Reflexiones sobre el Curso Ananías

Hermano Moïse Ilboudo, osb
Koubri - Burkina Faso

 

El Curso Ananías es el equivalente en francés del curso en inglés que durante muchos años se ha celebrado anualmente en Roma y Asís bajo la dirección de Dom Mark Butlin y Dom Brendan Thomas. Estos comentarios pueden ser útiles también para otros que no hayan participado en el curso.

Estoy muy contento de haber participado durante tres meses en el Curso Ananías. Al igual que los demás participantes, aún no lo he apreciado plenamente. Los traslados de un monasterio a otro me parecieron como el viaje de los Tres Reyes Magos (Mateo 2.1-12) al ver la estrella que los guiaba, y como la Virgen María saltando las montañas para visitar a su prima Isabel.

El curso me llevó nuevamente a las profundidades de mi elección, la vida monástica con sus gracias y beneficios. Me di cuenta de que la experiencia de formar a los novicios para la vida monástica empieza por dejarse transformar, y que dar implica también recibir, como nos decía el folleto “Pequeña reflexión sobre Ananías”. Ananías, el discípulo de Cristo iniciador de Pablo en la vida en Cristo, debe ser el modelo, un icono para mí en cualquier tarea. Como nuestra religión cristiana es una transmisión, una fe viva que se realiza en la Palabra celebrada y rezada, las tres primeras semanas de nuestra estancia en La-Pierre-qui-Vire nos sumergieron en los misterios de Cristo: Pasión - Muerte - Resurrección. Estas enseñanzas nos guiaron a lo largo del curso.

En sus intervenciones, el padre Pierre-Yves Brandt encendió en mí una pequeña llama que conseguí proteger durante todo el curso. Era necesario protegerla para que pudiera crecer, pues fue como una semilla sembrada en la tierra. Debe desarrollarse y dar su fruto en su momento, en mi vida monástica diaria, para que otros también puedan comer su fruto. No hay rosa sin espinas, y la vida monástica está llena de belleza formada por un grupo de individuos en la que cada persona tiene su propio carácter que debe ser enfrentado cara a cara con los demás: ¡es la vida fraterna! Pierre- Yves me enseñó, gracias a sus ejercicios prácticos, a encontrar una solución en tal o cual situación. ¿Cómo debo afrontarlas? Leyendo y releyendo mi propia vida, volviendo a mí mismo, tomándome el tiempo para transmitir lo que he recibido. Remitiéndome siempre a la Sagrada Escritura, a la Regla de San Benito, a las Constituciones y a la Costumbre, que son instrumentos prácticos. Tengo que ser responsable de mí mismo en la situación en que me encuentre y ponerme en el lugar del otro para actuar mejor en lugar de justificarme. Siempre hay mil soluciones, mil maneras de manejar una situación y de escuchar al Espíritu Santo.

Es en la Lectio divina donde el monje escucha al Espíritu Santo, la Palabra de Dios. La lectio divina es el lugar donde aprendo a leer las Sagradas Escrituras, a escuchar mejor una palabra que me permita leer, releer mi vida y descifrarla. La tradición es un tesoro del que sacamos lo nuevo y lo viejo, es una dinámica de vida que nos hace capaces de encontrarnos con Dios. Nos dijo el padre Armand Veilleux que transmitir la tradición es transmitir la experiencia de la vida monástica. La formación es un proceso. Fuimos formados a imagen de Cristo, deformados por el pecado y reformados por la gracia de Cristo. El papel del formador es integrar la formación, ayudar a quien llega al monasterio a transformarse, a integrarse en la comunidad que lo acoge.