Hermana Rosa Ciin, osb
Comunidad de Shanti Nilayam (India)

Primeros pasos en la vida monástica

 

ShantinilayamSrMe gustaría comenzar compartiendo cómo escuché la voz del Señor mientras me divertía con mis amigos y ocupada en las cosas del mundo. Un día, caminando hacia la iglesia parroquial, vi un papel en el camino, lo cogí y lo leí. Hablaba de las monjas benedictinas e inmediatamente me gustó lo que decía, tanto que quise entrar en el monasterio.

Empecé a reflexionar sobre el verdadero sentido de la existencia. Sentí que era una señal de Dios. Así que decidí seguir al Señor por la vía monástica. Sentí un gran deseo de estar más cerca de Dios. En el mundo, había muchas distracciones que me alejaban del Señor. Finalmente, ingresé en el monasterio, aunque mis padres no estaban muy contentos con ello. Debo admitir que no fue muy fácil para mí dejar a mis padres, hermanos, hermanas y a mis amigos.

Las hermanas fueron muy acogedoras haciendo todo lo posible para que me sintiera como en casa. El monasterio es como la primera comunidad cristiana primitiva en la que los miembros comparten todas las cosas, viviendo en unidad a pesar de los diferentes idiomas y orígenes culturales. Mi corazón se llenó de alegría; me encontré con un espíritu de familia en la comunidad. Esta experiencia me hizo olvidar los placeres de las redes sociales y los teléfonos móviles, etc. El uso de estos medios trae una alegría temporal, pero en la comunidad encontré la verdadera alegría de amar al Señor y a todas las hermanas de la comunidad. Una vez que experimenté este calor fraternal, me olvidé de los placeres del mundo. Ahora puedo apreciar el mundo y todo lo que ofrece de una manera diferente: todo es bueno si lo utilizamos para el bien de todos.

SShantinilayamin embargo, aunque al principio todo iba bien, han habido momentos en que me encontré con problemas y dificultades. La naturaleza humana anhela espontáneamente el placer y lo fácil, cada forma de vida tiene sus dificultades, en la vida monástica, sin embargo, experimento una profunda alegría interior. En el monasterio se pone todo en común y utilizamos los teléfonos móviles, internet, etc., sólo cuando es realmente necesario. No es fácil convivir con personas de distinta procedencia o cultura. Al entrar más profundamente en la vida comunitaria, me he sentido muy serena y contenta a pesar de las dificultades y problemas. La atmósfera de silencio y calma del monasterio nos ayuda a escuchar el clamor de los pobres y desamparados del mundo y podemos ayudarles con nuestra oración y renuncia.

La vida comunitaria me ayuda a vivir en armonía con los demás y a servirnos mutuamente. Me permite salir de mí misma, compartir con ellas sus problemas y dificultades. De este modo, me he vuelto menos centrada en mí misma y más en los demás. También me siento muy a gusto con la Regla de vida de san Benito, especialmente en el ámbito de la hospitalidad y el amor a los pobres. Como monja joven, no tengo mucho contacto con el mundo exterior, pero llevo el mundo entero a mi oración y al ofrecimiento de mi vida al Señor. La comunión dentro de la comunidad y el amor fraterno son un signo para el mundo: es posible vivir y amar a los demás a pesar de las diferencias.

Con el paso de los años aprecio cada vez más la vida monástica. San Benito dice en su Prólogo a la Regla:

“Con el progreso en la vida monástica y en la fe, ensanchando el corazón, con la inefable dulzura del amor, se corre por el camino de los mandamientos de Dios”.

En todo esto, he ido aprendiendo que la vida monástica es fácil y gozosa si pongo cada situación de nuestra vida en manos del Señor. Sólo es posible llevar esta vida con la ayuda de Dios y con Dios. Su yugo es fácil y su carga ligera cuando le entrego todas mis problemas y dificultades.

La gente no suele entender la vida monástica, pero yo la amo cada día más. Mi oración más ferviente es que muchos respondan al llamado del Señor para seguirle más de cerca en la vida religiosa.