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Fallecimiento del padre Martin Neyt

  • Isabelle DESARNAUD
  • 15hs
  • 3 Min. de lectura

El padre Martin Neyt, monje del monasterio de Clerlande (congregación de la Anunciación, Bélgica), falleció en la noche del 25 de noviembre de 2025.

Monje desde 1963, fue presidente de la AIM de 1997 a 2013.


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El padre Martin fue nombrado presidente de la AIM en 1997, en el momento en que el nuevo abad primado, Marcel Rooney, reestructuró la AIM para adaptarla mejor al servicio internacional que esta organización está llamada a prestar. Tuvo como secretario general al padre Jacques Côté (Saint-Benoît-du-Lac, Quebec) y luego a la hermana Gisela Happ (abadía de Sainte-Hildegarde, Eibingen, Alemania) (2001-2016); la hermana Placid Dolores Luz se incorporó a la Secretaría en 2005 (2005-2020).

La Secretaría se desarrolló y se convirtió en una herramienta eficaz al servicio de las fundaciones que no dejaban de surgir y crecer. Varias facetas de la AIM se desarrollaron y organizaron progresivamente: el Equipo Internacional, la formación, el boletín, las visitas a los monasterios, las entidades regionales, nacionales e internacionales.

50º aniversario de la AIM celebrado en la abadía de Ligugé.
50º aniversario de la AIM celebrado en la abadía de Ligugé.

El padre Martin tuvo la alegría de organizar el 50º aniversario de la AIM en 2011.

Durante todo el tiempo que presidió la AIM, el padre Martin prestó especial atención al boletín. A partir de los números del año 2000, el boletín incluyó artículos de fondo sobre diferentes temas monásticos firmados por diversos autores: Lectio, gobierno, formación, pero también crónicas de los monasterios y diferentes noticias relacionadas con la vida monástica y la vida de la Iglesia y del mundo.

Reunión en 2006 para la elaboración del Boletín de la AIM.
Reunión en 2006 para la elaboración del Boletín de la AIM.

The AIM website was set up under Father Martin's presidency.

La página web de la AIM se creó bajo la presidencia del padre Martin.

El Centro Juan XXIII, fundado en 2005 en el monasterio de Vanves y hoy cerrado, acogió durante mucho tiempo a monjas para sus estudios teológicos en París.

Por lo tanto, la AIM le debe mucho al padre Martin. Con motivo del 50 aniversario de la AIM, escribió:

«“Amarra tu barca a los barcos de tus padres”, repetía un padre de Egipto que vivía en Gaza. Los retos de nuestro tiempo hacen que cada monje o monja, cada comunidad, atraviese graves pruebas, propias de la condición humana y a menudo amplificadas por los medios de comunicación de nuestro tiempo: las desviaciones sexuales y la pedofilia, la violencia que puede llegar al genocidio, la cruel brecha entre ricos y pobres, la exportación de jóvenes vocaciones a otros continentes, la tentación de utilizar los monasterios para realizarse a sí mismo en los estudios u otras actividades, el atractivo del estatus religioso completan la lista de los pecados capitales. Los procesos de vida están ahí para alejarse de la agitación del mundo, para acoger de forma justa y respetuosa, para superar las perspectivas compartimentadas de la identidad social o cultural. Las pruebas a las que se enfrentan las comunidades hoy en día son tan temibles como las de antaño, aunque muy diferentes.

«Por el amor que se tengan unos a otros, reconoceréis que sois mis discípulos». Constituir juntos el Cuerpo de Cristo, hacer del amor mutuo una escuela al servicio del Señor son signos que no engañan. Pero el camino es largo y la AIM, como quizá el buen samaritano, acompaña, discierne, asume riesgos y recuerda sin cesar el corazón de la tradición monástica. Las comunidades deben ganarse el sustento diario, dejarse acompañar y asesorar por personas competentes, unirse para la venta de productos monásticos. Hay muchos retos que afrontar, nuevas tareas que realizar: el largo camino del autodescubrimiento, la relación justa con los demás, construcciones a escala humana (y no proyectos grandiosos y costosos), la acogida de los pobres y los desamparados, así como el apoyo al desarrollo de la población que rodea el monasterio.

Así, con humildad, se creó la AIM, que se desarrolla en un mundo en evolución en el que cada comunidad no elige su contexto, sino que busca forjar su identidad lo mejor posible. Está ahí para contribuir a la construcción de un mundo nuevo. Multiplicando los contactos de proximidad, retoma las primeras palabras de la Regla benedictina: «Escucha, hijo mío, los preceptos...». La escucha sigue siendo fundamental, implica el descubrimiento del otro, elimina las ambigüedades y los malentendidos de la comunicación, establece un verdadero diálogo y tiene la ambición, respetando la autonomía de cada uno, de crear una Alianza».


Que descanse en paz y recoja el fruto de su trabajo.


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