top of page

126

Bulletin

La vida monástica hoy

125

Bulletin

“Toda la Vida como Liturgia”

124

Bulletin

Los Capítulos Generales Cistercienses
(OCSO y OCist, Septiembre y Octubre 2022)

123

Bulletin

Vida Monástica y Sinodalidad

122

Bulletin

La gestión de la Casa Común

121

Bulletin

Fratelli tutti,
la fraternidad en la vida monástica

Vida Monástica y Sinodalidad

Boletín de la AIM - No. 123, 2023

Contenido

EDITORIAL

Dom Jean-Pierre Longeat, OSB, Presidente de AIM


LECTIO DIVINA

Lectio Divina, Sinodalidad y Teocracia

Dom Geraldo González y Lima, OSB


PERSPECTIVAS

● Un Pequeño Comienzo del Camino Sinodal en la OCSO

Dom Bernardus Peeters, Abad General


● La Regla de San Benito y la Sinodalidad

Madre Andrea Savage, OSB


● Escuchando con el Oído del Corazón

Hna. Jennifer Mechtild Horner, OSB


● La Comunidad de Tibhirine, un Ejemplo de Sinodalidad

Marie-Dominique Minassian


● Desafíos de la Vida Monástica Benedictina en el Oeste de África

Hna. Thérèse-Benoît Kaboré, OSB


VIDA MONÁSTICA Y ECONOMÍA

El Eco-Sistema Monástico Francés, un Ejemplo de una Red de Trabajo cooperativo

Marie-Catherine Paquier


LITURGIA

La Liturgia Siro-Malabar

Dom Clément Ettaniyil, OSB


GRANDES FIGURAS DE LA VIDA MONÁSTICA

Madre Pía Gullini

Hna. Maria Augusta Tescari, OCSO



NOTICIAS

El Studium del Priorato de Bouaké

Secretaría de AIM

Sommaire

Editorial

El Boletín de AIM trata de estar en armonía con las distintas iniciativas de vida de la Iglesia y el mundo. Este es el motivo por el cual el presente boletín adopta el tema de la sinodalidad, de acuerdo con los deseos del Papa Francisco.

¿Tiene la vida monástica, algo en particular que decir y vivir sobre este aspecto? Sin duda alguna la respuesta es afirmativa y es deber nuestro expresar la originalidad de esta contribución. Las tres palabras enfatizadas por el cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo de los Obispos, dirigidas a las comunidades monásticas, reflejan muy bien nuestro enfoque característico: escucha, conversión, comunión. Una escucha cuidadosa a la cual San Benito invita al monje en el prólogo de la Regla, y enfatiza en toda la Regla; una conversión que mueve desde el intelecto hasta el corazón, para cultivar, allí, la fuente de la vida; y una comunión real desde la cual armonizar todas nuestras relaciones fraternas, sociales y amicales.

Mirando hacia este horizonte ninguno de nosotros puede estar relajado, ni tentado a hacerlo. Para animarnos a seguir adelante, P. Geraldo Gonzáles y Lima, miembro de nuestro equipo internacional, comparte con nosotros el encuentro con el Cristo Resucitado que vivieron los discípulos de Emaús, compartiendo sus dudas y preguntas, y recibiendo la luz de aquel que se da a sí mismo en la Palabra y en la Fracción del Pan. Dom Bernardus Peeters comparte con nosotros sus primeras impresiones como Abad General, trabajando ya para toda la Orden. Dos Hermanas Benedictinas nos dan sus alcances sobre sinodalidad en relación con la Regla de San Benito. Un laico, especialista en los escritos de Thibirine nos da cuentas de la gran experiencia de sinodalidad practicada en aquella comunidad de Argelia.

Como de costumbre, varios otros puntos dan su aporte sobre el tema del boletín. La dinámica del compartir, en temas del comercio monástico, nos ofrece un eco sobre la economía practica de los monasterios. La Liturgia del rito Siro-Malabar practicada en la Abadía de Kappadu nos saca de nuestros esquemas, y la distinguida figura de Madre Pía Gullini de Laval/Grottaferrata/Vitorchiano nos ofrece un estimulante testimonio de vida monástica. Finalmente presentamos el Studium de Bouaké en Costa de Marfil, que es apoyado por AIM.

Es obvio que la contribución monástica para la Iglesia y el mundo permanece viva. Monjes y monjas, hermanos y hermanas de nuestra gran familia necesitamos estar siempre más conscientes de nuestra responsabilidad en este asunto y estar seguros que no limitamos nuestra visión al estrecho campo de nuestras comunidades locales. Incorporémonos juntos a la Palabra de Dios y al Cuerpo de Cristo para propagar nuestro camino, con nuestros corazones ensanchados, con todos nuestros hermanos y hermanas, en la presente vida.

Articulos

Lectio Divina, Sinodalidad y Teocracia

1

Lectio divina

Dom Geraldo González y Lima, osb

Abadía de São Geraldo (Sao Paulo, Brasil)

 

Lectio Divina, Sinodalidad y Teocracia

 

Muchas de nuestras comunidades monásticas están viviendo tiempos desafiantes con el envejecimiento de sus miembros, la falta de vocaciones, las consecuencias socio-económicas de la pandemia, el cambio climático, etc., y tienen que tomar decisiones complejas basadas en su presente y su futuro próximo.

En este contexto, también hemos recibido un llamado del papa Francisco a usar la tradición y sabiduría del concepto de sinodalidad, en la cual todos son invitados a escuchar y ser escuchados.

Cuando pensamos en sinodalidad en términos benedictinos, inmediatamente viene a nuestra mente el capítulo 3 de la Regla de San Benito, donde todos son llamados a consejo, incluyendo a los miembros más jóvenes. Sin embargo, al afrontar decisiones complejas con fuertes consecuencias para nuestras comunidades, usualmente nos preguntamos si somos una monarquía o una democracia, y la misma tradición monástica nos recuerda que no somos ni la una ni la otra, sino más bien una teocracia, entendida como una comunidad que unida busca la voluntad de Dios y su realización concreta en sus vidas.

Entonces, ¿cómo podemos armonizar sinodalidad con la teocracia que busca la voluntad de Dios y su cumplimiento en nuestras comunidades de acuerdo con la tradición benedictina?

Una vez más la tradición monástica benedictina nos ha legado un precioso instrumento llamado lectio divina ¿Hacemos uso de este instrumento? Por eso, propongo esta posibilidad basado en el pasaje bíblico de los Discípulos de Emaús (Lc. 24, 13-35):

Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado.

En los caminos y en la historia de salvación de nuestras comunidades ¿conversamos acerca de todo lo que sucede, ya sea que haya momentos de duda, dolor, alegría o gozo? Vale la pena recordar que cuando uno comparte una pena, ésta se divide, y cuando comparte una alegría, ésta se multiplica.

Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y se puso a caminar a su lado. Pero sus ojos estaban incapacitados para reconocerle.

Donde dos o más están reunidos en su nombre, esto es, en la lectio divina compartida, ¿Jesús no camina entre nosotros? ¡Incluso si algunas veces no lo reconocemos por causa de nuestra aridez, él está allí!

Él les preguntó: «¿De qué vais discutiendo por el camino?» Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no se ha enterado de lo que ha pasado allí estos días?

Algunas veces empezamos la lectio divina tristes, pero, por medio de su Palabra, Jesús no para de cuestionarnos y buscar la razón de nuestra tristeza. ¿Tengo esta misma perseverancia en la búsqueda de Dios?

Él les dijo: «¿Qué ha ocurrido?» Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazoreo, un profeta poderoso en obras y palabras a los ojos de Dios y de todo el pueblo: cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados lo condenaron a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que iba a ser él quien libraría a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que eso pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles que decían que estaba vivo. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron.»

En la lectio divina, ¿No encontramos constantemente la pasión muerte y resurrección de Jesús? y en la misma lectio divina, ¿No encontraremos el significado de la pasión muerte y resurrección de nuestras comunidades? “Yo sé que es Pascua porque he merecido el gozo de verte” le dijo san Benito al sacerdote que lo encontró en Subiaco para celebrar la Pascua con él (Diálogos II, Cap. 1).

Él les dijo: «¡Qué poco perspicaces sois y qué mente más tarda tenéis para creer todo lo que dijeron a los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y continuando por los profetas, le fue explicando lo que decían de él todas las Escrituras.

Consecuentemente, en la lectio divina, ¿No testifica Jesús su historia y nuestra historia de salvación? Sin embargo, para tener esta “inteligencia”, es decir, para hacer esta lectura divina de los acontecimientos basados en la Sagradas Escrituras, se necesita siempre pedir la ayuda del Espíritu Santo.

Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Entró, pues, y se quedó con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iban dando. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció de su vista.

Compartiendo la “Mesa de la Palabra”, el ambón, y la “Mesa del Pan”, el altar, ¿No reconocemos quién es Jesús? y al compartir su Palabra ¿No permanece con nosotros?

Se dijeron uno a otro: «¿No ardía nuestro corazón en nuestro interior cuando nos hablaba en el camino y nos iba explicando las escrituras?». Levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos.

¿La lectio divina compartida en estas “mesas” no hace arder nuestros corazones? ¿No transforma la tristeza en gozo y la falta de significado en esperanza? ¿La lectio divina compartida no nos dirige a la Jerusalén celestial, la Ciudad de la Paz, donde se cumple la voluntad de Dios? ¿No nos pregunta san Benito “qué página o qué palabra de autoridad divina, del Antiguo o del Nuevo Testamento, no es norma rectísima para la vida humana”? (RB 73, 3).

…que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

¿Nos lleva la Lectio divina compartida a resucitar de nuevo con Jesús? ¿No sería esta misma la forma de resucitar de nuestras comunidades?

En la Lectio divina compartida, ¿no somos testigos del encuentro con Jesús y el discernimiento de la voluntad de Dios Padre a través del Espíritu Santo? ¿No es este el significado del “Suscipe me” en nuestras comunidades: “Sostenme, Señor, con tu promesa y viviré, no defraudes mi esperanza”? (Sal. 118, 116).

 

Señor,

compartiendo tu Palabra

te reconocemos a ti en el Pan

y en nuestra historia de salvación.

Amén.

Un Pequeño Comienzo en el Camino Sinodal de la OCSO

2

Perspectivas

 Dom Bernardus Peeters, OCSO

Abad General

 

Un Pequeño Comienzo en el Camino Sinodal de la OCSO

 


El 11 de Febrero de 2022, el Capítulo General de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia (Trapenses), reunido en Asís (Italia), me eligió como su nuevo Abad General. Fue un evento que se realizó en medio de una impresionante atmósfera de sinodalidad, sin que este tema haya sido abordado explícitamente. La síntesis presentada al final de la primera parte del Capítulo lo resumió de este modo: En este capítulo “nos damos cuenta que ninguna solución puede dar esperanza si no marca el comienzo de un caminar juntos, de un viaje sinodal, en el cual encontremos unidad y energía para seguir a Cristo, el camino, la verdad y la vida, quien nos llama a seguirle con amor y verdad”.

Aunque la sinodalidad no fue un tema explícito, estuvo en el ambiente, ya que somos parte de una Iglesia que está completamente involucrada en el proceso sinodal que conduce al Sínodo de los Obispos de 2023. Por eso, se pidió al nuevo Abad General y a su Consejo que inicie el proceso sinodal en la Orden. En estos pocos meses que han transcurrido he comenzado a hacerlo.

Ya que habíamos planeado celebrar la segunda parte de nuestro Capítulo General en septiembre de 2022, les comuniqué a los Superiores que me gustaría visitar todos los Encuentros Regionales que tuviesen lugar en el ínterin, con el fin de conocer mejor a los Superiores de la Orden, pero también para escuchar lo que ellos considerasen importante en ese momento para la vida de la Orden. De este modo, el 20 de mayo dejé Roma en un viaje de seis semanas con rumbo a varios Encuentros Regionales en Inglaterra, Bélgica, Francia, Canadá, Estados Unidos y España. Puse énfasis en visitar los Encuentros de Superiores y no en visitar los monasterios individuales, aunque algunas comunidades fueron también visitadas durante el viaje.

Previamente, había pedido a los Encuentros Regionales compartir unos con otros y conmigo sus sueños acerca del futuro de la Orden. Para asegurarme que esos sueños no fuesen tan irreales pedí también una visión acerca de su realización en el espíritu de una Iglesia Sinodal, en la cual la participación y corresponsabilidad son esenciales (DP 20. VIII). Escuchemos con el Espíritu que nos ha dado el carisma por medio de la Palabra y la Tradición, con el deseo de ser no otra Orden Cisterciense sino una Orden Cisterciense diferente. (Carta a los Superiores).

Llegué a este enfoque porque durante la primera parte del Capítulo General leí el texto del papa Francisco “Soñemos juntos. El camino a un futuro mejor” (Simon & Schuster, New York, 2020). El Papa escribió este texto en medio de la pandemia y allí nos dice que soñar puede ayudarnos a salir de las crisis. En una triple vía, soñar nos ayuda a enfrentar la realidad y vislumbrar aberturas hacia un nuevo futuro: Ver – Escoger – Actuar, son las tres acciones que deben guiar nuestros sueños

Este es el momento para soñar en grande, para repensar nuestras prioridades – lo que valoramos, lo que queremos, lo que buscamos, y para comprometernos en lo pequeño y actuar en función de lo que hemos soñado. Lo que oigo en este momento es semejante a lo que Isaías le oyó decir a Dios a través de él: «Venid, hablemos sobre esto. Atrevámonos a soñar» (Papa Francisco, Soñemos Juntos. Prólogo).

Esto probó ser una gran herramienta para ayudar a los Superiores a hablar unos con otros de un modo completamente nuevo. Normalmente, los Encuentros Regionales están caracterizados por dar reportes sobre la situación de las comunidades; por eso, este tema, a menudo esto permanece fuera, porque hacerse vulnerable ante los otros es una tarea difícil, también para los Superiores.

En todos los Encuentros Regionales durante este viaje hubo esta misma experiencia. Compartir nuestros sueños unos con otros, llevó a los presentes a otro nivel de relación. La intención no fue disputar o desafiar los sueños de los otros sino más bien un ejercicio de escucha con respecto al ver, escoger y actuar.

Mi intención fue recoger todos esos sueños y, a partir de ellos, dar un discurso inaugural en la segunda parte de nuestro Capítulo General en septiembre. Este proceso de soñar es el primer paso en el proceso sinodal que hemos empezado en la Orden. Empezó muy vacilante porque ¿acaso soñar no es irrealista? Mientras, muchas comunidades han asumido el reto y empezado a soñar y también a escuchar los sueños de los otros. Tenemos que tomar más iniciativas en el camino sinodal, pero, aun tenemos tiempo.

A menudo escuchamos que la vida monástica es sinodal por naturaleza. Si, esto es cierto, pero, como dije en la primera parte del Capítulo General, es bueno redescubrir lo que uno tiene, pero, reconozcámoslo, la sinodalidad puede estar en nuestras estructuras, pero, ¿hacemos uso de ella?

Es verdad, “escuchar” se encuentra a lo largo de toda la Regla, pero ¿realmente escuchamos a Dios en nuestra oración, en la lectio o en el trabajo? Como Superiores, ¿escuchamos a todos en la comunidad o solamente a unos pocos privilegiados? Es fácil decir que escuchamos a los más jóvenes, pero ¿Es esto una realidad? ¿Cómo escuchamos a la Iglesia local a la que pertenecemos? ¿Qué hay de nuestra escucha a aquellos que tocan nuestra puerta? ¿Son verdaderamente Cristo o solamente aquellos que nos molestan? Hermanos y hermanas, este Capítulo General me ha convencido que tenemos la capacidad de escuchar, está allí, porque todos la hemos recibido del Espíritu Santo en nuestro bautismo, confirmada en nuestra Confirmación, y es nutrida diariamente en la Eucaristía. Mi sueño es que sepamos escuchar verdaderamente, pero, estemos alerta, esto requiere de todos nosotros “conversión”. (Discurso de clausura de la primera parte del Capítulo General 2022)

Aún es temprano para sacar conclusiones de este viaje, aún tengo que visitar algunas otras Regiones, y de entre ellas, las tres más grandes del hemisferio sur. Un resumen o una conclusión podría ser prematura, y sería señal de una actitud no sinodal, principalmente porque tengo la ambición de incluir mucho más estas tres regiones en la dirección que la Orden debe tomar.

Este primer viaje confirma el sentimiento general de la primera parte del Capítulo General, que tenemos que prestar más atención al crecimiento personal y comunitario, desde el “Yo” hacia el “Nosotros”.

Como buenos cistercienses, María nos muestra el camino. Al final de la primera parte del Capítulo General, di a los Superiores el ícono de María, Vergine del silenzio, como una manera de ir con ella en este camino sinodal y de escuchar para darnos cuenta de los tres movimientos de este icono: detente, cálmate y espera.


La Regla de San Benito y la Sinodalidad

3

Perspectivas

Mère Andrea Savage, OSB

Abadía de Stanbrook (Inglaterra)

 

La Regla de San Benito y la Sinodalidad

Presentación para la Conferencia de delegados de la CBI,

23 de mayo de 2022

 

La sinodalidad es ahora un tema muy actual. Como Iglesia, estamos envueltos en un proceso que nos conduce al Sínodo de los Obispos en el otoño de 2023. Todos nosotros estamos viajando juntos. El papa Francisco ha invitado a todos los bautizados a participar de un tiempo de escucha al Espíritu Santo y también de unos a otros. El común denominador entre la Regla de San Benito y la sinodalidad es la palabra “escucha”, aunque también “comunidad”.

La Regla comienza con la palabra ESCUCHA y esto se encuentra en el corazón de todo lo que escribe san Benito, por eso, es central nuestra escucha de la voluntad de Dios, que nos guía a través de toda nuestra vida monástica, en nuestra oración y en nuestra lectio divina, en nuestros hermanos y en el trabajo, y estamos llamados a hacerlo en comunidad. Al preparar esta charla me di cuenta que fácilmente se podía hablar por una hora o más sobre el tema, por eso mejor he preparado un resumen de lo que considero es lo más importante.

Todos nosotros estamos aprendiendo lo que significa una Iglesia sinodal. El papa Francisco lo describe sucintamente cuando se dirigió al Sínodo de los Obispos en el 50 aniversario de su institución, en octubre de 2015.

Una Iglesia sinodal es una Iglesia que escucha, que se da cuenta que escuchar “es más que simplemente oír”. Es una escucha mutua en la cual cada uno tiene algo que aprender. Los fieles cristianos, el Colegio de los Obispos, el Obispo de Roma, todos escuchándose unos a otros, y todos escuchando al Espíritu Santo, el “Espíritu de la verdad” (Jn. 14, 17), para saber lo que “dice a las Iglesias” (Apoc. 2, 7).

Debo añadir que una Iglesia sinodal podría ser una Iglesia muy benedictina. Hay mucho en la Regla que la Iglesia puede tomar y usar en el arte de la escucha entre unos a otros y con Dios. De hecho, el Documento Preparatorio para el Sínodo de los Obispos de 2023 cita a RB 3, 3. sobre cómo se ha de convocar a los hermanos a Consejo “Hemos dicho que todos sean convocados a Consejo precisamente porque muchas veces el Señor revela al más joven lo que es mejor”.

Este es un principio que tenemos que usar en toda la Iglesia durante el proceso sinodal, y también en nuestra escucha. Básicamente, todos nosotros estamos llamados a escucharnos unos a otros en el discernimiento de los pasos a tomar en el futuro. Estamos viajando juntos. Para escuchar lo que el Espíritu Santo dice al pueblo de Dios, a todos los bautizados. Esto significa dar voz a todos. Si no se da voz a las personas, se frustran y comienzan a murmurar y todos nosotros sabemos lo que san Benito dice sobre la murmuración, es la única cosa que aborrece; nos dice (RB 4, 39). “no murmuren”. Aunque también nos exhorta a guardar silencio inclusive por buenos motivos en RB 6, hay un balance en la Regla entre cuándo hablar y cuándo permanecer en silencio.

El silencio está allí para nosotros, para poder escuchar la voz del Señor que nos muestra la manera de vivir, y lo hacemos en el silencio de nuestra oración y nuestra lectio divina, pero igualmente al escuchar a nuestros hermanos en el ejemplo que nos dan. En todo esto aprendemos a discernir cuándo hablar y cuándo permanecer en silencio. Cuán a menudo en los Capítulos comunitarios encontramos que aquellos que raramente hablan son los que más nos dan.

Esto también nos guarda de las agendas secretas que todos tenemos. Cuando discutimos sobre algunos asuntos en las reuniones de comunidad, tenemos que tener cuidado que nuestra propia agenda no bloquee el trabajo del Espíritu Santo porque no estemos abiertos a él.

Como sabemos, la Regla de San Benito nos señala al evangelio como guía. Recientemente he llegado a ver el relato de los discípulos de Emaús como una ilustración de la sinodalidad trabajando. Este fue literalmente un viaje a pie, pero también fue un viaje espiritual. Puede ser descrito como un Capítulo monástico en miniatura. Todos los elementos están allí: los dos discípulos - la comunidad, Jesús, el Abad - y estaban discutiendo sobre el tema en cuestión. Vayamos al relato tal como es.

Los dos discípulos obviamente están muy tristes porque “nosotros esperábamos que iba a ser él quien liberaría a Israel” (Lc. 24, 21). Ellos querían que fuese el Mesías que liberaría a Israel. Él lo hizo, pero no en la forma que ellos habían esperado, ¡su agenda!

Él les dijo: «¡Qué poco perspicaces sois y qué mente más tarda tenéis para creer todo lo que dijeron a los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y continuando por los profetas, le fue explicando lo que decían de él todas las Escrituras. (Lc. 24, 25-27)

Los discípulos habían abierto sus corazones y escuchado. Sabemos que habían escuchado porque estaban listos a cambiar. Jesús no solo liberó a Israel sino a toda la humanidad. Fue cuando estaban a la mesa y él tomó pan, lo bendijo y lo partió, que sus ojos se abrieron y se dieron cuenta quién había estado hablando con ellos, pero Jesús había desaparecido.

Se dijeron uno a otro: «¿No ardía nuestro corazón en nuestro interior cuando nos hablaba en el camino y nos iba explicando las escrituras?».

A menudo, cuando nos reunimos a discutir asuntos importantes nuestra apertura y nuestra voluntad para escuchar permiten al Espíritu Santo hacer su trabajo.

Recuerdo cuando nuestra comunidad estaba discerniendo el camino a seguir en 1990s. La pregunta que todas nosotras teníamos que hacernos era ¿qué esperábamos de la vida? En 1996, si me hubieran preguntado si quería mudarnos y construir un nuevo monasterio mi respuesta hubiera sido un rotundo no. ¿Qué cambió?

Nuestro proceso de discernimiento comenzó cuando la comunidad empezó a utilizar facilitadores por primera vez. No fueron lo que podríamos llamar un gran éxito, pero esto mantuvo abiertas al diálogo y escuchándonos unas a otras. Recibimos toda clase de ayuda profesional en cuestiones prácticas, contabilidad, arquitectos, etc. Escuchamos lo que tenían que decirnos. También recibimos una excelente guía espiritual desde dentro y fuera de nuestra Congregación. Llegó el momento cuando tuvimos que salir de nuestra burbuja.

Nuestra visión inicial fue adaptar el monasterio, Madre Joanna Jamieson, que era la abadesa, decidió no limitar nuestra visión sino permitirnos soñar. Soñar acerca de la vida benedictina femenina en la Gran Bretaña del siglo XXI y aplicarlo a la vida de nuestra comunidad. Decidimos ver cada opción que teníamos disponible. Al final, tuvimos cinco opciones. Este fue el momento en el que sentí que todo había cambiado. Encontré que tener permiso para soñar era liberador, se abrieron las ventanas y se permitió entrar al Espíritu Santo. Unas palabras de Madre Joanna que también ayudaron: “Dios está en los hechos”.

Mirando en retrospectiva el camino que hemos atravesado juntas como comunidad, diría que hacemos muchos planes, pero muchos de ellos terminan en la papelera. Dios nos condujo un paso a la vez. Aprendimos tanto de este viaje juntas, hubo muchos altos y bajos. Cometimos errores, pero más que cualquier cosa, crecimos fuertes, juntas como comunidad. Aprendimos a escuchar juntas, pero también estuvimos abiertas al cambio. Hoy recordé las palabras de san John Henry Newman: “Vivir es cambiar y ser perfecto es tener que cambiar a menudo”.

Regresando al presente y el camino a seguir para la CBI. Ustedes han empezado a hablar y escucharse unas a otras. Lo que añadiría al escuchar y hablar es, atreverse a soñar. Abran todas las ventanas ¿Cuál es su visión para la vida benedictina del siglo XXI? ¿Cuáles son los elementos más importantes? ¿Qué respirará nueva vida? Celebraremos Pentecostés en menos de dos semanas. Roguemos al Espíritu Santo que renueve todas las cosas.

Escuchando con el Oído del Corazón

4

Perspectivas

Hna. Jennifer Mechtild Horner, OSB

Monasterio de Beech Grove (USA)

 

Escuchando con el Oído del Corazón:

La Regla de San Benito y la Sinodalidad

 


Dessin de frère Yves, abbaye de la Pierre-qui-Vire, France.

El 10 de Octubre de 2021, en la homilía de inauguración del proceso sinodal el papa Francisco delineó los componentes necesarios de lo que significa un sínodo. El Papa estableció que celebrar la sinodalidad es caminar en el mismo camino todos juntos. Viendo la manera como Jesús caminó con los otros, el papa Francisco desarrolla tres formas en las que somos llamados a caminar juntos como una comunidad de creyentes. Estamos llamados al encuentro, a la escucha y al discernimiento . Mientras escuchaba la homilía y luego la leía quedé sorprendida por cómo el papa Francisco estaba nombrando, sin nombrar, el camino de la vida benedictina.

La vida monástica es verdaderamente una forma de encuentro. Es a través del encuentro que crecemos en la confianza, confianza en Dios y entre nosotros. Este encuentro se produce diariamente dentro del recinto del monasterio como hermanos que encuentran a hermanos. Este encuentro invita a cada uno a abrirse al otro haciendo espacio en su corazón para las necesidades y puntos de vista del otro. Es a través de la cotidianidad de cada encuentro que cada hermano se abre a la posibilidad de la conversión al tener el coraje de hablar y la humildad para escuchar. Cada encuentro es delimitado por la profundidad de su escucha. Es la profundidad de la escucha de cada uno que nos cambia y nos conduce a la conversión.

Al comenzar la Regla con la palabra obsculta, ESCUCHA, san Benito está claramente estableciendo la forma como nosotros, monjes y monjas, debemos vivir nuestra vida juntos. Estamos llamados a “Escuchar con el oído del corazón ”. Es en la escucha, la escucha mutua, que una comunidad marcha hacia Dios. Es este viajar juntos que nos conducirá a donde somos llamados – el corazón mismo de Dios.

Es por medio de la escucha de unos a otros que verdaderamente podemos escuchar lo que Dios nos está diciendo. No es una escucha a alguien, sino más bien, una escucha a todos. Nuestro carisma de hospitalidad nos lleva aún más lejos. A través de nuestro carisma de hospitalidad, estamos llamados a encontrar a aquellos que están fuera del monasterio y también escuchar profundamente a aquellos que llegan al monasterio buscando guía y cuidado.

En el capítulo 3 de la Regla, san Benito le dice al Abad que cada vez que se tome una decisión importante debe convocar a TODA la comunidad, de modo que cada miembro de la comunidad pueda ser escuchado (RB 3, 1). Es este intercambio mutuo al interior del corazón de la comunidad que es central en la comprensión de sinodalidad de san Benito. En la visión de san Benito, todos tienen que ser escuchados, no solamente unos pocos privilegiados.

Esto resulta tan diferente de la forma en que funciona el mundo, incluso la Iglesia. Esto es lo que hace que el llamado del papa Francisco a este Sínodo sea un gran regalo para nuestra Iglesia. No son solamente los clérigos que van a hablar, sino todos, de modo que la voz de Dios pueda resonar a través de toda la Iglesia.

Mientras san Benito quiere que todas las voces sean escuchadas, se toma su tiempo en el capítulo 3 para determinar la forma en que cada hermano debe compartir su voz cuando se reúne en el Consejo. Cada miembro debe hablar con humildad sin defender su punto de vista obstinadamente. Por supuesto, cada compartir es hecho dentro del contexto de la Regla y no se debe desviar de ella. Cada miembro no debe perseguir su propio deseo y no debe disputar con el Abad desafiantemente (RB 3).

En el capítulo 69 san Benito establece claramente que nadie se atreva a defender a otro. Cada miembro debe hablar por sí mismo. La forma de este compartir permite a cada miembro hacerlo de una manera profunda pero no de modo que pueda desgarrar la comunidad. Cuando somos convocados a Consejo, es a través de la escucha de unos a otros que podemos discernir los movimientos del Espíritu. El Abad por su parte debe escuchar profundamente y ponderar lo que se comparte, de modo que tome una decisión. Esta decisión no debe ser echa a la ligera sino de tal modo, que construya comunidad y traiga paz.

Pero, mientras san Benito quería asegurarse que todos sean escuchados, desde el más joven hasta el más viejo, no estaba creando una democracia. Sí, cada uno debe ser escuchado, pero cuando se toma la decisión, cada hermano está llamado a obedecer. San Benito sabía que se necesita tomar decisiones y que no todos consiguen lo que quieren. ¿Cuántas veces oímos la frase “no me escuchaste” o “no fui escuchado” cuando en realidad la persona fue escuchada, solo que simplemente no obtuvo lo que quería? Sé que probablemente todos nos hemos sentido de ese modo.

Es duro compartir lo que está en nuestro corazón y encontrar que la comunidad se siente llamada a ir en una dirección diferente. Pero de esto se trata la escucha comunitaria y el discernimiento. Debemos ofrecer nuestra voz, escuchar la voz de otros, y luego estar abiertos a la voz de la comunidad como un todo. Es cuando podemos dejar de lado nuestra propia voluntad que somos capaces de escuchar al Espíritu en medio de nosotros. Para crecer en esta área necesitamos tener suficientes experiencias donde hayamos encontrado que nuestras voces importan. Una vez que hemos experimentado esto podremos aprender a caminar en la confianza.

En este llamado a la sinodalidad el Abad juega un rol importante. Escuchar profundamente, con el oído del corazón, lo que hay en el corazón de cada miembro y, por supuesto, esto sucede cuando toda la comunidad es convocada a Consejo. Pero es importante recordar que esto también sucede en otros momentos, de hecho, toda la vida monástica es un llamado a la sinodalidad. Día y noche estamos llamados a transitar juntos el mismo camino. Estamos llamados a escucharnos unos a otros no solo cuando somos convocados al Consejo sino también a lo largo de toda nuestra vida juntos.

Estamos llamados a estar siempre en modo de escucha, cuando cantamos los salmos, compartimos la mesa del refectorio, durante el trabajo en común y también durante la recreación. En cada instante estamos llamados a caminar juntos en la misma senda. Cada momento es una oportunidad para escuchar y este diario escuchar nos empodera para escuchar aún más profundamente cuando estamos reunidos en el Capítulo.

Es en este diario escuchar que crecemos en la confianza mutua. Pienso que es por este motivo que san Benito habló tan fuertemente contra la murmuración. Murmurar es lo opuesto a escuchar. Murmurar contra otro es, en un sentido, tomar su nombre en vano. Es derribarlo, no sobrellevarlo. La sinodalidad no ocurrirá a menos que seamos capaces de sobrellevar al otro y comenzar a crecer en confianza.

Entonces, el Abad debe llamar a la comunidad a un amor profundo de uno por el otro. Debe crear un espacio seguro donde uno pueda hablar y ser oído y donde las diferencias son abrazadas en vez de ser temidas. Debe fomentar el amor y desterrar la amargura de modo que prevalezca el buen celo y el mal celo sea desarraigado de la comunidad. Mientras caminamos juntos por esta senda el objetivo es el mismo para todos, en palabras de san Benito: “No anteponer absolutamente nada al amor de Cristo, el cual nos lleve a todos juntos a la vida eterna” (RB 72, 11-12).

La sinodalidad en la vida benedictina va más allá de los muros del monasterio y también se experimenta en otras maneras. Al tiempo que las comunidades están siendo reunidas en Federaciones o Congregaciones, otras formas de sinodalidad se desarrollan. Cada una de estas comunidades se apoyan unas a otras y a través de su compartir llegan a ser, juntas, más de lo que hubieran podido ser solas. Juntas, ellas administran el carisma benedictino de una generación a la próxima.

Encontramos otra forma de sinodalidad en la CIB. El primer encuentro de la CIB en el que participé fue en Corea del Sur. Recuerdo, como si fuera ayer, la experiencia de llegar al monasterio en Daegu. Estuve un poco nerviosa ya que nunca había estado en un encuentro como ese.

Las hermanas de Corea nos dieron la bienvenida con los brazos abiertos. Veníamos de diferentes países, hablábamos diferentes idiomas, teníamos diferentes formas de vestir y, aun así, éramos todas benedictinas. Sí claro, algunas eran hermanas y otras monjas y algunas de nuestras costumbres eran diferentes debido a nuestras culturas, pero nuestra esencia era la misma.

Éramos benedictinas de corazón. Durante los días que estuvimos juntas, nos escuchamos profundamente e intercambiamos nuestras ideas y pensamientos con gracia y reverencia. Llegamos como extrañas, pero nos fuimos como amigas. Caminando la misma senda juntas, la CIB es un lugar donde podemos crecer juntas y compartir nuestro carisma con el mundo.

Estoy segura que todos hemos tenido experiencias de sinodalidad en nuestras propias comunidades, federaciones, congregaciones y la CBI. Algunas veces es fácil, otras difícil y aun así la sinodalidad siempre es necesaria si vamos a crecer en el estilo de vida benedictino. Es un regalo que tenemos que compartir con el mundo. Hagámoslo con coraje y con intencionalidad.

La Comunidad de Tibhirine, un Ejemplo de sinodalidad

5

Perspectivas

 Marie-Dominique Minassian

 

La comunidad de Tibhirine,

un Ejemplo de Sinodalidad[1]

 

Memorial de los Hermanos de Tibhirine en la Abadía de Aiguebelle (Francia).

 

“El tema de la sinodalidad no es el capítulo de un tratado de eclesiología, y menos aún una moda, un slogan o el nuevo término a usar o manipular en nuestras reuniones. ¡No! La “Sinodalidad” expresa la naturaleza de la Iglesia, su forma, su estilo, su misión”[2].

 

En su discurso a la Diócesis de Roma, el papa Francisco explica con palabras sencillas, pero impactantes, lo que él espera hacer realidad en toda la Iglesia. La sinodalidad nos dice algo sobre nosotros mismos, sobre nuestra identidad, sobre nuestras relaciones, cuyo crecimiento debemos fomentar entre nosotros.

Una Iglesia sinodal es una Iglesia que escucha, que tiene conciencia de escuchar. Esta es una escucha recíproca en la cual todos tenemos algo que escuchar[3]. Para hacer explícito el modelo de sinodalidad que le gustaría promover en la Iglesia, el papa Francisco nos ofrece el ejemplo de un santo muy querido por él, san Francisco de Asís, “alerta a la voz de Dios, alerta también a la voz de los pobres, alerta a la voz de los enfermos, alerta a la voz de la naturaleza. Él transformó todo esto es una forma de vida”[4].


Escuchar la Palabra

Hay un marcado paralelismo entre san Francisco y Tibhirine. Tibhirine es también un estilo de vida, una forma de escucha. Mientras más tiempo dediquemos a los escritos que nos ofrecen esa espiritualidad, más apreciaremos qué fue lo que ocupó el primer lugar en su espiritualidad, esto es la “escucha de la Palabra de Dios”, aunque para los monjes no hay nada original en esto. Aquí tenemos un primer texto de Christian de Chergé, Prior de la comunidad, quien nos comparte su experiencia de esta Palabra.

La palabra de Dios es un pozo. Cada Palabra, cada palabra…En el desierto de nuestro lenguaje hay “palabras vacías”, pero también hay pozos (como un grifo de agua tibia, fresca o cálida) la palabra deslizándose por la lengua, la palabra que sale del corazón. Cualquiera que desee escuchar la Palabra descubrirá este pozo. Cada Palabra pronunciada debe ser extraída, desde lo más profundo del pozo.[5]

En el momento que nos arriesgamos a estar al borde de este pozo, debemos entrar en la dinámica de la Palabra que estas palabras pueden revelar dentro de nosotros. ¿Nos encontramos frente a agua tibia, agua fría, agua caliente? ¿Qué es esto que llena nuestras palabras? Esta es una pregunta ante la cual siempre nos va a poner la Palabra. ¿Somos nosotros, realmente, este lugar de encarnación de la Palabra? Escuchemos nuevamente al hermano Christian en el Capítulo, diciendo a sus hermanos.

Es Él [Dios] a quien escuchamos [la Palabra]. Es Él a quien celebramos. Es su trabajo el que queremos hacer. Esto significa que estamos aprendiendo a disminuir. La Palabra ha tomado el riesgo de confiarse a nosotros…Esto no significa que podamos confinarla a nuestros propios significados (esto sería una negación de sentido) ni tampoco a nuestra propia forma de leerla, como si fuera nuestra tarea traerla a la vida. Tiene una vida independiente de nosotros. No necesitamos darle nuestro aliento…necesitamos sentir que es verdaderamente nuestro propio aliento[6] .

Cuando abrimos el libro, lo que efectivamente estamos recibiendo es el aliento de alguien más. Como la vela de un barco, no somos nosotros los que lo movemos, es el viento, el aliento. Nosotros debemos abrirnos, consentir que seamos formados por este viento, este aliento que es el Espíritu. El hermano Christopher, el miembro más joven de la comunidad, pone de manifiesto esta idea a su propio modo.

Vivir en la Palabra no es repetirla dócilmente, como una lección aprendida de memoria, sino inhabitar en ella, dejar que eche raíces, vivir por medio de ella, ser nutrido por ella al punto de ser conformados por ella, abrazar su movimiento, el Aliento[7] .

Entonces ¿Qué debemos esperar cuando abrimos el libro? Debemos esperar conversión, un movimiento profundo de conversión hacia la otra persona, un Éxodo y una conversión. Regresemos al hermano Christian que en otro Capítulo a su comunidad va un paso más allá:

Objetivo de la lectio: una vía privilegiada en la escuela de la contemplación para el despertar de la “fe en la realidad de la PRESENCIA de Dios en y alrededor de nosotros”. Es una “fuente de oración continua”, que es una unión del corazón con Dios que HABLA al corazón.

Descubrir el corazón de Dios en la Palabra de Dios (san Gregorio) ¿El resultado? El lector recibe la gracia de encarnar esta Palabra y hacerla vida, y someterse a una total transformación. Las palabras de Jesús al Escriba “¿Qué dicen las Escrituras? ¿Qué está escrito?” también pueden ser traducidas de este modo “¿Cómo lo lees?” (Lc. 10, 26) …Has esto y vivirás… “Adaptémonos interiormente a las Escrituras” dice san Bernardo. Isaac de l´Etoile dice: “Que Cristo sea para nosotros el Libro escrito por dentro y por fuera”[8].

Este es un texto largo y muy denso. Debemos subrayar algunos elementos. Primero, mientras más leemos la Palabra de Dios, más entramos en el misterio de la Presencia, la presencia de Dios en nosotros. Poco a poco llegamos a estar más y más conscientes de esta presencia de Dios en nosotros, pero también alrededor de nosotros. Descubrimos que Dios está hablando…y hablando a través de los otros y a través de los acontecimientos.

Segundo, mientras más leemos la Palabra de Dios más recibimos la gracia de encarnar lo que esta Palabra desea comunicar en nuestra vida y compartir lo que esta Palabra quiere hacer florecer en nuestra vida.

Finalmente: presentar a los demás tu “vida de lectura”. Me parece que necesitamos reencontrar en ella, la fuerza y el deseo de ser testigos, de ser alguien que “respira Dios”, que lleve a los demás a preguntarse sobre el profundo sentido de nuestra existencia. El hermano Roger de Taizé dio un gran consejo: “No hables de Dios a menos que alguien te pregunte, pero vive de tal manera que ellos necesiten preguntarte”.

Cada día somos desafiados por la escucha. Cada día el salmista nos pregunta en el Oficio de Vigilias “¿Escucharéis hoy su Palabra? (Salmo 94). Entonces, hay en el Espíritu una fuerza capaz de ponernos en camino, de traernos de regreso a la vida, y hacernos estar alerta ante las palabras de los demás. “La eternidad solo tiene hoy día para tomar cuerpo y significar”.


Escucha mutua

Esto nos lleva a la segunda dimensión de la escucha: la escucha mutua. Retomemos nuestras reflexiones junto al papa Francisco: “el Espíritu Santo en su libertad, no conoce fronteras, ni se deja limitar por la pertenencia. El Espíritu Santo nos necesita. Escuchen al Espíritu Santo escuchándose unos a otros”[9]. El hermano Christian podría comentar esto al decir:

“Cada uno puede participar en el esfuerzo de traducción de la Palabra. No se puede capturar nunca al Espíritu Santo en una foto. En la diversidad de nuestros temperamentos y de nuestras culturas, cada uno de nosotros tiene algo que decir acerca de esta Palabra que es la vida de cada persona”[10].

Esto es exactamente lo que intentamos vivir como cristianos: una continua traducción de la Palabra. Para que esta traducción permanezca activa debemos ensanchar nuestra atención para entrar en las riquezas del Espíritu Santo hablando en cada persona. ¡No dejen a nadie de lado! Esto puede resultar ser difícil porque tenemos la tendencia, muy natural, de retirarnos o callarnos cuando no nos reconocemos en lo que los demás dicen de nosotros. Para citar al hermano Christian de nuevo:

“Es por la bondad que la humanidad está llamada a dominar el universo, pero al alejarnos de la bondad sucumbimos a la tentación y a la ilusión del uso de la fuerza. Esta confesión de la bondad de Dios resulta en la acogida de aquellos que la comparten: tal persona es carne de mi carne. Dios necesita mi conversión al otro para que siga creándome a su imagen, varón y mujer, de generación en generación.”[11]

Este extracto del Capítulo es muy importante ya que define el criterio de buena salud de nuestras comunidades, que es precisamente “dar la bienvenida a los otros”. Básicamente, mientras más acogedor soy, más acogedoras serán nuestras comunidades e iremos mucho más allá en la confesión de esta bondad de Dios y viceversa. Esto es salud espiritual e implica una permanente conversión a los otros. ¡Qué tal requerimiento! Tibhirine fue una comunidad pequeña, menos de diez hermanos, por lo tanto, es imposible escapar de él.

Se ha dicho de Tibhirine que era una “comunidad imposible” con temperamentos fuertes, diferentes antecedentes sociales, diferentes teologías, diferentes elecciones, pero aun así ellos formaron un solo cuerpo, formaron una comunidad – y ¡qué comunidad! - Todo es posible en el lazo que el Espíritu nos ofrece al entrar en esta permanente conversión a los otros.

“Desde que todos somos hechos de carne y sangre todos estamos en camino de ser Cuerpo y Sangre de Cristo. En cada uno de nosotros la Palabra quiere hacerse carne, esto significa, cada hermano, de acuerdo con la carne, llega a ser para mí, la Palabra de Dios”[12].

Cuando tomamos el riego de seguir el evangelio desde a sus raíces, debemos estar preparados para un viaje lejos de nuestra zona de confort. Este es también un tema muy querido por el papa Francisco. Las periferias no son solamente las fronteras externas, son también nuestras propias fronteras internas. Por eso, preparémonos para un viaje para ir a escuchar hasta el final a estos ecos de la Palabra.

El Vaticano II nos presenta una formula interesante, los Padres Conciliares hablaban de esta “siembra de la Palabra” escondida pero abierta a nuestra escucha. Debemos ser capaces de redescubrirla en todos, en cada persona. Hay que aclarar que no vemos inmediatamente a nuestro hermano o hermana como Palabra de Dios, los murmullos interiores, incluso si no son verbalizados, existen en lo más hondo de nuestro ser, debemos prestar atención a esto y perseverar realmente para contribuir a este clima de amor. El hermano Christopher tiene una forma muy hermosa de expresar este deseo: “Me gustaría alcanzar esa tierra de paz donde rece el Padre Nuestro sin olvidar a nadie”.


Escucha de los eventos

Mientras más crecemos en la escucha de la Palabra de Dios que nos transforma, más nos ayuda a encontrar y ver a los otros como una palabra para nosotros. Esta escucha abraza la totalidad de lo que es real y de todo lo que sucede. Progresivamente, también los eventos llegan a ser una palabra significante para nosotros en nuestro viaje hacia Dios. Escuchemos nuevamente al papa Francisco:

Tenemos que salir del 3- 4% que son aquellos más cercanos a nosotros e ir más lejos para escuchar a los otros, a aquellos que incluso algunas veces te insultarán y maltratarán. Pero debemos escuchar aquello que están pensando, sin imponer nuestra propia opinión, permitan al Espíritu Santo que hable nos hable [13].

Confinarnos al 3 – 4 % de aquellos más cercanos a nosotros es realmente privarnos de una gran parte de la realidad. La idea del Papa es salir a encontrar al 96% que nos falta, con la conciencia de que realmente carecemos de ellos. Esto igualmente nos ayuda a comprender una dimensión esencial de la Iglesia. “Es imposible comprender la “Catolicidad” sin hacer referencia a este amplio y acogedor campo que no tiene fronteras marcadas. Ser Iglesia es una manera de entrar en esta amplitud de Dios”[14].

Este concepto de entrar en la amplitud de Dios significa que, finalmente no somos cristianos o musulmanes o budistas sino esencialmente hijos de Dios, y existe un solo campo, el de los que Dios ama. Tenemos que estar preparados para recibir la vida de Dios desde los otros, el 96% restante que nos está esperando fuera de nuestro círculo inmediato.

¿Hay algún rastro de esto en los monjes de Tibhirine? Cada año, en la carta circular enviada a los padres, amigos y benefactores de la comunidad podemos encontrar algunas de estas “venturas”, el fruto de la escucha a su ambiente, algunas veces con resultados sorpresivos.

“En el Capítulo hemos hecho una votación ligeramente revolucionaria. Hemos ofrecido un edificio casi desocupado a las Pequeñas Hermanas de Jesús, que están buscando un lugar seguro donde las Pequeñas Hermanas de la región, especialmente las del Sahara, puedan venir y renovar sus fuerzas durante la estación cálida. Nuestra clausura está empezando a ser mixta, por supuesto, pero su vocación contemplativa también es multiplicada por dos (¡por lo menos!). Cuando lo consultamos, el Cardenal fue categórico, “Esta es la mejor solución. Hace cinco años hubiera dicho…. Pero eso fue hace cinco años, y ustedes ni siquiera hubieran pensado en consultarme tal cosa”[15].


Un segundo ejemplo:

“Este Ribat (vínculo de paz) ha estado funcionando por diez años, uniendo a los cristianos que quieren estar atentos a la dimensión espiritual de la vida de los musulmanes e integrar su vida y oración con la de nuestros hermanos musulmanes[16].


Este grupo fue originalmente un grupo de cristianos que querían compartir su vida experiencia diaria de vida con los musulmanes. Rápidamente se les juntaron los musulmanes. Se encontraban dos veces al año, y durante los seis meses entre los encuentros, ellos trabajaban personalmente para el compartir. Ese año la pregunta fue “¿Cómo la vida espiritual del otro se integra con la mía?” Ellos pasaban dos días juntos compartiendo los frutos de su experiencia y en profunda escucha de su vida diaria.

Como muestra de originalidad, ellos desarrollaron la experiencia de asociación en el uso de una parte de su huerta. Cuatro jóvenes padres de familia compartieron con los hermanos el trabajo y las ganancias de lo producido. Como mayor originalidad aun: la bienvenida a vecinos musulmanes a la oración mientras éstos esperaban la construcción de su mezquita en la villa – una extraordinaria experiencia de compartir. Incluso más sorprendente, como un ejemplo de comunión más extenso: la confraternización con una comunidad en el sur de Francia que acogía personas con adicciones, que permitió a muchos de ellos quedarse en Tibhirine, y a algunos monjes ir allá regularmente.


Hacia una Escucha Integral

¿Qué es lo que hemos aprendido, escuchado, esbozado de la comunidad de Tibhirine? Hemos querido resaltar lo que significa “una escucha integral”. Estos monjes nos enseñan lo que significa una escucha que tiene su origen en la acogida abierta, franca, obstinada de la Palabra de Dios; una acogida resoluta a la Palabra que aumenta entre nosotros esta escucha y nos introduce en una capacidad más amplia de escuchar a la vida entera, sus eventos, sus contextos, permitiéndonos captar de nuevo, todo lo que nos sucede, a la luz de la presencia de Dios en cada uno de nosotros.


[1] Conferencia dada en el marco de las festividades por el 150 aniversario de la parroquia de Vevey (Suiza) el 05 de mayo de 2022. Para esta publicación la autora generosamente ha reproducido una versión abreviada.

Marie-Dominique Minassian es una teóloga suiza, investigadora en la Universidad de Friburgo, especialista en el patrimonio espiritual de los monjes de Tibhirine, miembro de la Asociación para la Protección de los Escritos de los Siete Monjes de Atlas.

[2] Papa Francisco. Discurso a la Diócesis de Roma en la Asamblea Diocesana, 18 de septiembre de 2021.

[3] Papa Francisco. Discurso en el 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17 de octubre de 2015.

[4] Fratelli Tutti, 48.

[5] Hermano Christian, Homilía en el 3er. domingo de Cuaresma, 14 de marzo de 1982, L'Autre que nous attendons, p. 57.

[6] Hermano Christian. Capítulo del 2 de marzo, 1991. Dieu pour tout jour, p. 373.

[7] Hermano Christopher, Nota de una lectio divina sin fecha sobre Jn. 8, 31.

[8] Hermano Christian, Capítulo del 23 de noviembre 1991, Dieu pour tout jour, p. 384-385.

[9] Discurso a la Diócesis de Roma, 18 de septiembre, 2021.

[10] Hermano Christian. Capítulo del 14 de junio, 1994, Dieu pour tout jour, p. 491.

[11] Hermano Christian. Capítulo del 23 de julio de 1986, Dieu pour tout jour. p. 138-139.

[12] Hermano Christian. Homilía del 21 de agosto de 1982. L’Autre que nous attendons. p. 74.

[13] Discurso a la Diócesis de Roma del 18 de septiembre de 2021.

[14] Ibid.

[15] Hermano Christian. Chronique de l’espérance. 13 de diciembre de 1997. Heureux ceux qui espèrent. p. 411.

[16] Carta Circular de 1988. Heureux ceux qui espèrent. p. 706.

Desafíos para la Vida Monástica Benedictina
en el Oeste de África

6

Perspectives

Sœur Thérèse-Benoît Kaboré, osb

Prieuré Notre-Dame de Koubri (Burkina Faso)

 

Desafíos para la Vida Monástica Benedictina

en el Oeste de África

 

Cuando se me pidió exponer algunos aspectos de mi tesis doctoral[1] en el boletín de AIM, pensé en el tema de los desafíos para la vida monástica en el oeste de África porque es un tema verdaderamente provocador. En mi opinión, nos puede llevar a una reflexión que sería muy beneficiosa para la vida monástica en el oeste de África y particularmente el África francoparlante, ya que estos cambios nos invitan a estar vigilantes y trabajar para resolverlos. De hecho, si la vida monástica va avanzar debe ser capaz de proponerse preguntas y examinarlas.


Nutriendo Vocaciones

Cada vez más se habla de África como la cuna de vocaciones de la Iglesia. Sin embargo, esto no es tan cierto para todos los países de África, y ciertamente no para las vocaciones a la vida monástica, que es también es muy poco conocida. De hecho, las características de esta austera forma de vida no son muy atrayentes, y muchos de los que tocan a las puertas de un monasterio no perseveran. La realidad es que, después de más de 50 años de fundación, la mayoría de monasterios difícilmente tienen miembros suficientes como para realizar una fundación. Este es el juicio de P. André Ouédraogo, abad en retiro de Koubri:

Si tomo a nuestro monasterio de san Benito de Koubri, que celebra sus 50 años de fundación el 11 de julio de 2013. Hemos recibido ente 1963 y 2013 un considerable número de candidatos en busca de su vocación. Si todos los candidatos hubieran perseverado hubiéramos sido capaces de hacer muchas fundaciones, tanto en este continente como en otro. De este gran número de candidatos ¿Cuántos han perseverado? Los otros miembros de nuestra región africana pueden decir los mismo. Antes de este gran misterio muchos candidatos han entrado, pero pocos han permanecido.

Es verdad que la vida monástica tiene un estilo de vida evangélico que tiene muchas renuncias y demandas que deben ser asumidas por elección. Sin embargo, el gran número de salidas debería cuestionar a los monasterios sobre su forma de vivir la vida monástica y de presentarla al mundo. En vez de aprobar una mitigación de la vida monástica, es cuestión de encontrar soluciones adecuadas. Toda la vida monástica en el oeste de África está en juego. Cincuenta años después de su fundación, muchos monasterios aún están sintiendo su forma de vida.

Capilla de las monjas benedictinas de Koubri. © AIM.

La Cuestión de la Formación en la Vida Monástica

Aunque el nivel de formación de los candidatos ha cambiado en el presente, hay aún mucho por trabajar, por ejemplo, el nivel educativo, que requiere muchas veces formación escolar complementaria. Si bien el monje es contemplativo por vocación, esto no lo dispensa del manejo del conocimiento y de aprender a pensar. Pero el problema real es el de estar arraigado en la vida monástica. Denis Martin, uno de los grandes promotores de la vida monástica en África, comentaba “Los monjes en votos perpetuos que no han recibido el mínimo de instrucción, están a la deriva, si no tienen en qué fundamentar su vida monástica”[2].


El Desafío de los Votos Religiosos

El monje africano, conscientemente y deliberadamente, toma la tarea de ser testigo de Jesucristo durante toda su vida. Su consagración monástica constituye una inmolación personal. Por amor de Cristo, acepta los valores culturales correspondientes a los tres votos de castidad, pobreza y obediencia.

El Desafío del Voto de Castidad

El voto de castidad es, para los religiosos africanos, la expresión más fundamental de la pobreza: este voto toca su esencial auto-presentación simbólica[3]. Un Cisterciense del Congo, hablando de la elección evangélica del celibato consagrado, dijo: “es una victoria del cristianismo en nuestro mundo, y eso no lo hace menos milagro”[4]. Tal situación de parte de los religiosos africanos no hace menos posible vivir completamente el voto de castidad. No indica una sexualidad desordenada[5].

Para los religiosos africanos, así como para todos los religiosos, existe la obligación de asumir aquello a lo que libremente se han comprometido. No existen medias tintas para los africanos. Su práctica de la castidad por el Reino de Dios debe ser al mismo tiempo contra “la cultura hedonista que separa la sexualidad de toda norma moral objetiva, reduciéndola frecuentemente a un juego o una recreación, dando paso a una suerte de idolatría del instinto” (Vita Consecrata, 88). Si bien es cierto el voto de castidad no significa vivir como seres incorporales, constituye un desafío para todo aquel que lo abrace.

El Desafío del Voto de Pobreza

En un continente donde gran parte de la población vive en situación de desnutrición, falta de una vivienda digna y no tiene acceso a servicios de salud u otros provistos gratuitamente en otras partes del mundo, los religiosos no pueden tomar este voto de pobreza tan a la ligera. Pero ¿cómo deberían los religiosos y más aún los monjes abrazar el voto de pobreza? En los lugares cercanos a los monasterios la gente puede entender que los monjes viven el voto de pobreza renunciando radicalmente al derecho de propiedad individual y al uso personal del fruto de su trabajo, pero también compartiendo sus bienes con otros. Un monje nos dijo una vez: «Que nuestros hermanos, cuando nos ven, no sean capaces de decir “¡Cómo ama el dinero!”. O que no sean capaces de decir con respecto a una hermana “Ella piensa más en ganar dinero que en la salvación de las almas”»

El Desafío del Voto de Obediencia

El profesor Michael Hochschild, después de una investigación en varios monasterios europeos, llego a la siguiente conclusión “Un observador externo busca humildad y obediencia en la vida monástica, pero en realidad, también autonomía individual y el reinado supremo de la autorrealización” . Esto es igualmente cierto en la realidad de ciertos monasterios de África y particularmente en el oeste de África. Cuando el individualismo se arraiga, ahoga la dimensión del testimonio profético del voto de obediencia, así como de los restantes votos.

Es esencial combinar un dinamismo, un espíritu de iniciativa, un sentido de responsabilidad, con el espíritu de obediencia, y así llegar a una obediencia cristiana madura, libre de la propia voluntad, no temerosa, ni servil o hipócrita o con arreglos al futuro, como cuando se dice “Cuando tenga los votos perpetuos podré hacer lo que quiera”. Desde este punto de vista es imperativo que la formación monástica ayude al candidato a alcanzar la obediencia adulta, reflexiva y voluntaria.

El Desafío de la Vida Fraterna

La vida fraterna es un campo de batalla diaria. Los desafíos son múltiples y los obstáculos muchos. Una de las amenazas a la vida fraterna y comunitaria es el individualismo. Cuando uno piensa solo en sí mismo y en su propio trabajo, la vida comunitaria se hace secundaria, o vergonzosa cuando pasa el tiempo. De hecho, hay monjes que están convencidos que trabajando duro o vigorosamente están verdaderamente sirviendo a los otros.

Pero ¿Cómo se puede verificar esta forma de pensar? Ellos no tienen interés en los otros y en sus vidas. El problema es que actuando de ese modo privan a sus comunidades de su ímpetu vital: “la comunicación se rompe y consecuentemente hay menos y menos interés en la comunidad”. Se debe entender que la forma de vida monástica cenobita de ninguna manera se puede vivir sin tomar en cuenta a los otros, ni a la comunidad ni a las relaciones interpersonales. Otras dificultades también suelen aparecer en la vida comunitaria: dificultades de comunicación, algunas veces ligadas a la diferencia generacional, rivalidades, sed de dominación, fallas en la escucha y en la aceptación de los otros. En el tema de las relaciones interpersonales un comentario del Sidbe Sempore Dominicano debería cuestionarnos “Somos tomados como ejemplos, y cuando la gente habla de santidad, espontáneamente piensan en nosotros. Pero, ¿somos realmente verdaderos cristianos?”


La Cuestión de la Autonomía Económica en los Monasterios del Oeste Africano

Los monasterios del oeste de África continúan afirmando que, con su propio trabajo, pueden ser autosuficientes con respecto a los gastos de su sostenimiento diario, pero que la pregunta debe ser planteada sobre los gastos extraordinarios, como la construcción o la compra de materiales. Aquí hay una cuestión de organización y formación. Los monasterios africanos no pueden reclamar autonomía mientras se niegue estas cuestiones económicas.

El proyecto económico para el futuro de los monasterios en África debe ser objeto de un profundo estudio. A menudo se nos ha presentado a los monasterios europeos como económicamente florecientes, sería interesante poner en el mismo nivel a los monasterios con una economía seriamente reducida, a menudo con deudas, y no siempre preparados para extender las manos. En todo caso, ya no es posible depender siempre de benefactores, ya sean estos AIM u otras organizaciones o individuos, para reemplazar maquinaria o los edificios. Es vital para las comunidades saber cómo preparar un presupuesto, incluyendo reparaciones de edificios o reemplazo de maquinaria.

Taller de tejido en el Monasterio de Toffo (Benín).

En la cuestión de ayuda, los monasterios de África han recibido tanto de AIM –Internacional. En estos días sería interesante pensar en AIM-África tal como propuso P. Boniface Taguila, fundador del Monasterio de la Encarnación en Agbang, Togo, en su discurso por las bodas de Oro de AIM-Internacional. No es la intención suprimir AIM-Internacional. En la dinámica dar – recibir, los monasterios de África pueden y deben contribuir. Internamente, dentro de África, esta estructura puede prestar ayuda, aunque pequeña, a los monasterios que la necesiten (estamos pensando en Widow´s Mite). Los monasterios de África no pueden esperar ser florecientes sin empezar este tipo de estructura. Esta proposición debería ser seriamente considerada. Esperamos que AIM-África vea pronto la luz.


Un Monasterio Modelo para África

África está viviendo una situación de pobreza que no puede ser escondida. En tal situación un estilo de vida austero puede parecer burgués. La riqueza, incluso relativa, lejos de ser entendida, será exagerada. Las condiciones de desarrollo en cada región deberían ser consideradas, teniendo en cuenta que el testimonio colectivo de pobreza no cause cuestionamientos en la población (Cf. Perfectae Caritatis 13. Canon 640). Si la vida monástica debe ser profética, hay la obligación de tomar en consideración esta realidad.

Teniendo esto en consideración ¿No podría ser posible repensar las fundaciones y el funcionamiento de los monasterios en el oeste de África? ¿No sería posible inventar en África la posibilidad de vivir la vida monástica en pequeñas comunidades y con pocos miembros? ¿Está, cada nueva fundación, destinada a ser una comunidad grande si la posibilidad de auténtico monasticismo está asegurada? Así como para los grandes monasterios en su forma clásica ¿No hay lugar para comunidades más pequeñas, más ligeras, con un crecimiento limitado y una inversión limitada? Tales preguntas han sido admirablemente voceadas desde el primer encuentro de superiores monásticos de África en Bouake en 1964[7].

Esta perspectiva demanda una reflexión seria, pero también experimentos audaces. Pequeñas comunidades monásticas cerca de las villas, con un idéntico nivel de vida e infraestructura, lo más similares posibles a sus vecinos, podrían dar una reflexión del verdadero rostro del monasticismo y sus objetivos.

Con edificios menos imponentes y estilos de vida más simples tales pequeñas comunidades podrían ser capaces de dar un testimonio efectivo de pobreza, que permanecería ante los ojos de aquellos que los vieran vivir un signo realista de la naturaleza transitoria de las cosas terrenas. Como comunidades de oración y trabajo tendrían una gran influencia en la población de alrededor.


Relaciones de los Monjes Africanos con su Familia

Entre muchas penas y alegrías los consagrados africanos buscan una armonía entre su familia biológica y su consagración. Aunque lo han dejado todo para seguir a Cristo, aun se ven confrontados cara a cara con los problemas familiares, en tales circunstancias, algunos religiosos africanos provenientes de familias pobres, sufren por vivir en una relativa mejor condición de vida, mientras que sus familias permanecen en un plano menos favorable, en el cual no pueden ayudar.

Por causa de tal sufrimiento, algunos dejan la vida religiosa, otros engañan para poder ayudar a sus familias y otros nunca alcanzan todo su potencial. Los monjes tampoco se salvan. Se ha notado que, después de que la familia visita a un hermano o hermana, se siente molesto por algún tiempo debido a los problemas y dificultades de su familia.

Es una cuestión muy delicada que merece una atención particular y una solución concreta. Por un lado, la Regla no nos dice nada acerca de este problema, por el otro, no se puede ignorar que esta situación es un verdadero problema en África.


Dificultades Monásticas por la Intromisión del Mundo Contemporáneo

Hoy en día el mundo está viviendo un cambio muy significante a causa de la globalización y su visión de un mundo único. Esta globalización no solo afecta la economía, sino que se extiende a la situación cultural, al crear una suerte de cultura global con la cual nadie puede ser indiferente. La nueva situación sociocultural, así engendrada, ha tenido una influencia directa en la vida religiosa y especialmente en la vida monástica. Algunos patrones y prácticas de comportamiento que los monjes siempre han considerado esenciales han sido agudamente cuestionadas.

Las oportunidades del mundo moderno hacen a los monjes un enorme servicio, pero al mismo tiempo, constituyen una amenaza tanto para la clausura como para el silencio, exterior e interior. Bien se podría preguntar qué ha pasado con el silencio monástico en un mundo donde la comunicación ultra-rápida ha invadido cada esquina.

Y la clausura. ¿Cómo escapar del teléfono celular, Whatsapp, Facebook, internet? Sin cerrarnos a las ventajas y riquezas de la globalización es importante considerar sinceramente los problemas que trae consigo (Vita Consecrata, 99).

De ningún modo puede el monje negar los valores esenciales y las costumbres importantes de su forma de vida. Debe estar bien arraigado en su vida monástica. En este sentido, se le invita a dar cuenta de su identidad, en ser realmente lo que debería ser. La vida monástica debería ser un testimonio de las demandas del Reino de Dios y de su presencia entre la gente. Solamente entonces será capaz de cuestionar este mundo.

Los muchos desafíos mencionados explican la urgencia de una respuesta efectiva de los monjes y monjas del oeste de África, una respuesta que empieza con la madurez de los monjes y de su firme arraigo a la vida monástica misma. África necesita hombres y mujeres capaces de dar testimonio de las Bienaventuranzas y de la primacía del Absoluto en sus vidas. Este requerimiento solamente será satisfecho en cuanto los monjes lleguen a ser más y más conscientes de la riqueza de la vocación que el Señor les ha dado y de la misión que les ha confiado en la Iglesia y el mundo. Deben reafirmar incesantemente su especial carisma, deben asegurarse de tener una clara visión y de que la viven cada día. Solamente entonces podrán dar la respuesta que demanda nuestro tiempo, sin dejar de ser lo que son.




[1] Título de la tesis. Vie monastique et législation canonique: la question de l’identité bénédictine face aux défis contemporains en Afrique de l’ouest.

[2] D. Martin. Formation des postulants au monastère en “Rythmes du Monde”. No. 39.

[3] Cf. G. MBIDA, « Les vœux de religion dans le contexte culturel africain. Enjeux et défis pour un droit ecclésial particulier », in Revue de Droit Canonique, n° 65, 2015, p. 208.

[4] E. MUNUNU, « Des dispositions intérieures et des structures de la communauté », in Rencontre monastique, 31.

[5] Cf. E. M’VENG, L’Afrique dans l’Église. Paroles d’un croyant, L’Harmattan, Paris, 1985, p. 109-110. A menudo se ha sostenido que los africanos son incapaces de vivir el voto de castidad. Por supuesto que la fecundidad es valorada in África. Pero no es menos cierto que en la sociedad tradicional e incluso ahora, el dominio de la sexualidad es un valor importante al cual (hombres como mujeres) le conceden gran importancia. El dominio de la sexualidad fue una de las dimensiones que sirve para medir el grado humanización (un ser humano no puede actuar como un animal que no se puede controlar a si mismo). El conocimiento de la cultura africana muestra que la promiscuidad sexual no es permitida de ningún modo. Desde temprana edad los africanos aprenden a vivir en castidad.

[6] Les bénédictines entre la coninuité et le changement, intuitions et perspectives á partir d’un project international de recherche. Congreso de Abades 2012. p. 6 (fotocopia).

[7] D MARTIN, Problèmes économiques des fondations missionnaires. Comptes rendus des débats, in Rythmes du Monde, n° 39, 1965, p. 98-99 ; cf. A. OUEDRAOGO, Chemin, p. 99-100. Este autor aprueba la posibilidad de pequeñas fraternidades ligadas a grandes comunidades. También propone la idea de una vida monástica temporal para todos aquellos que quisieran vivir una experiencia monástica por un periodo limitado.

El Eco-Sistema Monástico Francés

7

Vida monástica y economía

 Marie-Catherine Paquier[1]

 

El Eco-Sistema Monástico Francés,

un Ejemplo de Redes Co-operativas de Trabajo

 

Producción de los monjes trapenses de Cîteaux.

El modelo monástico inspira a la gente de negocios a la ayuda mutua, cooperación, innovación colectiva, precios justos, ética de producción, ecología, comunicación y preferencia por las decisiones bien consideradas. Estas son las características de muchas empresas comerciales en el mundo de hoy, concentradas en las recientes posibilidades de incorporar sus propósitos en sus estatutos.

Pero ¿Qué es lo que está realmente en juego? Estas empresas creadas por y para las comunidades monásticas ¿Deberían tener su inspiración de las empresas clásicas, dado que sus propósitos son fundamentalmente diferentes de aquellos donde el crecimiento del valor económico y financiero es un fin en sí mismo? Basado en estudios históricos, sociológicos y económicos muy ricos, nos proponemos explicar la organización del eco-sistema monástico francés.

Este eco-sistema, gradualmente construido por los mismos monasterios, permite a los organizadores, monjes y lacios, trabajar juntos. Es sorprendente encontrar que, en cuestiones económicas, las órdenes monásticas de hombres y mujeres de diferentes generaciones y sensibilidades, pueden trabajar mano a mano y al mismo tiempo dejar las puertas abiertas a una variedad de socios laicos. Es un buen ejemplo de la economía como una suerte de relación simbiótica. Nos proponemos examinar cómo, los monasterios de hoy, organizan su economía como redes, construyendo sus decisiones económicas en función de sus prioridades espirituales y no al revés.


Decisiones Financieras Dictadas por la Espiritualidad

La economía monástica permite a los monjes y mojas sostener su forma de vida, por el trabajo y ante la mirada de Dios. Está peculiar forma de economía, basada en la renuncia de los bienes y obligaciones, algunas veces considerada un laboratorio de economía alternativa, anima a cada uno a contribuir de acuerdo con sus talentos personales. De hecho, las capacidades de trabajo dependen de las habilidades de los hermanos y hermanas del monasterio, en el tiempo que pueden dedicar al trabajo, en un balance entre momentos de oración individual y colectiva.

Debemos resaltar que el trabajo de monjes y monjas incluye tres categorías: El servicio a la comunidad (tareas domésticas, mantenimiento, cocina, reparaciones sencillas), la hospitalidad monástica (bienvenida, escucha espiritual, preparación de las habitaciones y comidas) y las actividades para producir dinero propiamente (talleres, servicios, tiendas). Aquí estamos interesados en esta tercera clase de trabajo, ya sea en el momento de la producción misma o en su organización y control y si es hecho por laico asalariados o delegados, tanto en tiendas físicas como on-line.

Las actividades para producir dinero usualmente están agrupadas bajo una estructura jurídica, separada del de la comunidad, adaptada a esta actividad y remunerando el trabajo de monjes y monjas por el valor de la remuneración pagada a la comunidad.

En la comunidad, las actividades de producción de dinero son regularmente dirigidas por un comité económico, compuesto por el abad, el ecónomo y los responsables de las diferentes actividades o servicios. Para las orientaciones y decisiones más importantes tales como la creación de una nueva actividad, la división de las tareas o el acondicionamiento de los centros de trabajo, la comunidad no solo debe ser consultada sino también asociada a la toma de decisiones.

El producto generado y vendido por los monasterios incluye productos agrícolas, cosméticos, artes decorativas, objetos de piedad, servicios varios como imprenta, encuadernación, costura, restauración artística, vendidos en tiendas físicas o virtuales y distribuidos tanto por monjes como por laicos. Estas actividades de producción y comercio ayudan al sustento de la comunidad, complementadas con ingresos por retiros (si es que se dan), actividades como la hospedería u otras formas de ganancias.

En un dilema entre economía y necesidades religiosas, los monasterios practican un marketing mesurado, incluso una des-marquetización. Vender, producir o ganar dinero, no constituyen un fin en sí mismos y muchas comunidades no dudan en renunciar a iniciativas comerciales en orden a preservar sus prioridades espirituales.


La Comunidad, Miembro Activo de una Red Cooperativa

Aunque totalmente autónomas en sus elecciones y en su contabilidad, las comunidades no permanecen aisladas unas de otras, por ejemplo, para coordinar esfuerzos, los monasterios franceses han creado cuatro asociaciones cuyas actividades se complementan y nutren unas a otras. “Monastic” para la formación de asuntos económicos y el uso de marcas comerciales; “Aid to Cloister Work” para apoyar y difundir productos monásticos bajo la marca “Artisanat Monastique”; “Teophil´s Shop” para establecer un mercado colaborativo y “Monastic Links for Commerce” para la formación e intercambio de buenas prácticas en temas de mercados y comercio. Estas cuatro entidades monásticas actúan como una plataforma para apoyar la economía de los monasterios y son dirigidas tanto por religiosos como por laicos.

En adición a estas acciones concertadas, se dan muchos otros casos de cooperación entre comunidades, ya sea para la fabricación de productos, como para su comercialización (cada tienda monástica no solo vende su propia producción sino también una amplia gama de productos de otros monasterios). La cooperación también toma la forma de una verdadera inteligencia colectiva: consejos de una comunidad para la producción de bienes complementarios o la unión con otros monasterios.

La comercialización de productos monásticos atrae también a laicos y así se establecen sociedades perdurables, lo que permite a las comunidades programar sus volúmenes de producción con anticipación. Finalmente, las comunidades tienen el cuidado de tejer lazos de confianza con sus proveedores, escogidos por su proximidad o la calidad de su trabajo. Así, la economía monástica funciona como un eco-sistema colaborativo por el cual tanto los laicos como los monjes co-producen no solo valor económico sino también humano y solidaridad espiritual.


Compradores y Búsqueda de Autenticidad, Agentes de Evolución Económica

Por el lado de los compradores y consumidores de productos monásticos, fervientes católicos o no, los productos monásticos son a priori muy confiables, pues derivan de un aura de naturalidad, solidez, tradición, sinceridad y espiritualidad. Se ha comprobado que la colaboración y la generosidad tienen un importante lugar en la compra-venta, incluso más porque son hechas en contacto directo con un monasterio, de manera física como virtualmente.

Acostumbrados a un arquetipo medieval de monjes como pioneros e iniciadores, los compradores se inclinan a contarse a sí mismos historias idealizadas de los productos y procesos de fabricación, que no siempre reflejan fielmente los hechos de los monasterios en la actualidad; esto podría representar un peligro para los vínculos entre los monasterios y sus clientes y es importante mantener a los clientes bien informados de los nuevos métodos de producción en los monasterios.

De hecho, la colaboración de empleados laicos no debe disminuir en lo más mínimo el control que tienen los monasterios en todo el ciclo de producción, desde la concepción hasta la venta, incluyendo la compra de materia prima, fabricación, empaque, venta y distribución.

La economía monástica como parte de la sociedad ha evolucionado desde el sector primario y secundario, hacia el sector terciario, pasando de la agricultura y ganadería a la producción de objetos artísticos, luego hacia el sector servicios y el comercio. Estos servicios han sido desarrollados cada vez más y a menudo en detrimento del trabajo manual prescrito por las Reglas cenobíticas, de las cuales la más conocida es la Regla de San Benito.

Hoy en día, para muchas comunidades, especialmente las más envejecidas, las tiendas son la mayor fuente de ingresos, más importante que los talleres. Sin embargo, en los últimos años, hemos registrado una tendencia a volver a la producción y al trabajo manual, listos para abandonar actividades terciarias, que son a menudo híper digitalizadas, para reinvertir en talleres y la formación de monjes artesanos. Este regreso, con énfasis en la fabricación, que a menudo ocurre en sociedad con laicos, se encuentra en el corazón de las reflexiones de las comunidades hoy en día.

Restricciones que Conducen a la Innovación

En el análisis previo, la economía monástica no solo es una economía de necesidad, sino también una economía de límites: límites de competencia, de trabajadores, de espacio, de tiempos. Estos límites que en el mundo secular se experimentan como constricciones, en las comunidades monásticas se experimentan como espacios de libertad, y de creatividad que promueven el cambio y la innovación.

Para los monasterios, el juego consiste en mantener o desarrollar actividades económicas mientras se van adaptando a las nuevas tendencias en la sociedad y la fidelidad a las bases espirituales de la vida cenobítica. En este tipo de economía cerrada, la investigación para mantener un equilibrio entre los diferentes tiempos, diferentes actividades, diferentes lugares, diferentes ideas, es esencial para alcanzar la mejor combinación posible de una razonable satisfacción de las necesidades del grupo y de sus individuos, una razonable movilización de la fuerza de trabajo, las competencias humanas disponibles y el servicio a la humanidad. De ese modo, la lógica de la producción y comercialización implica una triple negociación entre:


1. Expectativas de los clientes que buscan en los productos, naturalidad, autenticidad y espiritualidad.

2. Las estrategias económicas únicas de cada monasterio.

3. La combinación interna entre permanecer fiel a las prioridades espirituales y las indispensables redes sociales mientras se evita la secularización, cómo satisfacer los requerimientos de los compradores sin perturbar el equilibrio espiritual, cómo y cuánto colaborar con los laicos, qué vender y qué no vender en nuestras tiendas, cómo mantener la solidaridad mientras se multiplican las ventas on-line, cómo preservar la confianza de los clientes mientras se mantiene la transparencia en las nuevas prácticas, cómo poner una ecología saludable en práctica.

Tales preguntas animan hoy la reflexión sobre los eco-sistemas monásticos. Si estos sistemas y estas cuestiones son únicas, las respuestas dadas por cada monasterio son pertinentes, ya que son fruto de la reflexión comunitaria en concordancia con las exigencias y limitaciones internas y externas.

Hay tantas ideas y soluciones como comunidades. Deben alcanzar soluciones en un estado de confianza que permita opciones espirituales comunitarias, que tengan precedencia sobre consideraciones económicas y no al revés.




[1] M.-C. Paquier, tiene un doctorado en Estudios de Negocios, es profesora e investigadora del EBS-París, sus intereses de investigación son la fabricación y los negocios en los monasterios. Ayuda a las Comunidades, a sus ecónomos y a los encargados de talleres y negocios. Sus investigaciones han sido publicadas en varias publicaciones científicas. El presente artículo es la adaptación de un artículo publicado en la revista Les Amis des Monastères.

La Liturgia Siro-Malabar

8

Liturgia

Dom Clément Ettaniyil, OSB

Abad de Kappadu (India)

 

La Liturgia Siro-Malabar

 

En el año 52 DC el apóstol Santo Tomás llegó a la costa Malabar en Kerala, sur de la India. El 03 de julio del 72 DC santo Tomás fue martirizado en Mylapur. El domingo 03 de julio de 2022 se cumplió el 1950to. aniversario del martirio de santo Tomás. En estos 1950 años de la llegada de santo Tomás nos proponemos reflexionar sobre la liturgia de la Iglesia Siro-Malabar.

La liturgia Siro-Malabar proviene de la familia litúrgica Siriaca, que fue desarrollada por los discípulos de santo Tomás. La misa del rito Siro-Malabar se llama Qurbana que significa ofrecimiento, regalo, oblación. El término Qurbana resume todo el misterio de salvación en su celebración de la Eucaristía. Hay tres formas de santa misa en la Iglesia Siro-Malabar: la forma simple, la forma solemne y la forma muy solemne llamada Raza, que es la forma característica de la liturgia Siro-Malabar. Si se celebra propiamente toma alrededor de dos horas y media celebrar una Raza.

La palabra Raza también puede significar “misterio”. La Raza es la celebración de la Cruz, de la Palabra de Dios y del Cuerpo y Sangre de Cristo, tres representaciones vivas de nuestro Señor. Se da suprema prioridad a varias oraciones, himnos y ritos de la Raza. El misterio de la Cruz, la Palabra de Dios y el Cuerpo y Sangre de Cristo son completamente develados en la Raza.

La cruz sin la figura de Cristo significa el Señor Resucitado: “él no está aquí, ha resucitado” (Lc. 24, 5). La paloma sobre la cruz significa la teología paulina del rol del Espíritu Santo en la resurrección. El loto a los pies de la cruz indica el intento hecho por cristianos de santo Tomás por interpretar el significado de la cruz en el contexto de la India.

El loto es el símbolo de la pureza y es nuestra flor nacional. La cruz en el loto expresa cuán bien está integrado el cristianismo en suelo indio. Los botones a punto de florecer en los cuatro extremos de esta cruz de resurrección significan la vida nueva y la esperanza dada por el Señor resucitado. Las tres gradas de la base de la cruz significan el calvario en el cual la cruz fue levantada.

La Raza comienza con la procesión hacia el bema (pequeño altar en el centro de la iglesia) y los dos cirios colocados sobre el bema simbolizan el Antiguo y Nuevo Testamento. Los diáconos que llevan los cirios durante la procesión simbolizan a los discípulos, llamados a ser la luz del mundo. La Raza es introducida con el recordatorio del mandato de Cristo (Lc. 22, 19) dicho tanto por el celebrante como por los fieles.

La Raza comienza con la proclamación de la encarnación de nuestro Señor hecha mediante el simbolismo del himno de los ángeles “Gloria a Dios en el cielo…” (Lc. 2, 14). Por medio de los ritos introductorios la comunidad de fieles entra gradualmente en los antecedentes de la encarnación: el Antiguo Testamento y la vida escondida de Jesús. La comunidad responde diciendo “Amén” que significa “verdaderamente, así sea, exactamente, ciertamente”, al pronunciar el “Amén” se da la actualización de todo el Misterio de Salvación. En la Raza se dice Amén 65 veces.

La Plegaria del Señor se recita tres veces en la Raza, así como en las otras formas de Qurbana. Como una característica distintiva de la liturgia Siriaca oriental, la Plegaria del Señor se recita al comienzo y al final de la Raza. Después de los ritos de reconciliación, la comunidad, segura de sí misma, sin mancha, con puro corazón y semblante confiado, invoca al Padre del cielo usando la Plegaria del Señor, como es costumbre en todas las liturgias, incluida la de la Iglesia Latina.

Una de las oraciones usualmente más repetidas en la Raza es “Oremos, la paz esté con nosotros”. El diácono las pronuncia. Se usa 15 veces en diferentes contextos. En cierto modo la Raza es una celebración de paz, el Señor Resucitado. El uso de los salmos nos conduce a los misterios de la encarnación y a identificarnos con la vida del Antiguo Testamento y proclamarla como parte del misterio de la historia de nuestra salvación.

Una de las características únicas de la Raza es la observancia de un rito especial después de los salmos, viz., el Himno del Santuario y el Beso de la Cruz. Después de la oración sacerdotal, que sigue a los salmos, el primer diácono entrega al celebrante la cruz que está sobre el Bema. Después de expresarle sus respetos por medio de un beso, se la entrega al archidiácono, al diácono, a los otros ministros y a los fieles para que besen la cruz. Durante este momento el coro canta el himno del santuario.

El himno de la resurrección el Laku Mara d-Kolla que se canta tres veces en la Raza, es atribuido a Simeón Bar Sabba (323-341 DC). Este es un himno que celebra la victoria sobre el sufrimiento, la muerte y Satanás. Cuando se canta el Laku Mara, se quita el velo del santuario. Es nuestra tradición mantener un velo sobre el santuario. El velo tiene la función de mostrar y ocultar.

El velo del santuario separa el santuario del resto de la Iglesia. El velo, al ocultar el santuario, revela al espectador, el misterio del cielo que está más allá de la percepción humana, a menos que sea revelado. El velo del santuario indica que el cielo está escondido de la ordinaria percepción humana. Es en la liturgia que se nos da la oportunidad de experimentar el cielo. El velo del santuario simboliza a Jesús, que es el único mediador entre Dios y el hombre (1 Tim. 2, 5). La lámpara que cuelga en el santuario simboliza la presencia de Dios y también representa a Cristo como la luz del mundo.

En nuestra liturgia se inciensa cinco veces. El rito de incensar indica la glorificación de Dios, el perdón de los pecados y la santificación del hombre. Durante el Laku Mara, el diácono inciensa todo el santuario, toda la iglesia y la comunidad reunida. Incensar es un símbolo de nuestra total sumisión a Dios, de la oración que se eleva al cielo desde la comunidad y es un signo del perdón de los pecados.

Durante el rito de la preparación, se inciensa el cáliz y la patena. El incienso es parte de la procesión del libro Evangalion. El celebrante inciensa el altar y los dones eucarísticos al comienzo del Qudasha-anaphora, como una forma de mostrar reverencia y adoración.

Finalmente, durante el rito de reconciliación, el celebrante, los diáconos, la comunidad, el altar y el Santo Misterio sobre él se inciensan como símbolo del perdón de los pecados. Este elaborado rito de incensar durante el rito de la reconciliación solamente se ve en la liturgia Siro-Malabar.

En la Raza, durante la Liturgia de la Palabra, se conmemora la vida pública de nuestro Señor. Comienza con el Trisagión (Is. 6, 3; Apoc. 4,8), que se canta tres veces. La Iglesia reconoce este himno como el que proclama el rol de la Santísima Trinidad en la salvación del hombre y el que expresa la gran alegría de la asamblea litúrgica al escucharlo, comprendiendo y aceptando los detalles de esta salvación a través de la sagrada Escritura.

Hay cuatro lecturas escriturística, que van acordes con el día del tiempo litúrgico. En general las lecturas se toman de la Ley, los Profetas, los Apóstoles y el Evangelio. Las cuatro lecturas son una celebración comprensiva de toda la biblia y una confesión de ella como fuente de la fe cristiana, hecha con una aceptación incondicional.

La combinación del himno responsorial (Shurraya), los himnos instructivos (Turgamma) y el himno Aleluya (Zummara) muestran cuán importante es la Palabra de Dios para los hombres. Los himnos instructivos, antes de la lectura de los Apóstoles y del Evangelio y la solemne procesión del libro del Evangalion son características únicas de la liturgia Siro-Malabar y especialmente de la Raza. Solamente se lleva un cirio durante la lectura de la epístola. Esto significa que la revelación anterior a la de Cristo es imperfecta.

Hacia el final del Aleluya, el archidiácono y el diácono acompañados por todos los ministros, toman el libro Evangalion y la cruz que están situados a la derecha e izquierda del altar respectivamente. El archidiácono encabeza la procesión levantando el Evangalion por encima de su frente, llega al Bema y lo entrega al celebrante. El celebrante lo besa primero y lo extiende a los otros ministros y a todos los fieles para que lo besen. Luego, deposita el Evangalion y la cruz sobre la mesa en el Bema.

El diácono va a la entrada del santuario, se dirige a la comunidad y alterna con ella la Turgamma del Evangelio. Al terminar la Turgamma el celebrante canta el evangelio mientras el diácono permanece de pie a ambos lados del celebrante, con los cirios encendidos y el archidiácono a su izquierda, sosteniendo la cruz. Después de cantar el evangelio, el celebrante cierra el libro Evangalion, lo besa y lo entrega al diácono de su derecha, quien lo deposita sobre la mesa en el Bema, la cruz se pone en la misma mesa.

El segundo diácono propone la Plegaria de Proclamación que presenta la disposición y situación actual de los fieles. La respuesta a las oraciones de intercesión “Señor nuestro, ten misericordia de nosotros” (Mt. 20, 29-34; Mt. 15, 22; Lc. 17, 13) muestra la correcta actitud de alguien pidiendo un favor. Después de las oraciones de intercesión, el celebrante ora en voz alta con las manos extendidas.

Una vez terminada la oración, el archidiácono toma la cruz y la entrega al celebrante quien, a su vez, se la da al diácono de su izquierda. Luego, el celebrante toma el Evangalion y se lo da al diácono de su derecha. Los diáconos suben al altar y se ubican mirándose uno al otro.

Luego, al terminar la Liturgia de la Palabra, se hace la Imposición de las Manos. Es importante notar que la bendición es dada directamente por Dios y por lo tanto durante este momento todos en la comunidad, incluyendo al celebrante, inclinan la cabeza.

El celebrante, acompañado por el archidiácono, se dirigen al centro de la nave, cerca al gran velo con una cruz pintada desplegado en el suelo y recita las oraciones, mirando hacia el altar.

En la Liturgia de la Palabra, celebramos la vida pública de Jesús y durante el rito de preparación conmemoramos su pasión, muerte y sepultura. El rito de preparación es la preparación inmediata para la parte central del Qurbana.

Ahora, el diácono despide y pide salir a los no bautizados, los que no han recibido el signo de la vida (la reconciliación propiamente) y a los que no están preparados para recibir la santa comunión. Luego, el segundo diácono besa y recibe el Evangalion sostenido por el primer diácono, mientras el primer diácono besa y recibe la cruz sostenida por el segundo diacono. El Evangalion y la cruz son ubicados a la derecha y la izquierda del altar, lo que simboliza que el Hijo y el Espíritu Santo están sentados a la derecha e izquierda del Padre.

Después el celebrante comienza el himno y el coro y el diácono cantan sus respectivas partes. Después de cada parte del himno, el celebrante se arrodilla y besa el velo que está sobre el piso tres veces, se pone de pie y bendice a la comunidad con el signo de la cruz, hace lo mismo en las otras tres partes del velo, regresa a su posición original mirando hacia el altar. Ahora, los diáconos mirando hacia el altar cantan, intercalándose, los versos “para siempre…”, se vuelven al celebrante y cantan “suplicamos tu gran misericordia…”.

El celebrante y los diáconos cantan, los versos “Mirad, yo estoy con ustedes…” y “Por tu gracia…” respectivamente, tres veces. Después de terminar cada parte, los diáconos bajan hacia el celebrante. Una vez que llegan al velo se ubican en el lado opuesto al celebrante y todos cantan “Líbranos de las tentaciones…”. Entonces todos juntos se postran y besan el velo. Mientras se arrodillan el celebrante besa a los diáconos.

Luego, todos se ponen de pie y el celebrante bendice a todos. Todo el rito, que es propio de los cristianos de la India de santo Tomás, es visto como la humildad del celebrante, como una inmediata preparación para la Qudasha- anaphora, la veneración de la cruz y como ceremonia de despedida del celebrante, ya que pronto se dirigirá hacia el Bema.

El celebrante se lava las manos en el Bema como un símbolo de la purificación de la comunidad, mientras que el archidiácono y el diácono van hacia el bethgaze, las “casas del tesoro” se acomodan a ambos lados del altar. El cáliz y la patena se preparan en el sur y el norte del bethgaze respectivamente. En cada Raza solamente se preparan las partículas necesarias para la comunión. Mientras el coro canta los himnos propios, el archidiácono y el diácono traen al altar los dones eucarísticos, que simboliza la procesión fúnebre de nuestro Señor. El archidiácono los levanta, con sus manos en forma de cruz, los deposita sobre el altar y los cubre con la soseppa, una tela de forma cuadrada, que simboliza la sepultura de nuestro Señor y la tumba sellada con la piedra.

En la segunda parte de la Raza la comunidad recuerda a todos lo que están íntimamente relacionados con los misterios de la salvación que, desde una típica perspectiva de los cristianos de santo Tomás, son: la Santísima Trinidad, la Beata Virgen María, todos los apóstoles, muy especialmente santo Tomás, los patriarcas, los mártires, los justos, los confesores y los difuntos. El credo se dice solemnemente por la comunidad ya que estamos llegando a la Anáfora, la parte central de la actualización de los misterios de la salvación en la Raza.

El celebrante se aproxima al altar con humildad, inclinando la cabeza res veces en el camino. Después que llega al altar, lo besa en el centro, en la derecha y en la izquierda, representando al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, respectivamente.

En la Anáphora, el celebrante pide tres veces la oración de la comunidad, lo que es expresión de una íntima relación entre el celebrante y la asamblea litúrgica en el cuerpo eclesial. Durante la Qudasha, el clímax de los eventos de Cristo, se proclaman y celebran la muerte y resurrección de Jesús. Se proclama la resurrección como la suprema acción del Espíritu Santo. Por eso la decisiva acción del Espíritu Santo en la salvación humana también se proclama en la Anaphora, a través de la Epíclesis.

En la Qudasha de los apóstoles de Mar Addai y Mar Mari, hay oraciones de inclinación y de acción de gracias, que las dice el celebrante inclinando la cabeza y con una voz modulada, baja pero audible.

Hacia el final del segundo g´hanta, se canta el himno “Santo” (Is. 6, 3; Apoc. 4, 8). En la mitad de la tercera y cuarta oración g´hanta, se insertan la Narración de la Institución y la Epíclesis respectivamente.

El rito de la reconciliación subraya la reconciliación de la humanidad con el Padre celestial con la ayuda del Espíritu Santo. El rito comienza con la oración “Paz de aquellos en el cielo…” que es una combinación de la teología paulina en las cartas de la cautividad y la teología de los salmos. Se utilizan los salmos 51 y el 122 para abrir un corazón arrepentido, listo para confesar sus pecados y que busca la absolución.

Durante la fracción del pan y su inmixión con la Sangre, se proclama el efecto purificatorio de la Santa Qurbana junto con el rol de la Santísima Trinidad en la celebración de los Misterios.

Después de la inmixión del Cuerpo con la Sangre, se depositan las dos mitades en la patena, una sobre otra, en forma de cruz, de modo que la parte rota de la partícula inferior mire hacia el cáliz y la superior al celebrante. Después de esto, el celebrante hace la señal de la cruz en su frente y luego en la de los diáconos. Esto es una síntesis de un rito de la reconciliación más elaborado, que existía en la Iglesia primitiva.

Con la oración dialogada en la segunda parte del rito de la reconciliación, la Raza constituye un acto público de reconciliación en sus aspectos horizontal y vertical. Este saludo es una confesión pública de que la Santísima Trinidad se da a sí misma en el hombre Cristo Jesús.

Ya que todos aquellos que no estaban preparados para continuar con la celebración fueron despedidos al finalizar la Liturgia de la Palabra, comulgar es un deber en la Raza. Se distribuye a la comunidad la Comunión bajo las dos especies. En el rito de comunión. Los fieles se unen al cuerpo resucitado del Señor y por lo tanto llegan a ser herederos del reino celestial.

Después de la comunión, la comunidad, el diácono y el celebrante expresan su agradecimiento separadamente. Luego, después de la Oración del Señor, la Huttamma, el celebrante, ubicado un poco hacia la derecha de la puerta del santuario, dice la oración conclusiva, con el signo de la cruz y luego bendice a todos. La Raza termina cuando el celebrante se despide del altar con la formula “Permanece en paz, altar del perdón…” que la dice solo y en silencio, y luego lo besa.

La Qurbana Siro-Malabar es una liturgia que nos presenta un mundo místico único. La experiencia mística de este mundo está más allá de la lógica y las ideas humanas. Lleva a los hombres al cielo, elevando la tierra a los cielos y trayendo los cielos a la tierra. La liturgia es el punto de encuentro del cielo y la tierra, de modo que sean uno. Por eso, el desafío de Sofar a Job es también un desafío para todos nosotros.


“¿Puedes descubrir la hondura de Dios?

¿Descubrir la perfección del Todopoderoso?” (Job. 11, 7-8)

Madre Pía Gullini

9

Grandes figuras de la vida monástica

 Hna. Maria Augusta Tescari, OCSO

Monasterio de Vitorchiano (Italia)

 

Madre Pía Gullini[1]

 

 

 

En las realidades de la Historia y la vida de nuestras comunidades hay algunos caminos que escapan cualquier análisis superficial. Se requiere una búsqueda profunda para reconocer los modos secretos que la Providencia usa para construir un camino en medio de las contradicciones humanas.

La fecundidad de la comunidad de Vitorchiano, que ha dado a luz a muchas comunidades es sorprendente. Tal vitalidad, que es casi milagrosa, se puede explicar por el pasaje evangélico del grano de trigo que muere y, al morir, da una multitud de frutos. Todos conocemos el sacrificio de la Hna. María Gabriella, pero en la compleja historia de la comunidad, que ha sido por mucho tiempo la Cenicienta de la Orden tanto por sus orígenes como por su pobreza material e intelectual, existe otro grano, menos conocido, pero de una calidad más bien extraordinaria, se llama, Madre Pía Gullini, abadesa de Grottaferrata 1931 – 1940 y 1946 – 1951 quien, en su humildad, maternidad y sentido de Iglesia ha alcanzado, en nuestra opinión, un grado excepcional.

Sabemos que la madre Pía siempre quiso hacer una fundación. Ella solía comparar su deseo con un árbol que habría cultivado y que, junto con otros (los Superiores y las circunstancias) habría cortado constantemente, pero que aun así permanecía vivo. En 1948 escribió a un abad de la Orden, «Cuando el Señor quiera hacer su voluntad, le dirá a este árbol “¡Produce flores!”. Entonces llegará su primavera y nadie podrá impedir su florecimiento». En los posteriores cuatro años: “El Eterno procede suavemente pero siempre alcanza su objetivo. Estoy segura de él y le dejo su infinita libertad. Si ya estoy con él cuando realice este deseo le ayudaré doblemente”[2].

Un profeta, la madre Pía se había mostrado como tal en varias ocasiones. Por ejemplo, con respecto al ecumenismo que ya estaba empezando a crecer y la utilidad del simple mensaje del amor y el don de la Hna. María Gabriela, pero también con respecto a su propia muerte y la imposibilidad de reunirse con su comunidad de Vitorchiano, que la había transferido a Grottaferrata en 1957. Sabemos que los profetas nunca han tenido una vida fácil.


Su Vida

Nació el 16 de agosto de 1892 en Verona, donde su familia había vivido por muchos años, debido al trabajo de su padre. María Elena Gullini pertenecía a una familia de la alta burguesía de Bolonia. Su padre, Arrigo, era ingeniero ferroviario, trabajó en Italia y Montenegro, se estableció en Roma, probablemente por los estudios universitarios de sus hijos, fue el vicedirector de los ferrocarriles estatales y Presidente administrador de la importante Sociedad de Empresarios de Génova.

Su madre, Celsa Rossi, se distinguía por su belleza excepcional y también por una bondad e inteligencia poco comunes. En su juventud había pensado en su vocación religiosa pero no se fue capaz de proseguirla. Muy piadosa, vivía su fe con intensidad y buscó inculcarla en sus hijos. Muy reservada, no gustaba de cualquier cosa rayana con la vanidad, de buena gana permitió que su hija mayor, hermosa y emprendedora, la reemplazara en sus obligaciones más terrenas, de allí que María tendría que acompañar a su padre a varias recepciones y cenas de sociedad.

Un amigo decía que en la oficina del ingeniero Gullini había un gran retrato al óleo de María, con un vestido de noche blanco y negro, de un corte bastante bajo y dejando los hombros desnudos “para gran disgusto de su madre”, un retrato que mostraba la posición que tenía la hija mayor en la vida social de su padre. La misma madre Pía contaba que fue con ocasión de una fiesta de gala, debido a su insatisfacción con lo fútil y pasajero, que tomó la decisión de entrar en la vida religiosa.

Desde los ocho hasta los dieciséis años estudió en Venecia en el convento del Sagrado Corazón, recibiendo la educación propia de las hijas de buena familia. Los estudios se daban en francés. Con su temperamento artístico, María se destacó en música y pintura. A la edad de diez años hizo su Primera Comunión de manos del Patriarca Sarto, el futuro Pío X. A la edad de doce, se encontraba en peligro de muerte debido a una peritonitis tuberculosa, que la dejó por el resto de su vida con una molesta tendencia al cansancio. Fue muy vivaz, orgullosa y rebelde, incluso violenta, determinada a ser libre, con las cualidades obvias de un líder. Amaba la naturaleza, sentía gran empatía ante el sufrimiento de los otros y las necesidades de los pobres, leal y justa.

Pasaba sus vacaciones de verano en la villa, propiedad de su familia, cerca de Bolonia o en Montenegro. Debido al trabajo de su padre, se destacaba en la inauguración de tramos de ferrocarril y las fotografías familiares la muestran con ramos de flores en la mano, mientras corta un lazo. Familiares lejanos y algunos campesinos aún recuerdan la llegada de la “joven dama” a la casa de campo o a sus abuelos y cuán atenta era a sus necesidades materiales y espirituales.

Estudió inglés y alemán con su padre, con el método Berlitz – una novedad en su tiempo – con un profesor que iba a dar las clases en casa. Deportista, amaba esquiar y montar a caballo, una visitante frecuente de la escuela de equitación de Roma. Después de la declaración de guerra hizo el curso de enfermería “La Samaritana” con el deseo de ir al frente a cuidar de los soldados, pero su padre se opuso. María solía ir a misa cada mañana con su madre y enseñaba el catecismo a los niños de la elegante parroquia de san Camilo y de santa Elena. Sus frecuentes visitas a las Pequeñas Hermanas de la Asunción de Via Nino Bixio le hicieron acompañarlas a menudo para ayudar a los pobres.

Sus negativas a contraer matrimonio desolaban a su familia “¡No, él no es guapo!” “¡Le falta elegancia!” “¡Es demasiado alto!” “¡Demasiado pequeño!”. Empujada a reflexionar sobre el candidato “ideal” consintió comprometerse, pero no oficialmente, con un joven ingeniero de Venecia, muy simpático; pero cuando él, un oficial en el frente, quiso hacer su relación más formal, María, que era consciente de su vocación religiosa, lo rechazó.

Su confesor y director espiritual fue un Padre del Santísimo Sacramento, muy conocido, P. Di Lorenzo. Fue él quien se opuso muy obstinadamente a su ingreso en la Trapa (de acuerdo con él, con su temperamento exuberante e independiente, María no podría escoger el silencio y la obediencia trapense), pero después fue un visitante muy frecuente de Grottaferrata. En todo caso, María Gullini, al principio, no tenía la menor intención de entrar en los trapenses. El servicio a los pobres le atraía mucho más fuertemente a una congregación de vida activa y, a pesar de la oposición de su familia, había pedido su admisión en las Pequeñas Hermanas de la Asunción.

Alta, hermosa, llena de vida e inteligencia, tenía demasiadas cualidades excepcionales como para ser aceptada sin consideraciones. Madre Teresa, la Superiora, la envió a pedir consejo a Dom Norbert Sauvage, procurador de los trapenses, y él hizo arreglos para que tuviera un retiro de ocho días en la trapa de Grottaferrata, dentro del claustro.

Era 14 de noviembre, 1916, María escribió

“Estoy haciendo un retiro, orando por los pecadores. Como resultado, Señor, inspira al sacerdote y yo haré exactamente lo que él me diga”

Y Dom Norbert, quien, al principio de su retiro le había anunciado: “Hablaremos de Jesucristo”, le dijo:

Mademoiselle, me parece que usted está llamada a una vida de amor. Me parece que Jesús le pide un sacrificio suyo total. Su naturaleza quiere la vida activa, su alma demanda la vida contemplativa”.

Él honestamente le propuso la vida trapense, pero no allí.

“En Laval, uno de los primeros monasterios de la Orden, hay veinticuatro monjas, muchas de las cuales son jóvenes. En medio de tal cantidad de hermanas un demonio como usted pasará desapercibida”.

Es probable que Dom Norbert haya planeado asegurarle una buena formación monástica y luego enviarla de vuelta a Grottaferrata como Superiora, pero ningún documento confirma que haya habido algún acuerdo con la Abadesa de Grottaferrata. Lo que sí es cierto es que desde ese momento empezó un periodo de combate para María, con sus padres, con su confesor y con otros sacerdotes (que acusaban a Dom Norbert de dejarle hacer lo que quiera), pero principalmente con ella misma, que no estaba preparada para aceptar la gracia. El resultado de tal combate fue la victoria de su “dulce Salvador” y la entrada de María en Laval el 28 de junio de 1917.

Su forma desinhibida de actuar desconcertaba a las religiosas de Laval, tanto como lo había hecho con las hermanas de Grottaferrata. Pero su vocación era obvia y también la buena voluntad de la candidata. El 29 de septiembre de 1917 la hermana Pía (este nombre le había sido dado en memoria del Papa que le había dado la Primera Comunión) tomó el hábito cisterciense. El 16 de julio de 1919, pronunció sus primeros votos y tres años después, en la misma fecha, hizo su profesión perpetua.

En 1923 fue designada maestra de las hermanas legas, que eran alrededor de cuarenta. Las hermanas legas de Laval recuerdan a la madre Pía de esta manera:

“Madre Pía llegó a ser Maestra inmediatamente después de su profesión, pero madre Lutgarda[3] tenía mucha confianza en ella. Decía que, aparte de algunas faltas exteriores, madre Pía era perfecta. Ella era a la que más amaba. Era encantador escucharla hablar sobre Jesús y ver su espíritu de fe”.

Ella era un espíritu ardiente de amor a Dios. Amaba la regla. Ayudaba a las hermanas ancianas con su aseo, acomodaba sus camas cada cuatro horas. Nunca había trabajado en la huerta, pero se unía a las hermanas en el trabajo y luego les agradecía. Tenía talento para todo. Su maestra de novicias hablaba de su simplicidad y la describía como una alma magnánima, ardiente, capaz de cualquier sacrificio.

Desde 1923 en adelante madre Agnes Scandelli, Abadesa de Grottaferrata, había estado pidiendo ayuda del personal de Laval, para esa comunidad italiana, muy pobre, pero madre Lutgarda no fue capaz de darla sino hasta tres años después. La elección era obvia, naturalmente la italiana, madre Pía: “Estamos haciendo un gran sacrificio, y madre Pía también, pero no podemos negarle nada a Dios”[4]. Pero había otra razón para la repatriación de la joven monja: Madre Pía estaba sufriendo, desde el principio, de tuberculosis y había esperanza que un cambio de aire podría ayudar, que es lo que sucedió, aunque muy lentamente. Madre Pía llegó a Grottaferrata el 9 de noviembre de 1926.

La difícil partida de “su” monasterio de Laval fue mentalmente muy agotadora y su inserción en el nuevo monasterio, todo menos fácil. La recién llegada, de diferente cultura y formación, enfermiza, agraciada con dones humanos excepcionales, provocó una reacción de rechazo. En estas circunstancias hubo algo de heroico en su decisión de cambiar su estabilidad a Grottaferrata un año después.

Las Crónicas[5] hablan de la prisa de sus padres por tenerla en Italia, pero, de acuerdo con algunas cartas y otros documentos es posible atisbar la discreta insistencia por parte de los Superiores Mayores, preocupados por el futuro de Grottaferrata, privado de hermanas capaces de reemplazar a la anciana y enferma abadesa.

Habiendo dejado su monasterio con la disposición de un total sacrificio “Nunca se rehúye a un sacrificio … Deseo ir a donde Dios me llame”, madre Pía se sobrepuso a su deseo de retornar a Laval y de la insistencia de ellas por tenerla de regreso. Sin embargo, ella continuó su correspondencia con su querida madre Lutgarda hasta 1942 y con la comunidad hasta tres años antes de su muerte.

La situación bastante difícil de Grottaferrata y completamente apegadas a su abadesa, pesó enormemente en la ya débil salud de madre Pía quien en 1928 se vio obligada a someterse a tratamiento quirúrgico (bastante delicado en ese tiempo) debido a una crisis hepática muy seria, que la dejó por algunos días a las puertas de la muerte.

Llegados a este punto, una de las hermanas legas ofreció su vida por la recuperación de su joven hermana, que empezó a mejorar. Después de una estadía con su familia fue nombrada Sub Priora, Enfermera, Priora, mostrando una total obediencia a madre Agnes, pese a que sufría por muchas cosas que podrían haber sido cambiadas en la comunidad, pero no lo fueron.

En 1931 madre Agnes Scandelli se retiró, después de treinta y tres años de servicio. Madre Pía fue nombrada Abadesa por decreto pontificio del Cardenal Lega, obispo de Frascati. Había sido imposible proceder a una elección regular por el afecto que las monjas tenían por su anterior Superiora.

No es difícil imaginar el coraje y la fe necesarias en tal situación, pero madre Pía sabía cómo ganarse el afecto y la estima de la comunidad, que la confirmó en el cargo casi unánimemente en las elecciones de 1935 y 1938. Ella quería hacer de Grottaferrata una Trapa como la que ella misma había conocido en Laval.

Comunidad de Grottaferrata trabajando en los campos.

Aunque las mismas murallas del convento estaban impregnadas de oración y espíritu de sacrificio, Grottaferrata se parecía más a una comunidad franciscana que a una cisterciense. Llevar a cabo una transformación era muy difícil debido a su aguda pobreza (muchas veces el pago mensual al panadero fue hecho por la familia Gullini) y también por el reducido espacio y poca productividad de sus propiedades (solo 5 acres, unas 2,5 hectáreas), sin mencionar el edificio mal acondicionado, el reducido número de hermanas de coro, la presencia de algunas hermanas que se le oponían, y, después, las repercusiones de la segunda Guerra Mundial.

En 1939 muere la Hna. María Gabrielle y empezó un periodo muy fructífero para Grottaferrata y su Abadesa, pero también tormentoso. En diciembre de 1940, poco antes de su tercer trienio, madre Pía fue obligada a presentar su renuncia. Las dificultades (esto no es nada nuevo, ya que era una mujer inteligente y de carácter fuerte) provinieron especialmente de los Superiores varones. En la decisión que la llevó a su renuncia pesó fuertemente, aparte de los desacuerdos sobre el gobierno de la comunidad, la correspondencia acerca del ecumenismo y la publicación de la biografía de la Hna. María Gabrielle, un comienzo que no fue ni entendido ni comprendido por todos[6].

La excelente madre Tecla Fontana, que le sucedió en el gobierno de la comunidad, le confió el noviciado y madre Pía, como buena educadora que era, se consagró con alegría a la formación de las jóvenes, mientras continuaba con su enorme correspondencia y sus relaciones ecuménicas.

Seis años después en 1946, fue reelegida abadesa y confirmada por votación casi unánime en el primer escrutinio. Durante estos años también se mantuvo a cargo del noviciado. Sin embargo, la insuperable oposición continuaba, aunque menos: Madre Pía esperaba el apoyo del nuevo Abad General y del Superior de Fratocchie, recientemente designado, para emprender una fundación que había planificado por años.

Pero en 1951, al final del trienio, una crisis que se había estado cocinando por largo tiempo explotó. El 19 de abril el Superior (que aún no había sido elegido Abad) y el Padre Inmediato, Abad de Mont-des-Cats, convocó a toda la comunidad después de Nona y anunció que madre Pía había renunciado “por razones especiales” y que ya había dejado la comunidad.

Madre Tecla reasumió el gobierno de la comunidad como Superiora ad nutum. Esto fue una sorpresa absoluta y la mayoría de la comunidad nunca entendió las razones de su partida. Madre Pía aguardó en Roma, hospedándose con las Hermanas Ursulinas.

Yo la vi allí, en aquellos días que deben haber sido muy tristes, estaba en calma y paz, me dio la impresión de una huésped regia más que de una hermana exiliada. Luego partió a la Abadía de Fille-Dieu, donde permaneció por ocho años hasta que fue llamada de regreso a Italia. En 1953 no se le permitió regresar a su tierra natal, ni para la elección abacial ni para las elecciones políticas, aunque otras dos hermanas italianas residentes en ese monasterio suizo si lo hicieron.

Ahora dejemos a las hermanas de La Fille-Dieu describirla durante su estadía allí.

Madre Pía fue, en sí misma, buena. Fue un gozo conocerla, su amabilidad, su rostro sonriente nos hizo bien. Sus gestos amigables parecían envolvernos en su corazón. Tenía gran simpatía con aquellos que estaban sufriendo, quería consolarlos, ayudarlos. Su espíritu de fe la conducía hacia Jesús la Victima: solía estar junto al tabernáculo por horas. Gustaba del silencio, permaneciendo unida al buen Señor y viviendo en su presencia. Su talento artístico nos hizo mucho bien. Permaneció con nosotras por ocho años, dando ejemplo de una perfecta religiosa, un alma generosa, con un gran espíritu de fe, una caridad perfecta, llena de una verdadera y delicada maternidad, un corazón de oro pensando siempre en dar alegría. Era un alma silenciosa, pero su silencio era una audiencia amorosa con Nuestro Señor. Toda mi vida le agradeceré por mi contacto con ella. Ella se escondía y quería pasar desapercibida. De todas las virtudes ella dio ejemplo de la medida del heroísmo. Una gran monja, nuestro Te Deum andante[7].

Durante este tiempo, en Italia, la Abadesa elegida en 1953 y el autor de la transferencia de Grottaferrata a Vitorchiano renunciaron por razones de salud. Se designó un Superior ad nutum. En 1959 se preparó una elección abacial y la madre Pía fue llamada inmediatamente a Vitorchiano por el Padre Inmediato. No sabemos si su llamada se debió a su posible elección como Abadesa, la comunidad, en su gran mayoría la reclamaba y los Superiores que anteriormente le habían abandonado ahora apoyaban su retorno.

Pero ¿Quién era consciente que madre Pía estaba a las puertas de la muerte, que, viendo su estado de salud, el viaje desde Suiza sería para ella muy agotador? En todo caso, ella no tenía que decidir, sino obedecer; fue, muy cansada, pero serena.

El 22 de febrero de 1959, dejó el monasterio que la había recibido y en el que quería morir. El 25, por instancias de su hermano, médico, sorprendido por su apariencia, fue hospitalizada en una clínica romana y recibió varias transfusiones de sangre. Se le diagnosticó un mieloma en estado muy avanzado. Adicionalmente su corazón, hígado y otros órganos presentaban daño irreparable. Madre Pía aceptó el tratamiento y la atención que recibió, con desapego, con tranquilidad y con una sonrisa.

El 15 de abril dejó el hospital y se le recibió en las Hermanas de Bethlehem, para recibir allí una terapia inútil, esperando para volver a Vitorchiano. Ella sabía bien que no podría tomar las responsabilidades de la dirección, sentía que se aproximaba a la muerte. Sabía muy bien (y lo dijo con un desapego señorial) que nunca se reuniría con su comunidad: “Iremos al Señor antes de ir para allá” – dijo.

Yo la visité en el hospital, estaba sentada en una silla de ruedas. La visita me impresionó mucho. No hubo palabras, ninguna palabra sobre el futuro, ningún signo de la alegría que una persona en su situación pudiera sentir por (si se pudiera decir) su retorno a Italia como una rehabilitación.

Se había programado su retorno a Vitorchiano para el 5 de mayo, Solemnidad de la Ascensión, pero murió de un colapso cardiaco el 29 de abril, el día de la fiesta de san Roberto, su santo preferido entre los fundadores de Citeaux. Probablemente ella se identificaba con su búsqueda, su deseo de una fundación y su renuncia a ella. Madre Pía tenía 67 años de edad y 40 de profesión. Fue la primera hermana enterrada en el nuevo cementerio de Vitorchiano, de acuerdo con una profecía que le había hecho a una hermana italiana en La Fille-Dieu.

uelque chose d’héroïque, étant donné les circonstances.


Abadía de Vitorchiano. © AIM.


[1] Con el permiso de la Asociación ARCCIS.

[2] Estas citas y las siguientes, que no tienen referencias explícitas están tomadas de las notas y documentos de los archivos de Vitorchiano.

[3] Lutgarde Hémery, abadesa de Laval 1900 - 1904.

[4] Carta de la madre Lutgarde al reverendo Abad General 24 - 10 - 1926.

[5] Vitorchiano – Crónicas – 1875-1975, p. 142.

[6] M. DELLA VOLPE, La strada della gratitudine, Jaca Book, Milán, II ed., 1996, p. 92.

[7] Cartas de las hermanas de La Fille-Dieu, 1959.

El Studium del Priorato de Bouaké

10

Noticias

 

El Studium

del Priorato de Bouaké (Costa de Marfil)

Secretaría de AIM

 

 Aquí presentamos una iniciativa para la formación en el monasterio de Bouaké como ejemplo de la posibilidad de balancear la formación en la vida monástica y la formación filosófica y teológica, ya que ambas son necesarias para la subsistencia de nuestras comunidades en un mundo constantemente en cambio.

 

En el año 2016, Dom Jean-Luc Molinie, Superior del monasterio de Bouaké y monje de la Abadía de En-Calcat (Francia), enfocado en la formación de los monjes, con vistas al futuro de su comunidad, estableció un Studium de formación filosófica y teológica, vinculado a los cursos que se estudian en la Facultad de Teología de la Universidad Católica del Este de África en Abidjan.

Se estableció un convenio entre el Studium y la Facultad sobre el programa de estudios (contenidos y horas), los profesores principales de la Facultad y los Diplomas. Este convenio contemplaba la formación orientada especialmente a la vida monástica, ya que el Studium forma monjes (estudios bíblicos, patrística, teología espiritual, liturgia). El ciclo de estudios, que en la Universidad se completa en dos años, se desarrolla en el monasterio en cinco años. Al concluir los estudios la Universidad expide un documento oficial reconociendo los créditos, así como el Bachillerato canónico para los estudiantes de teología.

Para reducir los costos en transporte, también se han tejido lazos con la Facultad de Filosofía de la Universidad de Alassane Ouatara de Bouaké en convenio con la UCAO. El ciclo de teología del Studium se desarrolla cada año entre febrero y abril y el ciclo de filosofía de octubre a diciembre.

Aunque originalmente propuesto para los hermanos en formación de Bouaké, el Studium abrió el 2020 para monjes y monjas y religiosos de otras comunidades franco parlantes de África. Esta diversidad es una gran oportunidad para los estudiantes de enriquecer su experiencia de vida y profundizar su reflexión sobre la vida religiosa y monástica en África.

Los estudiantes provienen de Costa de Marfil, Burundi, Congo-Brazzaville, Gabón, Togo, Ruanda y su número varía de diez a veinte, son de comunidades benedictinas, pero también de otras Órdenes como la Fraternidad Monástica de Jesús Eucaristía (de Gagnoa), los Clérigos de San Viator, comunidad fundada por el P. Zacarías en Burundi. El Studium se financia con una contribución de los estudiantes y el apoyo de AIM, cubriendo los gastos de transporte de los profesores de la Facultad, el alojamiento de los estudiantes y la enseñanza.

Los Profesores

Para asegurar la continuidad del proyecto fue importante que algunos de los hermanos asuman parte de la formación, además de la de los profesores de la Facultad. El Studium está bajo el tutelaje académico de la UCAO, solamente los hermanos con grado de Magíster pueden dictar cursos. El Director de Estudios necesita tener el grado de Doctor. Algunos hermanos de Bouaké, que ya tienen el Diploma en Teología, están estudiando en el Centro Dominico de Formación en Yamoussoukro o el Instituto Jesuita de Teología de África del Oeste en Abidjan, para formar parte del Studium.

El Lugar de Estudio

Desde el 2004, cuando el país se vio sacudido por la violencia, la comunidad había intentado reabrir una farmacia para la población local. Por invitación de la Autoridad Médica del país, el proyecto se transformó en un gran centro de salud: Maternidad, laboratorio, farmacia. Desafortunadamente, numerosas dificultades impidieron la continuación del proyecto: falta de fondos, mala administración, mantenimiento de los edificios, gasto corriente, etc. Por eso la comunidad desistió con ese proyecto y decidió acondicionar los dos edificios para el Studium. AIM financió la rehabilitación de estos edificios, que ahora están totalmente operativos. Durante los seis meses de formación anual, los dos edificios sirven para hospedar a los estudiantes y para desarrollar las clases. El resto del año los edificios están disponibles para grupos de jóvenes y retiros espirituales.


El Año Preparatorio

La llegada de estudiantes nuevos, prácticamente cada año, nos ha hecho reflexionar sobre su integración en el programa de estudios, ya que se juntan con estudiantes que ya han estado previamente. Más aún, nuestra experiencia con los estudiantes del primero año en el Studium, nos ha mostrado que es necesario tener una base filosófica y teológica antes empezar estudios de mayor nivel, incluso si los estudiantes no entren al programa de teología.

De hecho, la problemática social actual y los cuestionamientos que levantan en las comunidades religiosas, hacen necesario tener un mínimo de formación filosófica, que les haga posible comprender y beneficiarse del arte de la reflexión.



Por estas dos razones, y con la condición de tener al menos cinco estudiantes nuevos cada año, al Studium le gustaría establecer un periodo de estudios obligatorios de nueve meses antes que estos estudiantes se unan a la formación regular del Studium.

Este periodo incluye sesiones de filosofía por tres meses consecutivos (Introducción a la Filosofía, Metodología, Hermenéutica, Antropología, Política, Filosofía Antigua, San Agustín, Santo Tomás de Aquino) y unas sesiones de tres meses consecutivos de teología (Introducción a la Biblia, al Nuevo Testamento, a la Teología, Metodología, Teología Fundamental, Sacramentos, Articulación de Filosofía y Teología, Vida Intelectual y Espiritual, Introducción al Derecho Canónico, Los Primeros Siglos, etc.) y un periodo de revisión y exámenes. Esta formación básica también puede ser útil para los hermanos y hermanas que no pueden estudiar por varios años en los cursos del Studium.


El Futuro

Parece que el Studium está bien establecido por el momento y su continuidad está asegurada.

Sería útil hacer accesible la biblioteca de los hermanos de Bouaké a los estudiantes del Studium, para ayudarles con sus estudios. Estamos pensando construir una biblioteca adecuada para su trabajo e investigación.



bottom of page