la autoridad espiritual está en manos igualmente de la superiora y del sacerdote encargado del acompañamiento espiritual de las hermanas. El abuso espiritual entra en juego principalmente cuando el abuso de autoridad se justifica por motivos religiosos. En el caso de las comunidades de hermanas, esta forma de abuso se produce especialmente cuando el sacerdote que acompaña a la comunidad o a las hermanas individualmente es una autoridad indiscutible y el sacerdote o confesor acompañante es impuesto por la superiora. La centralización del poder espiritual en un monasterio de hermanas en un solo sacerdote presenta un peligro adicional de abuso espiritual.


c. Nivel corporal e intimidad

El nivel corporal de intimidad en las estructuras de autoridad de la vida religiosa femenina es el más crítico en la ocurrencia de diversas formas de abuso. La renuncia a las posesiones implica en una gran parte de los monasterios la ausencia de una cuenta bancaria personal. En varias situaciones, los monjes y las monjas reciben dinero de bolsillo para comprar lo que necesitan localmente o pueden pedir lo que se necesita. Las consultas han demostrado que situaciones en las que absolutamente todo se recibe y/o solicita son más frecuentes en los monasterios de hermanas.

También es más frecuente que las monjas tengan que pedir por escrito lo que necesitan a la ecónoma o a veces a la superiora. Este sistema se vuelve más problemático cuando toca la intimidad de hermanas individualmente. La hermana austriaca ya mencionada dijo que durante diez años se había lavado sin jabón porque solo había un tipo disponible y no podía tener otro. La pregunta se vuelve aún más íntima cuando se trata de la salud menstrual. La misma hermana informó que solo se ofrecía un tipo de protección higiénica y que no era posible solicitar ninguna otra.

Del mismo modo, un benedictino en Kenia, que acompaña espiritualmente a una comunidad de hermanas que he estudiado, dijo que las hermanas estaban obligadas a pedir por escrito todo lo que necesitaban. Las que no se atrevían a pedir productos para la higiene menstrual tenían que arreglárselas con lo que encontraban, a pesar del riesgo para su salud. El control del cuerpo y de su intimidad constituye una forma de ascesis que no sólo es más plausible, sino que roza el abuso de autoridad. El cuerpo y su intimidad son, por lo tanto, particularmente centrales para el riesgo de abuso de autoridad en los monasterios de mujeres, y pueden conducir a un despojo de sus cuerpos que puede exponerlas a otras formas de abuso.


Conclusión

Este ha sido un rápido panorama de los diferentes niveles de estructura de las comunidades femeninas que pueden[4] conducir al abuso de autoridad, espiritual o sexual. La prevención de diferentes tipos de abuso, cometidos de manera interna en la comunidad, por sacerdotes o religiosos sobre hermanas, debe pasar por el interrogatorio de estas estructuras. La mayoría de estas estructuras han sido heredadas de siglos de dominación masculina en la Iglesia y la espiritualidad de la obediencia y la humildad exagerada en los monasterios ha tenido una tendencia a disminuir el libre albedrío. El cuestionamiento de estas estructuras significa, por tanto, por un lado, arrojar luz sobre las desviaciones y, por otro, sobre su efecto en el reclutamiento y el trabajo de comunidades particulares para reajustar estas estructuras y así reducir los riesgos.


[1] Arte es una cadena Franco-germana a distancia.

[2] PFEIFER, Michaela, (2006) « Le renoncement conduit-il à la liberté ? Réflexion systématique sur l’ascèse dans la RB », Revue de spiritualité monastique, vol. 68 (1), p. 11.

[3] CARRUTH Shawn, (2000) “The monastic virtues of obedience, silence and humility: a feminist perspective”, The American Benedictine Review, 51(2), p. 126.

[4] Una vez más, no se trata de considerarlas sistemáticas, ya que el abuso es perpetrado por personas particulares.

La Gracia de Hacer una Fundación y la Experiencia del Retorno

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Testigos

Dom Robert Igo, OSB

Abad de Ampleforth (Reino Unido)

 

La Gracia de Hacer una Fundación

y la Experiencia del Retorno

 


Cuando en 1995 se me pidió que fuera a Zimbabue e hiciera una fundación monástica, tenía cinco buenas razones por las que no me consideraba la persona indicada. Afortunadamente escuché la voz del Espíritu Santo y dije: “sí”. Si hubiera escuchado la voz de la duda y el miedo, me habría perdido la mayor gracia de mi vida. Cuatro años de cuidadosa investigación por parte de la comunidad de Ampleforth llevaron a los hermanos a dar un salto de fe, pero probablemente pocos entendieron completamente lo que significaría esa decisión, sobre todo aquellos a quienes se les pidió que fueran e hicieran la fundación. No hay libros que describan claramente las reglas básicas para hacer una fundación monástica. Realmente es un camino de fe.

Las Fundaciones están lejos de ser fáciles y, tal como dar a luz, son complicadas, dolorosas, llenas de miedo y anticipación, pero al mismo tiempo cambian la vida. ¿Qué me han enseñado esos 25 años? La respuesta simple y veraz es que he aprendido más de lo que puedo decir en una breve reflexión. El tiempo en Zimbabue abrió mi mente y mi corazón y profundizó mi fe cristiana y mi comprensión de la vida monástica.

Desde el principio fuimos a Zimbabue respetando la nueva cultura que estábamos por adoptar. Aprendimos pronto a ser flexibles y creativos, permaneciendo abiertos a lo que la experiencia diaria nos presentara. Sin embargo, estábamos convencidos de que teníamos que tener muy claro lo esencial de nuestra vocación monástica que deseábamos compartir con los demás: una vida de fe, basada en la Palabra de Dios y guiada por la Regla. Una vida alimentada por el Oficio Divino y vivida en una comunidad fuerte que vivía del trabajo de sus propias manos. Sentimos que teníamos una semilla llamada "sabiduría monástica" y que nuestra prioridad era escuchar y aprender sobre la tierra en la que se plantaría esta semilla. La escucha y la voluntad de aprender fueron valores clave.

Incluso antes de poner un pie en suelo zimbabuense, habíamos comenzado a volver a lo básico y a mirar de nuevo los diferentes elementos de la Regla de San Benito. Esta reflexión corporativa nos llevó a la convicción de que necesitábamos ser una comunidad que estuviera “en formación” para que pudiéramos convertirnos en una comunidad capaz de formar a otros.

Por esta razón, dimos mucha importancia a formarnos como una verdadera comunidad de hermanos, una familia que no sólo rezaba junta sino que trabajaba junta, asumiendo las responsabilidades de la cocina, la limpieza, el mantenimiento, etc. Creíamos que era nuestra vida en común la mayor herramienta de evangelización. Decidimos que no aceptaríamos postulantes en nuestra comunidad durante diez años, dándonos tiempo para aprender el idioma, la cultura y construir juntos una familia de la que otros pudieran formar parte.

Capilla del monasterio de Cristo la Palabra, Macheke, Zimbabue. © AIM.

Tratar de convertirse en una comunidad así, mientras nos adaptábamos a una cultura y un clima diferentes, no siempre fue fácil o cómodo. Involucró tiempo, tolerancia, errores, malentendidos y perseverancia. Las personas no se convierten necesariamente en una comunidad simplemente porque viven en el mismo edificio una al lado de la otra. Constantemente nos recordábamos que la comunidad era lo primero y desde esa sólida base fluiría nuestro apostolado.

Pensar y reflexionar sobre la formación fue un regalo más. A través de nuestra reflexión nos dimos cuenta de que queríamos ante todo transmitir vida no solo costumbres. Aprendí de manera concreta el peligro de invitar a la gente a convertirse en miembros de un grupo en lugar de tomar personas en un camino de discipulado. Esta reflexión común fue en sí misma una formación vital de la comunidad. Eventualmente, nuestro documento de formación “Una vida de transformación” nació y, en un sentido real, la formación fue “propiedad” de toda la comunidad y ciertamente nos enriquecimos con toda esa experiencia.

La tercera experiencia seminal fue la relación con la Iglesia más amplia y la localidad en la que vivíamos. A través de los retiros en el monasterio y en otros lugares, a través del compartir con nuestros visitantes y la confianza que los obispos mostraron, nos sentimos parte de la Iglesia en general y, por lo tanto, apreciamos mucho más los desafíos y problemas que enfrentaban los demás. Eso era igualmente cierto para la gente de los alrededores. Nuestro alcance caritativo, ayudar a financiar la escuela de los niños, alimentar a las familias necesitadas, la poca asistencia médica que podíamos brindar, permitió que se fortaleciera una relación real con la población local. La gente de la zona conocía el monasterio y conocían a los hermanos. Nos habíamos convertido en parte de su vida.

Un camino vivo de fe en un entorno donde la fe era vibrante, viva y creciente fue emocionante y lleno de desafíos, pero no estuvo exento de problemas. Cada día teníamos que poner la confianza en Dios. Lo que he encontrado a mi regreso a Europa es una Iglesia que a menudo parece estar cansada y envejecida. Una Iglesia que parece estar atada a su infraestructura, que con demasiada frecuencia predetermina su misión. Una Iglesia donde la conversación se trata de números que caen en lugar de posibilidades futuras. Volver a un monasterio de larga y arraigada tradición, de mayor tamaño y que se enfrenta a un momento de transición, no siempre ha sido sencillo. El contraste entre una pequeña comunidad en evolución que permitía la espontaneidad y un sentido de familia con una comunidad inmersa en formas de vida institucionales ha requerido de mi ser paciente, humilde y sensible.

La comparación nunca es útil si conduce a dar preferencia a una cosa sobre otra. He aprendido a respetar las diferencias y a verlas como una oportunidad y no como una amenaza. Siempre he amado a mi comunidad ya sea en Zimbabue o en Ampleforth. De hecho, una de las lecciones más grandes que he aprendido es que lo esencial es la calidad de nuestra vida juntos, sin importar dónde estemos. El testimonio que damos de la fe y el cuidado que nos damos unos a otros es nuestro testimonio del Evangelio de la vida. Sin embargo, mi tiempo en Zimbabue en un monasterio joven y en desarrollo me ha permitido soñar sueños.

Consejo de AIM en Ampleforth, noviembre 2022. © AIM.

Sueño, por lo tanto, con una familia monástica, no solo con una colección de monjes que viven en el mismo edificio. Una familia apasionada por el Evangelio y que disfruta de un encuentro vivo con Jesús. Discípulos de Jesús cuya vida de oración es una puerta que los atrae a ellos y a otros a la gran sed de Dios y de servicio al mundo. Una comunidad de hermanos que reconoce los dones, necesidades y limitaciones individuales de cada uno de los miembros de su familia, cuidándose de manera creativa y práctica, trabajando en la construcción de la comprensión y la confianza mutuas. Una comunidad donde el amor no es sólo una palabra piadosa sino una experiencia vivida y sentida. Donde trabajamos para crear un sentido de pertenencia.

Sueño con una fraternidad monástica que sea acogedora y esté abierta a los demás, especialmente a aquellos que están buscando fe, significado y propósito. Hijos de San Benito que ven en la vivencia fiel de los votos su principal herramienta de evangelización y que tienen la misión genuina de llevar a otros a una relación con Cristo. Una comunidad que es una fuente vibrante de espiritual para la Diócesis y más allá, y que busca oportunidades para celebrar la fe junto con una variedad de personas. Una comunidad que quiere ser santa y animar a otros a hacer lo mismo. Una comunidad que quiere vivir la vida al máximo.

Esto es lo que me ha aportado mi experiencia de estar en una fundación, la capacidad de soñar con algo diferente y mi experiencia de volver a donde comenzó mi vocación, ahora como Abad, es compartir humildemente este sueño con los demás.

Hna. Josephine Mary Miller

10

Grandes figuras de la vida monástica

 Hna. Marie-Paule, OCBE

Cisterciense Bernardina de Esquermes

 

Sœur Josephine Mary Miller

(1948-2022)


Josephine Miller nació el 16 de abril de 1948 en Exeter en Devon. Cuando era muy joven, sus padres regresaron a la costa este y se establecieron en Southend-on-Sea en Essex. Este pueblo, en la desembocadura del Támesis, era el que ella consideraba su país natal. Toda su vida permaneció fuertemente unida a él.

Hubo tres hijas en la familia, de las cuales Josephine era la segunda. Fue precedida por Isabel y seguida por Ana. Las tres fueron educados en St Bernard's Convent High School en Westcliff-on-Sea. La escuela era dirigida por Cistercienses Bernardinas d'Esquermes.

Su primer contacto con las Bernardinas fue cuando ella tenía cuatro años, cuando ingresó a la escuela de Lindisfarne, una pequeña escuela primaria también dirigida por las Bernardinas. Según sus propias palabras, era muy joven cuando deseó por primera vez ser religiosa. A los 18 años, en septiembre de 1966, entró en el noviciado en el monasterio de Notre-Dame de la Plaine en Francia, experiencia fundacional que describe así:

Entré al noviciado, en Francia, justo después del Concilio, cuando apenas se empezaba a hablar de aggiornamento y menos aún de inculturación. Siendo inglesa y muy joven, no podía juzgar qué era monástico y qué cisterciense y cuál era el estilo de vida francés, qué podía y debía cambiar. Estaba perdida, con una maestra de novicias muy sabia y muy santa, pero al menos tres veces mayor que yo. ¡Nuestras conversaciones fueron bastante breves! Sin embargo, el Señor me tomó de la mano; me permitió descubrir las antífonas de Adviento y luego las antífonas de la “O”, luego los responsorios de las Vigilias de Navidad, en latín, y me puse en camino. Mi amor por la liturgia, luego por la Biblia, luego por la vida monástica datan de esa experiencia.

En mi opinión, lo que he descrito fue una experiencia muy cisterciense, aunque en ese momento yo no lo supiera por completo. El Señor tomó la iniciativa; reavivó una fe que empezaba a flaquear y me hizo vivir una primera experiencia de gozo espiritual; me enseñó a gustar y a saborear la Palabra de Dios sin descuidar la inteligencia, incluso si ese no era el punto de partida. Fue una experiencia cisterciense, humana, espiritual y muy sencilla.[1]

Una experiencia sobre la que construirá a lo largo de su vida, labrando los surcos con paciencia, con perseverancia, con toda sencillez.

Efectivamente, la Hna. Josephine Mary amaba la vida monástica con todo su corazón, con sencillez y autenticidad. Amaba la liturgia que la alimentaba diariamente, las lecturas, las antífonas y las oraciones estaban firmemente ancladas en su memoria y moldeaban su vida cotidiana. Participó en esta liturgia comunitaria como cantora (estaba dotada de una hermosa voz) y como líder. Es por eso que asumió un papel determinante en la renovación litúrgica de las Bernardinas inglesas en los años posteriores al Concilio Vaticano II. Su fe era profunda y su vida espiritual se alimentaba de su pasión por los escritos de San Bernardo.

Si mantuvo cierta reserva en la comunidad, Sor Josephine Mary tenía una autoridad moral natural, tiempo apreciada y respetada al mismo por las hermanas. Prestaba gran atención a la gente y era buena para escuchar. Hermanas, oblatas, otros superiores monásticos, clérigos de otras confesiones buscaron su consejo, apreciaron su acompañamiento y valoraron su apoyo.

Con un don natural para los idiomas, enseñó primero en St Bernard's Convent, Westcliff-on-Sea, luego en Slough, hasta su elección como Priora General en 1990. Gran pedagoga, buena maestra, excelente guía, sabía cómo sacar lo mejor de los demás, dándoles confianza y al mismo tiempo siendo exigente con ellos. Desde 1978 sirvió a la Orden como maestra de novicias en Slough de 1978 a 1990, Priora General de 1990 a 1998 y Priora en Hyning de 2008 a 2020.

Como Priora General llevó la delicada carga de la reestructuración en Francia, como consecuencia de la disminución de vocaciones, el cierre de un Liceo profesional, la retirada de la comunidad de Cambrai y la transferencia de la escuela a la diócesis. También en Inglaterra fue necesario acompañar el discernimiento que condujo a la salida de St Bernard's Convent Grammar School en Slough, transferida a la diócesis, y el traslado de la comunidad a Brownshill en Gloucestershire. La misma historia en Japón; a medida que la comunidad envejecía, llegó el momento de trasladar las escuelas a otra Congregación y establecer la comunidad en otro lugar.

Aún más difícil: el cuidado de las comunidades de Goma y Buhimba en el momento de los acontecimientos de 1994 en Ruanda, luego en el curso de los acontecimientos en 1996 la huida de las hermanas de Buhimba, algunas de ellas imposibles de localizar durante varias semanas, muy lejos de la Casa General. También acompañó y apoyó la búsqueda de un nuevo lugar en África y la fundación de Notre-Dame de Bafor en Burkina Faso.

Al final de su mandato aceptó los deseos de las hermanas de Japón de que la Orden fundara un nuevo monasterio en Asia para que el carisma de las cistercienses bernardinas permaneciera en ese continente y que así, el desaparecido monasterio de Japón, siguiera dando vida, plantando una semilla en otro lugar. La siguiente Priora General completó la tarea.

Mirando hacia atrás en estos años, Hna. Josephine Mary escribió:

Fue una época muy animada. Nuestra fe y nuestra esperanza fueron puestas a prueba, a menudo muy duramente, y podemos estar bastante seguros de que seguirá así. Necesitábamos buscar juntos y descubrir progresivamente los caminos que debíamos recorrer. Habríamos podido dejar caer fácilmente nuestras manos y desanimarnos. Me parece que el Señor más bien nos invita a espera, a orar más, a purificar nuestra fe, a tener confianza, a construir juntos algo muy modesto pero auténtico.[2]

Los diferentes servicios que se le pedían, primero en la comunidad y en la Orden, luego más allá de sus fronteras, le permitieron compartir con generosidad y fraternidad los frutos de su experiencia en el mundo monástico: aportes a congresos y sesiones, animación de comunidades , acompañamiento de comunidades en el curso de numerosas visitas periódicas tanto de cistercienses como de benedictinos, miembro de numerosas comisiones de ayuda, conferencias en el programa de formadores benedictinos y cistercienses en Roma, diez años en el Consejo de AIM, incluidos cinco años en la Comité Ejecutivo.

Para ella las comunidades debían vivir abiertas a la diócesis, a Iglesia universal, atenta a los cambios del mundo. Como mujer de fe, bien arraigada en Cristo, miró con lucidez los cambios de nuestra época sin derrotismos. Esto es lo que dijo a los superiores monásticos de la Región Insular en 2003:

Esta situación en evolución, que nos parece amenazante, es en realidad una gran gracia, [3] si tenemos suficiente fe para verlo así. Estamos obligados a redefinir nuestras prioridades y preguntarnos cómo, concretamente, podemos poner nuestra búsqueda de Dios en el primer lugar de nuestra vida cotidiana.

En otras palabras, esto significa reconocer que a través de lo que estamos experimentando como pérdidas, Dios nos está invitando a aceptar más explícitamente los valores del Reino, valores que nuestro mundo necesita ver. [4]

Después de dieciocho años como Priora General, fue nombrada Priora de Hyning en Inglaterra. Allí continuó el mismo tipo de servicio: responsable de la Comisión encargada de la revisión de las constituciones de la Orden, Presidente de la Unión de Superiores Monásticos del Reino Unido (UMS), acompañando a varias comunidades en el proceso de discernimiento de un nuevo futuro Visitador Apostólico de una comunidad belga, etc.

En 2018, siendo todavía Priora y activa al servicio de la Orden y de la Iglesia, fue diagnosticada con cáncer. Desde el principio le dijeron que era incurable. Ella lo aceptó con lucidez durante los últimos cuatro años de su vida. Valiente y confiando firmemente en el Señor cuando tenía grandes responsabilidades, permaneció igual durante su enfermedad. Su fuerte fe en la Resurrección y su pacífica aceptación de la voluntad de Dios a lo largo de su vida le ayudaron en las últimas semanas. Su personalidad rica y fuerte se había vuelto más simple y gentil durante su último mandato, un punto culminante en su servicio en la escuela del Señor. Murió en paz el 16 de febrero de 2022 en el Hospicio de St. John en Lancaster, lista para encontrarse con el Señor a quien había amado, deseado y servido tan fielmente.


[1] Conferencia sobre el tema: “La Formación” dada en Leríns (Francia), mayo de 2000.

[2] Introducción del reporte al Capítulo de 2022.

[3] El subrayado es nuestro.

[4] “Chaos and Peace” Charla en el Encuentro de Superiores Monásticos de la Región Insular de Hawk-stone Hall-England, en octubre de 2003.

Beato Dom Columba Marmion

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Grandes figuras de la vida monástica

 P. Réginald-Ferdinand Poswick, osb

Abadía de Maredsous. Vice-postulacor de la Causa de Beatificación

 

Beato Dom Columba Marmion

(1858-1923)

 

La comunidad benedictina de Maredsous tiene el privilegio de tener entre sus miembros a Dom Columba Marmion, su tercer abad (1909-1923), reconocido como “Beato” por la Iglesia universal en el momento del gran Jubileo del año 2000.

Joseph Marmion, irlandés nacido en Dublín en 1858, fue primero sacerdote de la diócesis de Dublín, tras sus brillantes estudios teológicos en Roma. Atraído a Maredsous por un compañero de estudios belga, quedó encantado con este monasterio que tuvo un papel remarcable en la renovación católica de finales del siglo XIX. Entró en Maredsous en 1886.

Desde 1899 fue enviado a reforzar el equipo de fundadores de la abadía de Mont-César en Lovaina. Allí desarrolló sus dotes de predicador y director espiritual, llegando a ser especialmente confesor, confidente y amigo del futuro primado de Bélgica, el cardenal Mercier. Como abad de Maredsous (elegido en septiembre de 1909) manejó con delicadeza todos los problemas de un gran monasterio en pleno proceso de expansión.

A partir de 1917 se publicó una versión escrita de sus conferencias espirituales bajo el título (en inglés) de “Cristo, Vida del Alma”. A éste le siguieron otros dos, “Cristo en sus Misterios” y “Cristo, el Ideal del Monje”. Estos escritos iban a tener una influencia considerable en la formación espiritual de seminaristas, clérigos, religiosos y laicos devotos, gracias a una presentación de la fe cristiana centrada en la persona de Jesucristo y bien anclada en las Sagradas Escrituras. El corazón de su mensaje era tomar en serio la verdad de que el cristiano bautizado puede convertirse inmediata y genuinamente en hijo de Dios en Cristo Jesús.

Después de la guerra de 1914-1918 creó, con la abadía de Mont-César (Lovaina) y la abadía de Saint-André (Brujas) la Congregación Benedictina Belga de la Anunciación, distinta de la Congregación alemana de Beuron, que había fundado Maredsous (1920-1922). Dom Marmion presidió las celebraciones del medio centenario de la fundación de Maredsous el 15 de octubre de 1922, pero murió a causa de la epidemia de gripe el 30 de enero de 1923.

Su proceso de beatificación se abrió en la diócesis de Namur en 1957. Su cuerpo fue trasladado del cementerio del monasterio a una capilla lateral de la basílica abacial en 1963. Fue durante una visita a esta tumba en 1965 que una mujer estadounidense recibió el milagro de la curación de cáncer. La beatificación de Dom Columba Marmion tuvo lugar en Roma el 3 de septiembre de 2000 por el Papa Juan Pablo II. Roma fijó la celebración litúrgica de su fiesta para el 3 de octubre.

Cada vez son más los peregrinos que acuden a invocarlo en su tumba o rezar a través de él en cualquier parte del planeta. Una publicación anual (Le Courrier du Bienheureux dom Columba Marmion) mantiene informados a quienes así lo deseen sobre eventos, publicaciones e información relacionados con esta personalidad que la Iglesia ha propuesto para la veneración pública.


Extractos de Cristo, la Vida del Alma

“Os enviaré el Espíritu Santo”, nos prometió Jesús, “él os recordará todo lo que os he dicho” (Jn. 14,26). El Espíritu de la Verdad nos hace “recordar” las palabras de Jesús. ¿Qué significa esto? Cuando contemplamos las acciones de Jesucristo, sus misterios, un día de pronto, lo que tantas veces hemos leído y releído sin llamarnos la atención, adquiere un relieve sobrenatural que nunca antes habíamos conocido. La palabra divina, el Espíritu Santo, que la liturgia llama “el dedo de Dios”, penetra en nuestra alma para convertirse en luz y principio de acción. Si el alma es humilde y atenta, esta palabra divina hace su obra, silenciosa pero fecunda.


La Fuente de Paz Interior

Anhelo que puedas adquirir calma y paz. La mejor manera de adquirir esta calma es una absoluta resignación a la santa Voluntad de Dios; ahí es donde reside la paz. Traten de no desear nada, de apegar su corazón a nada sin antes haberlo presentado a Dios y haberlo colocado en el Sagrado Corazón de Jesús, para así, quererlo en él y con él.

Una de las principales razones por las que perdemos la paz del alma es que deseamos algo y apegamos nuestro corazón a algo sin saber si Dios lo quiere o no. Y luego, cuando se presenta algún obstáculo a nuestro deseo, nos turbamos y dejamos la conformidad a la santa Voluntad y perdemos nuestra paz.

Cuando somos fieles en consagrar cada día un tiempo significativo (según nuestras aptitudes y deberes), a pasar tiempo con el Padre celestial, a recibir sus inspiraciones y a escuchar los “llamados” del Espíritu, la palabra de Cristo, las Verba Verbi (palabras de la Palabra) como las llama san Agustín, inundando el alma de la luz divina, abriéndole el alma para que beba de las fuentes de la Vida. Así se realiza la promesa de Jesucristo: “Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba”. El que cree en mí, de su pecho brotarán manantiales de agua viva”. Y, añade San Juan, “hablaba del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él” (Jn. 7,37-38).

El Monasterio de Tautra

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Historia y patrimonio

Hna. Hanne-Maria Berentzen, OCSO

Monasterio de Tautra (Noruega)

 

El Monasterio de Tautra,

de Viejas Ruinas a Moderno Monasterio

 


“Bienvenidos de nuevo”, dijeron los habitantes del pueblo cuando llegamos a la antigua isla monástica de Tautra en febrero de 1999 para fundar el primer Monasterio Cisterciense en Noruega desde la Reforma en 1537.

“No sabemos lo que es un monasterio, pero si va a haber uno, tiene que ser aquí”, dijo el alcalde de nuestro pueblo cuando en 1992 se enteró de un Grupo de Apoyo para un futuro Monasterio Cisterciense en Noruega, que rezaba todos los días a las 6 de la tarde para su realización.

Hna. Ina Andresen OCSO de Notre-Dame de la Coudre en Laval, Francia, había pasado un año en Noruega, sintiéndose llamada a traer de vuelta la vida cisterciense a su país de origen. En un breve retiro por la Solemnidad de San Olav, el santo nacional de Noruega, el 29 de julio de 1991, compartió su visión cuando varias personas se preguntaron cómo se le permitió dejar su vida de clausura para esta ocasión. Todos respondieron con el deseo de rezar todas las noches a las 6 de la tarde por una fundación cisterciense en el futuro, si Dios quiere.

Al año siguiente para la Solemnidad de San Olav los nuevos Reyes vinieron a nuestro pueblo, Frosta, para iniciar la segunda mitad de su viaje por la costa, saludando a la gente. (Frosta fue el centro de una de nuestras asambleas legislativas más antiguas, al menos desde el siglo VIII). El alcalde iba a dar el discurso, y al abrir el periódico esa mañana, vio los titulares: “Un nuevo monasterio en Tautra”. No había grandes noticias, solo la elección de un sitio para su trabajo de diploma, de una estudiante de arquitectura. Pero en nuestra región, eso fue un éxito. ¿Un nuevo monasterio en Tautra? ¿En realidad? El periódico citaba a la líder del Grupo de Apoyo rezando por un monasterio: "No sabemos qué es un monasterio, solo rezamos para que este se realice algún día". Eso era suficiente para el alcalde.

Algunos meses más tarde Hna. Ina vino a vivir a una antigua granja junto a las ruinas del Monasterio Cisterciense de Tautra fundado en 1207 en Lyse, cerca de Bergen. (Lyse fue una fundación de Fountains desde 1146). El verano siguiente, la Hna. Marjoe Backhus de la Abadía de Nuestra Señora de Mississippi, Dubuque, Iowa, vino a unirse a ella. Su pequeño experimento monástico terminó un año después cuando la Hna. Ina se enfermó. Pero se había sembrado una semilla.

El Grupo de Apoyo tenía ahora unos cientos de miembros que continuaban orando y la abadesa de la Hna. Marjoe, la Madre Gail Fitzpatrick, había visitado Tautra y creía que Dios quería algo en Noruega. Antes de que su comunidad en 1998 votara unánimemente a favor de una fundación en Noruega, el ayuntamiento de Frosta votó unánimemente para apoyar a las monjas si regresaban a su ciudad. Con su ayuda compramos la propiedad con pequeñas granjas en esta pequeña isla en medio del ancho fiordo de Trondheim, a 20 minutos a pie de las ruinas medievales, con el apoyo del obispo católico y luterano de Trondheim.

Monasterio de Tautra (Noruega).

Fuimos 7 fundadoras, 5 de la casa madre en Dubuque. Hna. Ina de Laval y yo, también noruega de nacimiento, de Mt. St. Mary's Abbey, Wrentham, USA. Madre Gail nos pidió que esperásemos un año antes de elegir un arquitecto y comenzar el proceso de construcción. Esto era importante. Vivir en casas de madera tradicionales noruegas nos dejó claro a todos que no queríamos construir con ladrillo u hormigón, sino con madera y piedra, si era posible. Las hermosas piedras rosadas que vimos en las paredes de las ruinas eran demasiado caras.

Después de trabajar con 3 arquitectos durante varios años, Jan Olav Jensen, que diseñó el monasterio, optó por revestir la fachada con pizarra, que podíamos permitirnos, un monasterio de madera con fachada de pizarra.Siete años de hacinamiento en las casas antiguas fueron una vida dura, pero nos convirtieron en una comunidad. Cruzar el patio entre las casas para cada Oficio a lo largo del día, nos introdujo al clima y los fuertes vientos de la isla. Cuando nuestro arquitecto sugirió 11 jardines interiores en el monasterio, nos pareció una gran idea, pero nuestra economía los redujo a 7, brindando luz adicional en la casa y manteniéndonos conectadas. Trabajando a solas en la cocina o en el guardarropa, puedes mirar al otro lado del jardín y ver a otras hermanas en su lugar de trabajo.

Trabajamos por largo tiempo para acordar el diseño de la iglesia. Una y otra vez decíamos “No, ésta no” hasta que el arquitecto sugirió una iglesia con una forma similar a los graneros de nuestros vecinos, pero con un techo de vidrio sobre vigas cruzadas, dando sombras a cuadros. Entonces dijimos “Sí”. Nuestro gerente de proyecto nos advirtió que haría frío en invierno y calor en verano, pero aun así dijimos que sí queríamos que la iglesia se destacara claramente, que fuera un faro en esta isla plana. Con su techo de cristal, se asemeja a los muchos invernaderos de nuestro pueblo, convirtiéndose en un invernadero espiritual. Especialmente durante los meses más oscuros del invierno, el juego de luces a través de las vigas nos recuerda la arquitectura cisterciense medieval.

Interior de la Iglesia de las hermanas, en madera y vidrio.

La reina Sonia de Noruega se interesó en nuestra fundación y vino a colocar la primera piedra en mayo de 2003. “¿Sabes por qué hoy estoy aquí?” preguntó uno de nuestros amigos en el Grupo de Apoyo. «Éramos seis mujeres reunidas en agosto de 1991, preguntándonos qué hacer como grupo de apoyo. Alguien dijo “seguro que necesitarán dinero"” Así que cada uno puso 10 coronas noruegas sobre la mesa y abrimos una cuenta bancaria». La Reina regresó para la dedicación de nuestra iglesia en 2007. Su apoyo y la buena voluntad de los vecinos y gente de cerca y de lejos, junto a nuestros fieles amigos del Grupo de Apoyo, han sido importantes para arraigarnos en este pueblo y este país.

Cuando nos hicimos autónomas y seis de nosotras cambiamos nuestra estabilidad a Tautra, la Hna. Ina descubrió que su vocación era regresar a Laval. Una de las fundadoras había regresado a la casa madre antes, y a lo largo de los años enviaron a otras dos hermanas para que se nos unieran. Tres de las que han entrado en Tautra han hecho su profesión solemne, y nuestra priora actual, Sor Brigitte Pinot de Francia, cambió su estabilidad a Tautra en 2017, por lo que ahora somos once hermanas de profesión solemne de seis países diferentes. Han entrado otras siete mujeres de siete países diferentes, pero no han perseverado. A través de su tiempo con nosotros, han contribuido en gran medida a lo que somos y, con suerte, nos han abierto más a una sociedad multicultural. Contando a nuestra postulante, venimos de siete países diferentes.

En un momento en el que éramos 12 en la comunidad y cuatro mujeres preguntaban para discernir su vocación, la Hna. Gilchrist Lavigne, quien era la priora en ese momento, descubrió que nuestro monasterio diseñado para 16-18 hermanas no era lo suficientemente grande. Cuando construimos el monasterio recibimos ayuda entusiasta tanto de nuestra Orden, de la recaudación de fondos de nuestras hermanas de la casa madre y especialmente de varios donantes católicos alemanes, siendo Bonifatiuswerk el más importante de ellos, y pudimos terminar el edificio sin hacer ningún préstamo.

Cuando surgió la idea de una ampliación para una enfermería y algunas celdas adicionales, nuestros asesores financieros dijeron que era muy difícil recaudar dinero para una ampliación. Oramos como antes y confiamos en que Dios nos ayudaría si eso era lo que debíamos hacer.

En enero de 2021 nos hicimos cargo del nuevo edificio construido en las faldas de la colina hacia el fiordo, con una cubierta de césped manteniendo nuestro jardín y la hermosa vista del fiordo y las colinas al otro lado. También esta vez totalmente financiado. El arquitecto Runa Bjerke realizó cuidadosamente esta nueva ala adaptada a la parte más antigua del monasterio, pero claramente nueva y diferente, con fachada de madera de color ébano. Mientras que Jan Olav Jensen había diseñado pasillos largos y estrechos que conectan las diferentes habitaciones, Runa Bjerke hizo pasillos anchos y cortos con techos extra altos y tragaluces. Hay una sensación de espacio en esta pequeña ampliación de 4 salas de enfermería (hogar de ancianos estándar) , dispensario, capilla, 4 celdas ordinarias, una sala de estar que nunca antes habíamos tenido, con una pequeña cocina, lavandería, sala de ejercicios, y – lo que nunca tuvimos suficiente: ¡espacio para almacenamiento!

Es interesante ver cómo esta nueva ala ha cambiado la vida de la comunidad. En una comunidad pequeña no tenemos mucho trabajo en común, lo que normalmente es un buen medio para conocernos. Desde el principio entendimos que necesitábamos acercarnos a nuestros visitantes, invitándoles un café después de la Misa dominical, y que nosotras, como comunidad, tendríamos también un café en las solemnidades y en el día del santo de nuestras hermanas.

Nuestro refectorio es largo y angosto, ya que todas queremos sentarnos mirando al fiordo, amando esa extraordinaria vista en constante cambio. Cuando teníamos nuestros descansos para tomar café allí, de pie, era difícil reunirse en una sola conversación. Para el nuevo salón pusimos un sofá de 6 plazas y una mesa. Ahora es aquí donde nos reunimos para el café, todas incluidas en el círculo y todas participando en la conversación.

Desde el primer año de nuestra fundación, nuestra producción de jabones, que luego se amplió con otros productos para la piel, ha cubierto la mayor parte de nuestros costos. Las ventas por Internet nos ayudaron a pasar el tiempo de covid sin pérdidas peligrosas, aunque la hospedería estuvo cerrada en períodos.

Los últimos 18 años hemos tenido voluntarios de todo el mundo viviendo a nuestra hospedería durante algunos meses, brindándonos una valiosa ayuda en nuestro trabajo.

Una de nuestras hermanas les acompaña durante su estadía y están profundamente agradecidos por este tiempo en un ambiente monástico. El programa de voluntariado también nos ha dado vocaciones.

Nuestro capellán, el P. Anthony, de Roscrea, Irlanda, ha hecho una hermosa huerta que nos proporciona verduras frescas durante todo el año. También atesoramos el huerto y los muchos arbustos de bayas en la propiedad.

La belleza de nuestro monasterio y la interacción con la belleza que nos rodea es una fuente diaria de alegría y aliento y estamos felices de compartir esto con nuestros voluntarios, invitados y visitantes. Pocas iglesias en Noruega, de mayoría luterana, están abiertas excepto para los servicios, y muchos están agradecidos de encontrar una iglesia que esté abierta desde las cuatro de la mañana hasta las ocho de la noche.

Tanto es así que nuestro municipio en 2011 eligió nuestro monasterio como lo más importante que le había sucedido desde la Segunda Guerra Mundial. Y su razón fue principalmente que la iglesia siempre está abierta para que los visitantes vengan y oren. Estamos agradecidas de ver cuántas personas vienen a compartir nuestra liturgia y usan la iglesia para la oración en silencio durante todo el día.




Homilía en la Memoria de San Elredo de Rievaulx

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Meditación

Homilía en la Memoria de San Elredo de Rievaulx


Dom Henry Wansbrough, OSB (Ampleforth, UK)

 

 

Hoy es la Memoria de San Elredo, nuestro vecino de Rievaulx, a 8 km. Todos nosotros, supongo, tenemos un afecto especial por san Elredo debido a Rievaulx que conocemos tan bien. Su mayor logro arquitectónico fue la sala capitular de Rievaulx, donde uno se lo puede imaginar pronunciando sus amadas homilías. Así que quiero decir algunas palabras sobre su escrito “Sobre la amistad espiritual” que a menudo se considera su mayor logro.

Al comienzo de su trabajo, san Elredo admite que depende en gran medida del tratado de Cicerón sobre la amistad dirigido a Hortensio, pero el trabajo de san Elredo es específicamente cristiano. Comienza: “Aquí estamos, tú y yo, y espero que un tercero, Cristo, esté entre nosotros”, y uno siente la presencia de Cristo a lo largo del libro. Hay fascinantes diferencias con Cicerón, o de hecho con cualquier diálogo antiguo que haya leído, en el que el interlocutor, el compañero de diálogo, no queda como un tonto a quien el líder está corrigiendo, que es la norma en los diálogos de Sócrates de Platón: Ivo, en el primer diálogo, Walter (más tarde su biógrafo) y Gratian en el segundo y tercer diálogo respectivamente, tienen sus propios buenos puntos que añadir.

Uno siente que Cristo está realmente presente en todo momento, mirando por encima del hombro de san Elredo. Hay muchos toques de humor cálido y amistoso (2.17 o 3.1), pero sobre todo una dulzura maravillosa en todo el libro, y apreciación no solo de la Biblia, de Cicerón y san Agustín, a quienes ha estado leyendo desde su juventud, sino de otras opiniones también.

Subraya constantemente que el verdadero amor humano es imagen del amor eterno de Dios. Incluso va más allá al adaptar el “Dios es amor” de san Juan a “Dios es amistad”. Está pensando por sí mismo; por lo que ajusta la declaración de Cicerón de que los amigos deben estar de acuerdo en todos los asuntos, eliminando el “todo”: pues es importante que los amigos estén de acuerdo, pero no necesariamente en todos los asuntos.

No hay un miedo a la amistad, como en muchos escritos monásticos hay miedo a la “amistad particular”, y de hecho uno siente que para san Elredo la amistad es una parte vital de la vida monástica. Él dice: “Un hombre debe ser comparado con una bestia si no tiene a nadie con quien regocijarse con él en la adversidad, nadie con quien desahogar su mente si alguna molestia se cruza en su camino o con quien compartir alguna inspiración inusualmente sublime o esclarecedora.”

Llama a la amistad “la medicina de la vida” (como Sir. 6.16 - y una serie de citas en 3.14), y considera que potenciaría muchos aspectos del comportamiento fraterno:

“¿Qué hay, pues, más agradable que unir a uno mismo el espíritu de otro, y de dos para formar uno, después de eso no hay jactancia que temer, ni sospecha, ni corrección de uno que cause dolor, ni alabanza de uno que se considere adulación del otro? (2.12).

San Elredo resume así las ventajas espirituales de la amistad, “un hombre, siendo amigo de su prójimo, se convierte en amigo de Dios”. Hay tres clases de beso, el beso corporal por la impresión de los labios, el beso espiritual por la unión de los espíritus, y el beso de Cristo, cuando “el alma se deleita en el beso solo de Cristo y descansa en su abrazo” (2.27).

Espero que se me perdone por citar tanto a san Elredo, incluso en el día de su fiesta, pero la calidez y sabiduría de su conversación sobre la amistad aumenta la admiración por él y acerca al lector a Dios.


Abadía de San Elredo, Rievaulx. © AIM.

Reporte de las Sesiones de Ananías 2022

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Noticias


Reporte de las Sesiones de Ananías 2022

De las Crónicas de la Sesión

(cf. Website de los Benedictinos de Vanves - Francia)

 


La cuarta Sesión de Ananías tuvo lugar del 7 de septiembre al 1 de diciembre. El encuentro estaba previsto para 2021, pero se aplazó debido a la pandemia. Nos conmovió notar que las sesiones se han vuelto muy conocidas y están sirviendo bien a las comunidades. Hemos recibido comentarios muy positivos. La sesión contó con una gran asistencia y fue un gran éxito, como lo demostraron las reacciones, tanto de los participantes como de los miembros de la Oficina.

Los participantes se sintieron llamados a crear una verdadera fraternidad durante los tres meses de vida compartidos: esta fue la base necesaria de todo lo vivido. Las sesiones son para vivir, no solo para informar. Este año, desde los primeros días, tradicionalmente dedicados a las presentaciones, se creció rápidamente como grupo: el hecho de que muchos llegaran después de grandes dificultades, ligadas a sus comunidades y países, fomentó el espíritu fraterno que fue muy fuerte a lo largo de estos tres meses.

La acogida en los monasterios tuvo un doble objetivo, mantener el marco monástico durante los tres meses y descubrir diferentes aspectos de la vida monástica en Europa. Los miembros comenzaron en La Pierre-qui-Vire (esto se ha convertido en una costumbre entre nuestros hermanos de Morvan, a quienes no está de más agradecer una vez más), luego en Pradines, Tamié y Aiguebelle. Durante el feedback, los hermanos y hermanas lamentaron unánimemente que no se haya observado la alternancia de monasterios (monjes/monjas y benedictinos/cistercienses), debida a una serie de impedimentos. La acogida de cada comunidad hizo mucho para mitigar este pesar.

Una palabra sobre el programa: a lo largo de las sesiones este se perfeccionó, pero los pilares principales permanecieron sin cambios:

• Vida monástica y Evangelio (discípulos de Cristo viven de la Palabra)

• Liturgia, una experiencia monástica

• San Benito

• Historia del monacato

• Acompañamiento espiritual

• Desarrollo humano, psicología y vida espiritual

• Vida comunitaria

• Conclusión: retorno a los principios monásticos.

De plus, le souci d’une réflexion sur l’écologie intégrale a coloré ces mois.

Además, la reflexión sobre la ecología integral coloreó estos meses.

Los participantes fueron principalmente monjes y monjas. Desde el inicio en 2013 han participado algunos profesores laicos, no siempre los mismos. En cuanto al acompañamiento del grupo, el hermano Cyprien de La Pierre qui Vire fue el líder. Para la próxima sesión de Ananías prevemos un binomio monje/monja, que fue sabiamente solicitado por los participantes.

La participación del pastor Pierre-Yves Brandt, quien nos acompañó tres veces en el transcurso de la sesión, fue muy apreciada “Él nos enseñó a comunicarnos y a ser libres basando nuestras elecciones en la Palabra”.

 

Extractos de las Crónicas

La cuarta sesión de Ananías (2022) tuvo lugar del 8 de septiembre al 29 de noviembre (las sesiones anteriores fueron en 2013, 2015 y 2018), en cuatro abadías, La Pierre-Qui-Vire, Pradines, Tamié y Aiguebelle, bajo la coordinacion del Hno. Cyprian (PQV), sor Marie (Martigné) y Madre Scholastique (Pradines). Fueron recibidos 24 ananistas, 16 monjas, 8 monjes. También se unió sor Elisabeth-Marie, una clarisa.

 

            La Pierre-qui-Vire (8–29de septiembre)

Todos trajeron productos de su propio monasterio. Las expectativas eran variadas y despertaban entusiasmo más allá de los cargos y cargas que cada uno llevaba. Al comienzo de la sesión, la proyección de un documental sobre los 40 mártires de la fraternidad de Buta (Burundi), con motivo de la presencia de dos hermanos de Burundi, fue apasionante y fue seguida de un animado intercambio.

Abadía de La Pierre-qui-Vire, comienzo de la sesión.

En cada monasterio se prepararon momentos de recreación (música, danza, visitas a Vézelay, Cluny, Taizé, Autun, Paray-le-Monial, Hautecombe, proyección de películas) y de compartir, que alegraron y enriquecieron a los participantes. Del mismo modo la vida común del grupo, que es uno de los elementos formativos.

Pero, por supuesto, las conferencias y los grupos de trabajo fueron los elementos más importantes. Sor María de Martigné presentó a los Padres Capadocios siguiendo a Basilio el Grande, para ayudar a comprender lo que significa “agradar a Dios”, un término importante en la vida monástica, pero especialmente para los principiantes y aquellos que tienen a su cargo la formación en sus comunidades.

Luego, el hermano Patrick (PQV) presentó una serie de herramientas bibliográficas para la formación en la liturgia y comenzó con "¿Qué es la liturgia para mí?" Las ricas respuestas de los participantes cosecharon muchos tesoros. Leyendo pasajes de la Introducción General del Misal Romano se podía ver que la liturgia es una “epifanía de la Iglesia en oración” (Papa Juan Pablo II), o haciendo referencia al tímpano de la iglesia de Vézelay donde se encuentra la cabeza de Cristo rodeada por el lema: “Cristo, nuestra cabeza, ya está en el cielo, esperando la llegada de todo el cuerpo” (San León Magno, SC 62).

Después de esto, Pierre-Yves Brandt, pastor protestante reformado, dio alguna información, comparando las Instituciones de Casiano y el capítulo 58 de la Regla de San Benito. El hermano Jean-Louis (PQV) recorrió las grandes etapas de la historia del monacato. El abad Luc (PQV) guio al grupo a través de la lectio, comparando “Donde está nuestro tesoro, allí también está nuestro corazón” (Mt 6,21) con el proverbio africano, “Los frutos de mañana son las plantas de hoy”.

La excursión prevista para esta etapa fue Taizé: el Hno. Alois nos mostró la habitación del Hno. Roger. En el transcurso de los dos días el grupo compartió la celebración de la veneración de la Cruz el viernes por la noche, la luz de la Resurrección el sábado por la noche y la Misa de Pascua. El espíritu profético del hermano Roger, el cuidado en la simplificación de la liturgia para incluir a los jóvenes y a los menos jóvenes, ha continuado desde 1957/8.


            Pradines (29 de septiembre – 20 de octubre)

La Madre Pierre-Marie, la abadesa, habló sobre la Escritura y la Tradición, sobre la pobreza monástica y el trabajo. Profundizó en la cuestión de la “sobriedad feliz” según Casiano, el Papa Francisco y la Regla.

El hermano Bruno, de Acey, nos enseñó cómo utilizar las herramientas necesarias para acercarse a un texto y navegar por el mundo digital, asegurando que esto no separe al usuario de la vida espiritual. Madre Hannah del Priorato de Loppem (Bélgica) empezó la sesión preguntando sobre los cuestionamientos que cada uno tiene con la Regla y la relación de esta con la Regla del Maestro y con la Escritura.

Una visita a Sources Chrétiennes, que celebra este año su 80 aniversario, introdujo a los participantes en este Instituto. Marie-Laure Chaieb hizo una presentación de san Ireneo de Lyon, recientemente declarado Doctor de la Iglesia. Hna. Maria-Jose Arandia y Fr. John Chrysostome abrieron el tema de la inculturación, subrayando que toda cultura está llamada a pasar de la muerte a la resurrección en Cristo. La Madre Marie-Madeleine dedicó su intervención al acompañamiento espiritual: tomar siempre a Cristo como punto de partida, con libertad y confianza.


            Tamié (20 de octubre - 9 de noviembre)

Julie Saint-Bris, Hna. Siong y Hno. Michael Davide de Novalesa introdujeron a los participantes en las profundidades de la personalidad y sus necesidades. Basándose en su vasta experiencia, el abad en retiro Víctor habló sobre los factores que dividen o unen a una comunidad. El Hno. Didier compartió la vida y obra del Hno. Christophe, beato mártir de Tibhirine, que había sido muy cercano a él. El abad Luc de La Pierre-qui-Vire habló de Evagrio Pontico, y la Hna. Claire de Martigne-Briand habló de san Máximo el Confesor, digno seguidor de Evagrio.

La excursión fue a la abadía real de Hautecombe, que está desde 1992 en manos de la comunidad del Chemin Neuf, una comunidad católica con vocación ecuménica. La comida se llevó a cabo con jóvenes de muchas naciones, recibiendo una formación bíblica y espiritual durante algunas semanas o meses.

Los ananistas quedaron impresionados por la apertura de su acogida y la sencillez de su vida, mezclando modernidad y respeto por el patrimonio tanto arquitectónico como espiritual.


            Aiguebelle (10 de noviembre - 1 de diciembre)

En esta etapa la vida fraterna jugó un papel importante, bajo diferentes aspectos. El Hno. Cyprian habló de las alegrías, las dificultades y los atractivos vinculados a la vida fraterna, así como el valor del silencio. El Hno. Columba (En-Calcat) detalló cómo pasar del miedo de la fe a la confianza, de los celos a la alabanza. Para Christian de Chergé, “La alegría secreta del Espíritu será siempre establecer la unidad y restablecer la semejanza jugando con las diferencias”.

Dom Mauro Giuseppe (Abad General de los Cisterciences) habló de los votos: nos unen más allá de nuestras diferencias mirando a Cristo y por la presencia sagrada de Dios expresada en el rito de la profesión.

Con claridad y precisión, el abad Pierre-André de Cîteaux explicó el delicado equilibrio entre autoridad y obediencia. La autoridad está al servicio del crecimiento del hermano. La auténtica obediencia se vive en un clima de amor, y motiva una auténtica libertad y autonomía del discípulo.

La ecología integral fue el hilo conductual durante estos tres meses. Elena Lasida presentó la novedad de la encíclica Laudato Si, su impacto más allá de los cristianos, su idea central y su impacto ambiental.

Iglesia de la Abadía de Aiguebelle.

Tales fueron las ideas principales de la enseñanza de esta sesión. Lo esencial permanece oculto a los ojos de los testigos, pero vive en el corazón de cada uno de los integrantes.


Madre Marie-Madeleine Caseau, P. Luc Cornuau, Elena Lasida.

DIMMID

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Noticías

DIMMID


P. William Skudlareck, OSB

Secretario General

 

 

En junio, el P. William Skudlarek hizo una presentación, por video, en la Asamblea Plenaria del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso. El tema de la sesión plenaria de este año fue "Diálogo interreligioso y convivencia". Su presentación se puede encontrar en la sección de videos del sitio web de DIMMID.

El diálogo continuo de DIMMID con los musulmanes chiítas se reanudó en septiembre en la abadía trapense de Acey.

Liturgical Press publicará un nuevo libro sobre Shigeto Vincent Oshida OP en mayo. Título: Jesús en las manos de Buda. Autor: Lucien Miller, profesor jubilado de la Universidad de Massachusetts en Amherst.

Hay planes en marcha para establecer comisiones regionales para DIMMID en África oriental y occidental. Habrá una reunión monástica-musulmana en Nairobi, en junio de 2023. Será principalmente para mujeres musulmanas y monjas y le seguirán sesiones planificadas en Tanzania (dirigidas por el P. Maximilian Musindai) y Senegal (yo).

La Comisión DIMMID para Gran Bretaña e Irlanda ha sido reactivada con el Hno. Justin Robinson de Glenstal como su coordinador.

Las Comisiones Europeas planean reanudar sus reuniones este verano, probablemente en Ligugé con un viaje de un día al centro de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana en las cercanías de Bonnevaux para discutir una posible colaboración futura.

El Dr. Mohammad Ali Shomali se reunirá con el Prof. Bernhard A. Eckerstorfer OSB, rector del Pontificio Ateneo San Anselmo, en diciembre, para discutir la posibilidad de que estudiantes musulmanes estudien en San Anselmo.

Dos monjes budistas de Tailandia viven y estudian en Sant Anselmo este semestre. Son patrocinados por el Dicasterio para el Diálogo Interreligioso.

La comisión italiana sigue siendo la más activa de las comisiones regionales de DIMMID.

Hay planes en marcha para el nombramiento de un nuevo Secretario General.

La Asociación AMTM

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La Asociación AMTM

Les Amis des Monastères à Travers le Monde


Secretaría de AIM

 

 

La AMTM (Amigos de los Monasterios alrededor del Mundo, por sus siglas en francés) es una asociación (según la ley francesa de 1901) cuyo objetivo es, en colaboración con AIM, ayudar con la oración y materialmente a los jóvenes monasterios que viven bajo la Regla de San Benito que han sido y están siendo fundados en todo el mundo en menos países favorecidos.

El efecto de la vida monástica, en cada región donde se siembra un monasterio, es ayudar al desarrollo agrícola y económico. A menudo esto representa una oportunidad para los habitantes locales. En primer lugar, los monasterios tienen una influencia espiritual y permiten que las poblaciones que no conocen el cristianismo tengan alguna experiencia del mismo. La influencia es también económica, por la capacidad de los monjes y monjas de transformar con su trabajo los lugares donde se instalan y así ser un ejemplo y apoyo en el vecindario. La AMTM viene apoyando y fomentando este desarrollo desde hace 50 años.


La Asociación celebró su reunión general más reciente en el Priorato de St. Bathilde de Vanves el 29 de enero. En el transcurso del año pasado, la AMTM ha podido apoyar varios proyectos importantes en Tanzania, en Polonia (para acoger refugiados ucranianos) y en Costa de Marfil.

Sin embargo, desde la creación de la Fundación Benedictus, que recoge los fondos reunidos por la AMTM (para permitir con toda legalidad el gasto de los fondos recibidos), la función de la AMTM consiste sobre todo en estimular, informar y comunicar los diversos proyectos exitosos realizados por la Fundación. Esto brinda una oportunidad para ampliar la lista de donantes y lograr una mayor presencia en el entramado social. Los proyectos apoyados estarán vinculados a la evolución de la salud, la educación y el medio ambiente.

Este buen servicio de la AMTM está demandando nuevos asociados. Por favor, no dude en presentarse.

Algunos de los Proyectos Apoyados por AIM

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Algunos de los Proyectos Apoyados por AIM

Secretaría de la AIM

 

 

La Congregación de Monjas Benedictinas del Rey Eucarístico (Filipinas)

La Congregación de Monjas Benedictinas del Rey Eucarístico (Filipinas)

Al hablar de esta Congregación, nos complace dar algunas noticias de la Hna. Mary Placid, quien ha estado durante mucho tiempo en la Secretaría de AIM en Vanves. Sor Mary Placid, de hecho, se ha convertido en presidente de este organismo recientemente organizado en una Congregación de monjas.

En 1929, con el apoyo del obispo Santiago Sancho, la Madre Edeltraud Danner, de la Congregación de las Hermanas Benedictinas Misioneras de Tutzing (Alemania), abrió una casa en Filipinas con el propósito especial de unir dos formas de vida: monjas contemplativas observando la clausura y las hermanas realizando actividades caritativas. En 1986, por decreto de Roma, las hermanas activas se hicieron autónomas. Las monjas se convirtieron en las Monjas Benedictinas del Rey Eucarístico (BNEK), cuya Congregación fue aprobada en 2021 y está compuesta por unas 100 hermanas.

La Congregación incluye tres abadías: Vigan, Cogon, San Rafael. En 2020, a petición del obispo de la diócesis de Tagum, la comunidad de Cogon envió a siete hermanas para fundar allí un monasterio.

La joven Congregación celebró su Capítulo General en el monasterio de San Rafael (Calapan) del 25 al 30 de septiembre de 2022, con 16 participantes. La presidenta, que visitó Vanves a finales de 2022, goza de buena salud y ha asumido su responsabilidad con todas las cualidades que conocemos tan bien.

 

El Instituto de Teología Monástica de la Asociación BECAN (Nigeria)

La Asociación BECAN (Asociación Benedictina y Cisterciense de Nigeria) es un foro para continuar el diálogo sobre la forma de vida de los monjes y monjas benedictinos y cistercienses en Nigeria. La Asociación ha creado un curso de formación para monjes y monjas abierto a todos los monasterios de habla inglesa de África, que ocurre durante dos meses continuos en dos años.

Originalmente estaba afiliado a la universidad privada Madonna, dirigida por las Misioneras del Espíritu Santo. Los alumnos eran alojados en el Centro de Peregrinación Elele, regentado por los mismos misioneros, pero pareció oportuno buscar otro lugar que ayudara a conservar la vida monástica durante el curso. Se está buscando la afiliación a un Instituto Católico Africano para impartir los cursos y diplomas. La asociación ha decidido establecer un lugar de formación en la casa de huéspedes del monasterio de Ewu-Ishan.

La primera sesión de formación tuvo lugar en agosto y septiembre de 2022 y asistieron 20 estudiantes. Todos los profesores son miembros de la asociación.

 

El Studium Teológico Intercongregacional (STIC)

Monasterio de Mvanda (República Democrática del Congo)

El monasterio de Mvanda está organizando el Studium Teológico Intercongregacional para miembros de las comunidades benedictinas y cistercienses que han terminado su noviciado. El studium está abierto también a otros religiosos y laicos asociados que deseen profundizar en su fe y conocimiento.

El curso se extiende a lo largo de tres años y funciona en tres sesiones de diez días por año. Concluye con una sesión de exámenes para estudiantes regulares. Los temas del curso son: antropología, teología fundamental, teología moral fundamental, derecho canónico, patrología, revelación cristiana y tradiciones africanas.

Para el año 2022-2023 las sesiones están programadas para noviembre 2022 (filosofía), enero 2023 (introducción a San Agustín) y abril 2023 (Nuevo Testamento).


Unión Benedictino-Cisterciense de México (UBCM)

La Unión Benedictino-Cisterciense de México (UBCM) está integrada por la totalidad de las 13 comunidades benedictinas y cistercienses, masculinas y femeninas, establecidas canónicamente en el territorio nacional de México y se fundamenta en el principio de comunión, solidaridad y servicio mutuo entre las comunidades involucradas.

Es por tanto un organismo de colaboración para promover la vida benedictina, ayudar en la edificación de la Iglesia y también colaborar en el desarrollo integral del pueblo mexicano.

Como consecuencia del Covid, las sesiones de formación propuestas anualmente para la asociación fueron suspendidas por tres años. Ahora que se levantaron las restricciones se produjo una sesión de cinco días en julio de 2022.


Hermanas Benedictinas de Twasana (Sudáfrica)

A petición de Monseñor Thomas Spreiter OSB, Vicario Apostólico de Eshowe, las Hermanas Misioneras Benedictinas de Tutzing comenzaron a reclutar candidatas locales con miras a establecer una comunidad de hermanas bajo la Regla de San Benito. Las primeras candidatas fueron aceptadas el 29 de diciembre de 1929. La Hna. Victorine Mandl, hermana de Tutzing, se encargó de la formación de las candidatas.

La Congregación de Propaganda Fide reconoció oficialmente a la comunidad benedictina de hermanas africanas, recién fundada, en su rescripto del 5 de diciembre de 1933, que incluía una autorización para abrir un noviciado. El 3 de enero de 1985 las hermanas eligieron a su primera superiora de entre sus propias hermanas, sor Johanna Ntuli.

La casa madre, Twasana, está a 80 km de Vryheid (Kwa-Zulu Natal). Junto a ella se encuentra una escuela secundaria y una pensión para niñas, a cargo de las hermanas.

Las hermanas tienen otras seis casas misioneras. Muchas de las hermanas tienen apostolados en las parroquias y escuelas. Tienen una finca que satisface sus necesidades, pero también ayuda a la población local ofreciéndoles trabajo o comida a precios más bajos.

La casa de formación construida en 1999 amenaza con derrumbarse. Las paredes están agrietadas y los cimientos se mueven. Las hermanas han dejado la casa por miedo a que se derrumbe durante una tormenta, muy frecuente en verano. Las jóvenes en formación están alojadas en un edificio ya ocupado por otras hermanas y no hay suficiente espacio para los dos grupos. Los arquitectos estiman que la casa se podría poner sobre una base sólida mediante un marco y algunas otras obras.

 

Monjes benedictinos de Makkiyad (Kerala, India)

El monasterio benedictino de San José en Makkiyad, en el norte de Kerala, fue fundado en 1962 por cinco monjes indios que decidieron dejar Sri Lanka para establecer un monasterio en la India. Pertenece a la Congregación Silvestrina. El Priorato de Makkiyad ha fundado seis monasterios Vanashram (Karnataka), Iritty (Kerala), Shivpuri (Madya Pradesh), Teok (Assam), Navajeevan (Andhra Pradesh) y Kizhakkumbhagan (Kerala) en 2022. La comunidad consta de cincuenta y siete hermanos, de los cuales dieciocho son de votos simples.

La comunidad está a cargo de cierto número de actividades educativas en la escuela de la Santa Faz y el Instituto de Filosofía San José. La comunidad también dirige un centro de retiro frecuentado por miles de personas cada año. El Instituto San José de filosofía se ha afiliado al Ateneo de San Anselmo en Roma. En la actualidad incluye a cincuenta estudiantes, monjes benedictinos, pero también estudiantes de diferentes diócesis y Congregaciones de los ritos latino, siro-malabar, siro-malankar destinados al sacerdocio. Esto les ofrece la oportunidad de aprendizaje en diferentes campos, gracias a la exposición, la pastoral y otras actividades extracurriculares.

El creciente número de alumnos hace imprescindible ampliar la biblioteca. El espacio actual no se puede ampliar, por lo que es imprescindible trasladar la biblioteca a otro lugar. La antigua biblioteca se convertirá en pequeñas salas para los participantes individuales. Las paredes y el techo ya han sido rehechos. Queda por acondicionar el interior, pintura, electricidad, saneamiento, climatización, etc.

Agradecemos a todos aquellos que apoyan financieramente nuestro trabajo con las comunidades. Puede hacer una donación por cheque o por transferencia bancaria.



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