Hermana Antoinette Ndubane, osb
Comunidad de Elukwatini (Sudáfrica)
Sudáfrica, retos y alegrías de la vida monástica
Hay varias preguntas o subtemas que hay que analizar cuando se piensa en la experiencia de la vida monástica en Sudáfrica. Estas preguntas y epígrafes incluyen comprender lo que es un monasterio o el monacato desde la perspectiva sudafricana. ¿Es la vida monástica una realidad en Sudáfrica? ¿Cómo se siente ser monje o religioso en Sudáfrica? Junto a los retos y las alegrías de la vida monástica en este país. En mi opinión son preguntas vitales que debemos responder.
La realidad de la vida monástica en Sudáfrica
Cuando me hice benedictina en 2002, no sabía que estaba abrazando la vida monástica. Pensé que simplemente entraba en una congregación religiosa similar a otras que conocía. Me llevó un tiempo comprender las diferencias entre las órdenes apostólicas y las monásticas. Si todavía hay confusión, puede deberse a la falta de una identidad congregacional clara. Poco a poco fui comprendiendo que vivir en un monasterio no es simplemente vivir entre los muros de un edificio religioso; significa pertenecer con todo el ser a ese monasterio, a esa comunidad. El monasterio, para mí, es como una universidad o una escuela en la que se estudia la vida tal y como es; uno puede aprender lo que quiera, por ejemplo: a dejarse invadir por lo negativo, o aprender lo bueno y positivo, o incluso aprender ambas cosas al mismo tiempo.
¿Cómo es posible? A veces oigo a la gente decir: “Al principio no sabía cómo no responder de forma inapropiada en una confrontación, pero ahora sí”. Así que es posible elegir aprender las cosas negativas; sin embargo, hay muchas cosas hermosas que cultivar: el trabajo manual, la oración, el modo de vida, cómo convertirse en una mejor y más seria cristiana, y tantas otras cosas... Un monasterio es una casa de oración donde viven personas consagradas. También lo considero como una casa donde habita Dios, lo que puede permitir a los monasterios hacerlo bien. Por lo que he visto hasta ahora, un monasterio es un hogar, o una fuente de la que se saca para dar a los que no comparten esta vida. Por ejemplo, hay un tiempo para la oración y la meditación: así se puede saber qué ofrecer a los que buscan la inspiración y la gracia de Dios. Por eso el silencio es tan importante en la vida monástica; es en el silencio donde escucho la voz de Dios.
La vida monástica en Sudáfrica ¿es una realidad?
En esta parte del mundo, parece ser actualmente tanto si como no. Es una realidad, ciertamente, porque hay monasterios en Sudáfrica y gente que vive en ellos, pero no se puede ignorar el hecho de que no son numerosos y con pocos monjes locales.
También está la pregunta: ¿los que viven en los monasterios se dan cuenta o no de lo que son? Sucede que incluso los que viven en un monasterio, no comprendan realmente su vocación, independientemente de su edad o antigüedad en la vida religiosa. Las exigencias del mundo exterior hacen que uno se pregunte si la vida monástica es una realidad viva o no en esta parte de África. El desafío de la vida actual plantea también la pregunta: hoy, en 2019, ¿es posible vivir una vida monástica en su plenitud? y ¿en qué forma concreta? Es una pregunta que uno puede hacerse a lo largo de su vida y que puede favorecer la vitalidad de su vocación, haciendo posible vivir de mejor manera lo que uno está llamada a vivir. En cualquier caso, la vida monástica sigue siendo a la vez extranjera y local; da la impresión de habernos llegado en un barco, nos la trajeron personas concretas, y aunque se espera mucho de ella, sigue pareciendo ajena a la Iglesia local y a la gente de la región. Sin embargo, varios aspectos de la vida monástica parecen corresponder bien nuestro modo de vida: por ejemplo, el respeto, la hospitalidad y otros puntos.
¿Cómo se siente ser monje o religioso en Sudáfrica? Creo que es normal sentir a veces la sensación de estar perdiendo algo afuera; pero este tipo de pensamiento no dura, sobre todo cuando uno tiene la sensación de pertenecer a una gran familia monástica. Este sentimiento se ve especialmente favorecido por la existencia de una estructura que reúne a superiores, formadores y jóvenes en formación en nuestra región de África del Sur. Esta estructura se llama BECOSA (Comunidades Benedictinas de África del Sur).
Uno de los aspectos más esenciales de la vida monástica o de la vida religiosa en general es la formación: la inicial y la permanente. En esta parte del sur de África, los benedictinos no descuidan estos temas de formación cuando se reúnen en las conferencias de BECOSA; esto es una gran ayuda para la vida de los monjes y monjas que viven en esta región. En casi todas las reuniones, los participantes abordan un tema específico relativo a la formación inicial y permanente de los miembros de nuestras comunidades. Esto nos ayuda a profundizar en nuestro conocimiento de quiénes somos y cómo estamos llamados a llevar nuestra vida monástica. Las reuniones anuales de BECOSA y los talleres que a veces celebramos allí, son muy importantes para nuestras vidas, especialmente en lo que respecta a la formación y al sentimiento de pertenencia a una gran familia. BECOSA es una fuente de apoyo tanto individual como colectivo. Cada vez que asistimos a una reunión o taller de BECOSA, nos sentimos nutridos. Seguimos deseando que haya más talleres, sobre todo los que necesitamos más alimento, como los formadores y los de formación inicial.
Dificultades y alegrías
La vida monástica es realmente una vida gratificante. Me ha dado todo lo que deseaba para desarrollar una vida cristiana más hermosa. Como joven sudafricana que vive la vida benedictina, la encuentro desafiante en ambos sentidos, negativo y positivo. La mayoría de la gente de mi edad tiene responsabilidades en diferentes ámbitos: familia, propiedad, profesión, etc. Parece que disfrutan tener cosas de valor. A mí me parece que no tengo nada propio, pero ¿esto es cierto? El desapego me conecta con otro tipo de tesoro, un tesoro que no pasa. Realmente me siento llamado a una vida feliz. Me siento bien. En cuanto a la familia, a veces se espera que los hijos mayores ayuden a otros miembros de alguna forma u otra. En mi caso, es posible que no pueda ayudar visiblemente a los míos en casa, estoy ahí para interceder por ellos. Llegar a esta convicción no ocurre de la noche a la mañana. De hecho, creo que les ayudo aún más, porque los pongo ante Jesucristo, que lo es todo para mí. No sólo rezo por mi familia, sino por mis amigos y por cualquier otra persona que necesite mi atención.
Otro reto evidente, especialmente en estos días, es la comunicación a través de las redes sociales. Casi todos los jóvenes de Sudáfrica tienen un teléfono inteligente. Hay que tener autodisciplina cuando se trata de las redes sociales. No puedo negar el hecho de que existen, de que las usamos, pero ¿Cómo usarlos con medida? no es menor. Sin embargo, es muy importante preguntarme cada vez que coja el teléfono si es necesario. ¿Es por el bien de mi vida religiosa? ¿Me ayuda o me destruye? ¿Cómo establecer el límite? Cuando abracé la vida religiosa hace diecisiete años, cuando queríamos enviar una carta, el superior tenía que leerla antes de enviarla; lo mismo para el correo entrante: había que leerlo antes de que llegara al destinatario. Hoy en día, la mayoría de nosotros utilizamos el correo electrónico y el WhatsApp: ¿quién lo puede controlar? Nadie, excepto yo misma y mi conciencia.
Hay otro hecho cuando se trata de la vida religiosa o la vida monástica como tal. Cada persona siente de manera diferente las oportunidades que ofrece la vida religiosa. Pueden ser los estudios, los descubrimientos, la libertad, etc. Mirándolo desde la distancia, se podría pensar que las personas que viven en los monasterios tienen riesgos más limitados de extraviarse que los demás, sin embargo, si observamos más profundamente, parece que son los que, dependiendo por supuesto de la misión o del campo de acción de cada uno, pueden verse más afectados por todas estas facilidades que se les presentan. La vigilancia, esta virtud tan predicada en la vida monástica, debe ser realmente promovida.
Silencio
El silencio es uno de los elementos más esenciales de la vida monástica. Sin embargo, aunque es importante, no es fácil guardar silencio. Si no se dice una palabra, no significa necesariamente que haya silencio: sólo puede significar que no está hablando en ese momento, mientras en su interior habitan preocupaciones “ruidosas” que pueden perturbarla. Un monasterio es capaz de proporcionar una atmósfera de silencio que debe ayudar a los que viven allí, así como a quienes lo visitan, poder encontrarse con Dios. Sin embargo, es necesario crear una forma de silencio propia para estar dispuesta a escuchar a Dios. Hay un sinfín de cosas que pueden perturbar nuestro silencio interior, pero cada uno debe hacer de su silencio una prioridad para disponerse a escuchar la voz de Dios. Es difícil estar en silencio, pero es muy gratificante. Es un gozo conversar con Dios. Vivimos en un mundo ruidoso, pero en el monasterio he encontrado que el silencio es habitual, aunque a veces nos distraiga la realidad del ruido exterior.
Hay otros peldaños en nuestra vida monástica: la oración comunitaria que hacemos varias veces al día, la Eucaristía diaria, la Lectio divina, la propia vida comunitaria, los retiros anuales, la dirección espiritual, etc., son algunas de las actividades que nos sostienen en esta preciosa vida. Aunque la vida monástica puede ser de alguna manera desafiante, me he dado cuenta que si uno se toma en serio las perspectivas que se le ofrecen, entonces la vida se hace posible. A menudo he creído -y sigo creyendo- que Cristo está entre nosotros, aunque a veces ciertas circunstancias nos impiden reconocerlo y creerlo. Tenemos que creer en la real presencia divina y en su llamado; esto ha sostenido mi vida hasta ahora. La verdadera alegría y el consuelo vienen del mismo Señor.
Conclusión:
Que una “joven” sudafricana del siglo XXI pueda vivir en un monasterio debe ciertamente suscitar interrogantes: sin embargo, es la consecuencia de un llamado de Dios, no a todos, sino a los que han sido elegidos para vivirla. Esta vida preciosa es como un tesoro venido de lo alto, dado por amor. Tengo conciencia que Dios llama allí donde cree que la gente lo encontrará y lo servirá mejor; sin embargo, a veces vemos que si en un coro no todos están dotados para cantar, algunas voces apoyan a las otras: lo vemos también en como que se aprecia que la convivencia permite vivir en armonía o molestándonos permanentemente. Dado que un monasterio es una escuela, tiene la posibilidad de incluir todo tipo de alumnos: pero ¿qué clase de alumna soy yo? ¿Y cómo me comporto con las demás alumnas de la escuela? Estas podrían ser las preguntas para reflexionar hoy.