Vida Monástica y Sinodalidad
Boletín AIM - No. 123, 2023
Contenido
EDITORIAL
Dom Jean-Pierre Longeat, OSB, Presidente de AIM
LECTIO DIVINA
Lectio Divina, Sinodalidad y Teocracia
Dom Geraldo González y Lima, OSB
PERSPECTIVAS
● Un Pequeño Comienzo del Camino Sinodal en la OCSO
Dom Bernardus Peeters, Abad General
● La Regla de San Benito y la Sinodalidad
Madre Andrea Savage, OSB
● Escuchando con el Oído del Corazón
Hna. Jennifer Mechtild Horner, OSB
● La Comunidad de Tibhirine, un Ejemplo de Sinodalidad
Marie-Dominique Minassian
● Desafíos de la Vida Monástica Benedictina en el Oeste de África
Hna. Thérèse-Benoît Kaboré, OSB
VIDA MONÁSTICA Y ECONOMÍA
El Eco-Sistema Monástico Francés, un Ejemplo de una Red de Trabajo cooperativo
Marie-Catherine Paquier
LITURGIA
La Liturgia Siro-Malabar
Dom Clément Ettaniyil, OSB
GRANDES FIGURAS DE LA VIDA MONÁSTICA
Madre Pía Gullini
Hna. Maria Augusta Tescari, OCSO
NOTICIAS
El Studium del Priorato de Bouaké
Secretaría de AIM
Editorial
El Boletín de AIM trata de estar en armonía con las distintas iniciativas de vida de la Iglesia y el mundo. Este es el motivo por el cual el presente boletín adopta el tema de la sinodalidad, de acuerdo con los deseos del Papa Francisco.
¿Tiene la vida monástica, algo en particular que decir y vivir sobre este aspecto? Sin duda alguna la respuesta es afirmativa y es deber nuestro expresar la originalidad de esta contribución. Las tres palabras enfatizadas por el cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo de los Obispos, dirigidas a las comunidades monásticas, reflejan muy bien nuestro enfoque característico: escucha, conversión, comunión. Una escucha cuidadosa a la cual San Benito invita al monje en el prólogo de la Regla, y enfatiza en toda la Regla; una conversión que mueve desde el intelecto hasta el corazón, para cultivar, allí, la fuente de la vida; y una comunión real desde la cual armonizar todas nuestras relaciones fraternas, sociales y amicales.
Mirando hacia este horizonte ninguno de nosotros puede estar relajado, ni tentado a hacerlo. Para animarnos a seguir adelante, P. Geraldo Gonzáles y Lima, miembro de nuestro equipo internacional, comparte con nosotros el encuentro con el Cristo Resucitado que vivieron los discípulos de Emaús, compartiendo sus dudas y preguntas, y recibiendo la luz de aquel que se da a sí mismo en la Palabra y en la Fracción del Pan. Dom Bernardus Peeters comparte con nosotros sus primeras impresiones como Abad General, trabajando ya para toda la Orden. Dos Hermanas Benedictinas nos dan sus alcances sobre sinodalidad en relación con la Regla de San Benito. Un laico, especialista en los escritos de Thibirine nos da cuentas de la gran experiencia de sinodalidad practicada en aquella comunidad de Argelia.
Como de costumbre, varios otros puntos dan su aporte sobre el tema del boletín. La dinámica del compartir, en temas del comercio monástico, nos ofrece un eco sobre la economía practica de los monasterios. La Liturgia del rito Siro-Malabar practicada en la Abadía de Kappadu nos saca de nuestros esquemas, y la distinguida figura de Madre Pía Gullini de Laval/Grottaferrata/Vitorchiano nos ofrece un estimulante testimonio de vida monástica. Finalmente presentamos el Studium de Bouaké en Costa de Marfil, que es apoyado por AIM.
Es obvio que la contribución monástica para la Iglesia y el mundo permanece viva. Monjes y monjas, hermanos y hermanas de nuestra gran familia necesitamos estar siempre más conscientes de nuestra responsabilidad en este asunto y estar seguros que no limitamos nuestra visión al estrecho campo de nuestras comunidades locales. Incorporémonos juntos a la Palabra de Dios y al Cuerpo de Cristo para propagar nuestro camino, con nuestros corazones ensanchados, con todos nuestros hermanos y hermanas, en la presente vida.
Articulos
Lectio Divina, Sinodalidad y Teocracia
1
Lectio divina
Dom Geraldo González y Lima, osb
Abadía de São Geraldo (Sao Paulo, Brasil)
Lectio Divina, Sinodalidad y Teocracia
Muchas de nuestras comunidades monásticas están viviendo tiempos desafiantes con el envejecimiento de sus miembros, la falta de vocaciones, las consecuencias socio-económicas de la pandemia, el cambio climático, etc., y tienen que tomar decisiones complejas basadas en su presente y su futuro próximo.
En este contexto, también hemos recibido un llamado del papa Francisco a usar la tradición y sabiduría del concepto de sinodalidad, en la cual todos son invitados a escuchar y ser escuchados.
Cuando pensamos en sinodalidad en términos benedictinos, inmediatamente viene a nuestra mente el capítulo 3 de la Regla de San Benito, donde todos son llamados a consejo, incluyendo a los miembros más jóvenes. Sin embargo, al afrontar decisiones complejas con fuertes consecuencias para nuestras comunidades, usualmente nos preguntamos si somos una monarquía o una democracia, y la misma tradición monástica nos recuerda que no somos ni la una ni la otra, sino más bien una teocracia, entendida como una comunidad que unida busca la voluntad de Dios y su realización concreta en sus vidas.
Entonces, ¿cómo podemos armonizar sinodalidad con la teocracia que busca la voluntad de Dios y su cumplimiento en nuestras comunidades de acuerdo con la tradición benedictina?
Una vez más la tradición monástica benedictina nos ha legado un precioso instrumento llamado lectio divina ¿Hacemos uso de este instrumento? Por eso, propongo esta posibilidad basado en el pasaje bíblico de los Discípulos de Emaús (Lc. 24, 13-35):
Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado.
En los caminos y en la historia de salvación de nuestras comunidades ¿conversamos acerca de todo lo que sucede, ya sea que haya momentos de duda, dolor, alegría o gozo? Vale la pena recordar que cuando uno comparte una pena, ésta se divide, y cuando comparte una alegría, ésta se multiplica.
Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y se puso a caminar a su lado. Pero sus ojos estaban incapacitados para reconocerle.
Donde dos o más están reunidos en su nombre, esto es, en la lectio divina compartida, ¿Jesús no camina entre nosotros? ¡Incluso si algunas veces no lo reconocemos por causa de nuestra aridez, él está allí!
Él les preguntó: «¿De qué vais discutiendo por el camino?» Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no se ha enterado de lo que ha pasado allí estos días?
Algunas veces empezamos la lectio divina tristes, pero, por medio de su Palabra, Jesús no para de cuestionarnos y buscar la razón de nuestra tristeza. ¿Tengo esta misma perseverancia en la búsqueda de Dios?
Él les dijo: «¿Qué ha ocurrido?» Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazoreo, un profeta poderoso en obras y palabras a los ojos de Dios y de todo el pueblo: cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados lo condenaron a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que iba a ser él quien libraría a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que eso pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles que decían que estaba vivo. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron.»
En la lectio divina, ¿No encontramos constantemente la pasión muerte y resurrección de Jesús? y en la misma lectio divina, ¿No encontraremos el significado de la pasión muerte y resurrección de nuestras comunidades? “Yo sé que es Pascua porque he merecido el gozo de verte” le dijo san Benito al sacerdote que lo encontró en Subiaco para celebrar la Pascua con él (Diálogos II, Cap. 1).
Él les dijo: «¡Qué poco perspicaces sois y qué mente más tarda tenéis para creer todo lo que dijeron a los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y continuando por los profetas, le fue explicando lo que decían de él todas las Escrituras.
Consecuentemente, en la lectio divina, ¿No testifica Jesús su historia y nuestra historia de salvación? Sin embargo, para tener esta “inteligencia”, es decir, para hacer esta lectura divina de los acontecimientos basados en la Sagradas Escrituras, se necesita siempre pedir la ayuda del Espíritu Santo.
Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Entró, pues, y se quedó con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iban dando. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció de su vista.
Compartiendo la “Mesa de la Palabra”, el ambón, y la “Mesa del Pan”, el altar, ¿No reconocemos quién es Jesús? y al compartir su Palabra ¿No permanece con nosotros?
Se dijeron uno a otro: «¿No ardía nuestro corazón en nuestro interior cuando nos hablaba en el camino y nos iba explicando las escrituras?». Levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos.
¿La lectio divina compartida en estas “mesas” no hace arder nuestros corazones? ¿No transforma la tristeza en gozo y la falta de significado en esperanza? ¿La lectio divina compartida no nos dirige a la Jerusalén celestial, la Ciudad de la Paz, donde se cumple la voluntad de Dios? ¿No nos pregunta san Benito “qué página o qué palabra de autoridad divina, del Antiguo o del Nuevo Testamento, no es norma rectísima para la vida humana”? (RB 73, 3).
…que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
¿Nos lleva la Lectio divina compartida a resucitar de nuevo con Jesús? ¿No sería esta misma la forma de resucitar de nuestras comunidades?
En la Lectio divina compartida, ¿no somos testigos del encuentro con Jesús y el discernimiento de la voluntad de Dios Padre a través del Espíritu Santo? ¿No es este el significado del “Suscipe me” en nuestras comunidades: “Sostenme, Señor, con tu promesa y viviré, no defraudes mi esperanza”? (Sal. 118, 116).
Señor,
compartiendo tu Palabra
te reconocemos a ti en el Pan
y en nuestra historia de salvación.
Amén.
Un Pequeño Comienzo en el Camino Sinodal de la OCSO
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Perspectivas
Dom Bernardus Peeters, OCSO
Abad General
