MONASTERIOS EN TAILANDIA

Monasterios Benedictinos y Cistercienses en Tailandia:

San Benito en la tierra de Buda

Nathalie Raymond

 

14 de agosto de 2018, Aeropuerto de Chiang Mai: pequeños afiches por todos lados advierten a los turistas contra el abuso de la imagen de Buda, penado por la ley en este país, que se llama a sí mismo “Tierra de Buda”. Se nos advierte así, que estamos entrando en un país que es 95% budista y cuya identidad nacional es inseparable de esta tradición. Hay unos 380.000 católicos en todo el país, (menos del 0,7% de la población total, a pesar de los más de 300 años de presencia) y que rara vez pertenecen a la etnia tailandesa predominante. Se encuentran principalmente entre las minorías étnicas de montaña del norte del país, por ejemplo, los karens; entre los descendientes de los inmigrantes vietnamitas que huyeron de las persecuciones del siglo XIX, o que debido a las guerras del siglo XX se establecieron un poco más tarde, sobre todo en el este del país, cerca de la frontera con Laos; hay también descendientes de católicos chinos. Los dos monasterios cristianos se encuentran en los territorios de la Iglesia tailandesa, uno en el norte cerca de Chiang Mai, el otro cerca de la frontera con Laos.

El padre Stéphane, abad emérito de Thiên An y superior del monasterio benedictino, nos espera, acompañado por un joven postulante karen. Fue especialmente emocionante para el padre Simon Hoa, monje de Thiên Binh, parte del grupo, quien fue uno de los fundadores de este pequeño monasterio en 2010, dirigiéndolo hasta 2013, cuando se hizo cargo la abadía de Thiên An.

El padre Stéphane recuerda cuando en 2004 comenzó todo; durante un Capítulo General de la congregación de Subiaco en Praglia, el obispo de Padua, monseñor Antonio Mattiazo sugirió la fundación de un monasterio benedictino en Tailandia, para acompañar con la oración a los misioneros italianos enviados a este país, especialmente a los montañeses. Los elegidos para dirigir esta fundación fueron de la provincia vietnamita, particularmente de tres de los cuatro monasterios. Después de varias visitas y encuentros, se eligió un terreno de 6 hectáreas cerca de Chiang Mai, cuya compra fue financiada por monseñor Mattiazo. En 2010, cuatro hermanos: dos de Thiên Phước, uno de Thiên An y otro de Thiên Binh, y el padre Simon Hoa dejaron Vietman para ir a Tailandia. El terreno ya tenía una casa de unos 250 metros cuadrados que había servido como laboratorio para el cultivo de plantas y árboles en invernaderos, cuyas estructuras sirvieron a los monjes para la cría de cerdos. Hoy albergan gallinas, patos, gansos y pavos. Fue necesario tiempo para limpiar, restaurar y acondicionar esta casa que, en los recuerdos del padre Simon, era extremadamente sucia.

ChiangMaiCte18Cuando llegamos, después de una media hora de viaje, al final de una larga avenida bordeada de variados árboles y bambúes, cruzamos la puerta de entrada y descubrimos un hermoso edificio blanco nuevo, rodeado de vegetación. Inaugurado en 2014, fue construido gracias a la diócesis, cuyo Obispo es de una lejana ascendencia vietnamita, y a los benedictinos, alberga hoy a la pequeña comunidad del padre Stéphane, constituida por tres hermanos de Thiên An, un postulante karen y otro tailandés, profeso temporal que decidió no perseverar, pero seguir viviendo temporalmente con los monjes. Regularmente, otros hermanos de la abadía madre (cuatro en el momento de nuestra estancia) vienen a ayudar con visados de turismo de un mes, renovables en Bangkok o al salir del país. La pequeña comunidad, nunca ha superado los seis monjes permanentes, básicamente debido a la restricción impuesta por el gobierno a la concesión de visados misioneros. Las dos diócesis del Norte (Chiang Mai y desde abril de 2018 Chiang Rai) son tierras de misión para varias congregaciones religiosas, por lo que es necesario esperar que las “plazas de Misioneros” se liberen para beneficiarse de este visado de un año renovable.

El gobierno no es hostil a la presencia de los católicos, que de hecho prestan un importante servicio al país en materia de educación y salud, pero es cuidadoso de mantener una identidad claramente budista y tailandesa, de ahí la cuota y el control relativamente estricto.

El monasterio de San Benito (no tiene otro nombre, siendo el único en el país) es un remanso de paz y silencio, rodeado de naturaleza y alejado del mundo. El contraste con sus grandes hermanos vietnamitas, altamente poblados, es sorprendente. Aquí la misión es especial, verdaderamente centrada en la oración para sostener la actividad misionera. No imaginemos una afluencia de vocaciones, que sería inconcebible en este contexto religioso y cultural particular. Por otra parte, si el monasterio tuviera una hospedería, serviría como recurso para católicos tailandeses o misioneros extranjeros. Este es uno de los sueños del padre Stéphane, a quien le encantaría transformar el edificio antiguo y poco utilizado o construir un edificio para este fin, cerca de la entrada. También imagina una portería y sobre todo una iglesia, pensada a la izquierda de la entrada. Por el momento el edificio nuevo alberga una capilla suficiente para la pequeña comunidad, estrecha para la veintena de fieles que vienen regularmente a la misa dominical. Los mismos fieles, a menudo de origen vietnamita, ayudan a los hermanos en caso de necesidad.

Los hermanos cantan la liturgia de las horas a partir de las 4:15, en vietnamita. A petición del obispo han aceptado cambiar el color de sus hábitos de negro, fuertemente asociado con el luto en Tailandia, a blanco. Además de la oración, los monjes tienen mucho que hacer para mantener el terreno, donde la exuberancia de la vegetación amenaza con invadir las plantaciones de árboles frutales (longanes y plátanos). El suelo es pobre, difícil de cultivar. Un pequeño estanque les permite criar peces para alimentarse, y las aves de corral viven pacíficamente con dos perros que raramente ladran. El silencio apenas es interrumpido por el canto de los pájaros y el sonido de los ventiladores cuando el calor se vuelve demasiado aplastante.

En septiembre, los monjes recién llegados y destinados a permanecer un tiempo tomarán clases de tailandés. No es cosa fácil dominar este idioma, con su alfabeto tan particular, pero es la condición para la estancia prolongada, para la celebración de la misa y por supuesto para a una buena inserción en la Iglesia y la sociedad locales.

Unos días más tarde tomamos un vuelo al extremo este del país cerca de la frontera con Laos en la tercera región más poblada por cristianos (después de Bangkok y el norte) para descubrir allí a la comunidad cisterciense de Notre-Dame du Rosaire, fundada por el monasterio vietnamita de Phďc Sďn de la Congregación de la Sagrada Familia. Allí el padre Joachim, superior todavía por algunas semanas, nos acogió en una comunidad temporalmente reducida a tres, pues cuatro monjes se encontraban en Vietnam. La realidad de esta fundación cisterciense en la provincia de Sakon Nakhon, perteneciente a la arquidiócesis de Thare y Nonseng, no es fundamentalmente diferente de la fundación benedictina, aunque difiere en algunos puntos.

NDRosaireCte18En primer lugar, es más reciente (2014) y se hizo a petición del arzobispo de la región, monseñor Louis Chamniern Santisukniram, cuyos abuelos son vietnamitas, que deseaba tener una comunidad contemplativa para apoyar con la oración la actividad misionera en su diócesis y un lugar de retiro espiritual. Se dirigió al padre Jean de la Croix, presidente de la Congregación de la Sagrada Familia y abad del floreciente monasterio de Phước Sơn, que cuenta con ciento cincuenta monjes, no lejos de Ciudad Ho Chi-Minh, y que acaba de celebrar su centenario. Para facilitar la fundación, el arzobispo dio a los monjes el usufructo de un terreno y ayuda material y financiera. La pequeña comunidad de siete monjes vietnamitas, llamados a ser diez en un futuro muy próximo, tiene su primer joven tailandés, que debería profundizar en su experiencia de vida monástica.

Este terreno, propiedad de la diócesis, sirvió originalmente a una congregación italiana que se ocupaba de personas dependientes de la droga, y luego a hermanas que ayudaban al sacerdote del pueblo y a las personas más pobres. A la llegada de los hermanos ya estaba el edificio, pero el terreno circundante que se encontraba invadido de vegetación, es bastante pantanoso y con una topografía accidentada. Fue necesario limpiar, rellenar y nivelar parte del terreno con toneladas de tierra para hacerlo productivo. De las treinta hectáreas potencialmente disponibles, diez están en uso actualmente. Se han plantado árboles frutales, en particular plátanos, limones, aguacates y otras frutas tropicales. Se han establecido arrozales para alimentar a la comunidad y, eventualmente, ayudar a las personas más pobres de la aldea vecina, cristianas en un el 95%, la mitad de cuyos 300 habitantes trabajan en Bangkok. Los habitantes de esta aldea fueron generosos con su ayuda a los monjes en el momento de su instalación y algunas familias continúan prestándoles valiosos servicios.

Una particularidad sorprendente en esta región, es la existencia de una serie de aldeas casi enteramente cristianas, constituidas principalmente por descendientes de vietnamitas o laosianos. En Khoksaad las campanas de la iglesia de Don Bosco se escuchan en el monasterio por la mañana y por la tarde; son tocadas por uno de los aldeanos que vive enfrente de la iglesia. Un boxeador retirado, muy orgulloso de su papel. De budista, se hizo católico hace algunos años, con el fin de casarse con su esposa cristiana, antes de que se hicieran sentir los efectos del Vaticano II de eliminar la obligación. Después de las campanas vienen oraciones e himnos, grabaciones difundidas gracias a potentes altavoces. En toda la región, una de las más pobres del país por su relativa sequedad fuera de la estación monzónica, los cristianos apenas representan el 1,7% de la población, como en el Norte, es decir, unos 50.000 fieles. La Iglesia, al igual que en el Norte, es extremadamente activa. Las congregaciones juegan un papel en el tema de la educación, y otros trabajos sociales, y los fieles son profundamente practicantes. Además, al ubicarse cerca del río Mekong, en la frontera con Laos, la diócesis alberga un lugar de peregrinación de los siete mártires tailandeses: seis mujeres, una religiosa, y un hombre, asesinados por la policía en diciembre de 1940. Por último, en Navidad la Iglesia organiza tres días de fiestas conocidas en todo el país, que reúnen a poblaciones de todos los orígenes. La Christmas Star Parade que consiste en procesiones de docenas de carrozas multicolores, ricamente decoradas e iluminadas.

Volviendo a los monjes, por el claustro no participan en estas procesiones (aunque van a verlas), son conscientes de que viven en una región de muchas maneras muy especial para la Iglesia de Tailandia. Para su alimentación y también para la venta, crían aves de corral y peces a pequeña escala. A largo plazo, planean también criar cerdos y ya tienen todo lo necesario para cultivar soja. Al tener pocos bienes materiales y ser una pequeña comunidad, falta tiempo, y no falta el trabajo duro. En 2017 construyeron lo que actualmente sirve como cocina y refectorio para la comunidad, y necesitan mejorar el suministro de agua, especialmente para regar las plantaciones de árboles frutales durante la estación seca.

En los próximos meses se colocará la primera piedra de lo que será el monasterio, más al interior del campo. También está prevista una iglesia. Los edificios actuales servirán entonces de hospedería, para dar la bienvenida a los visitantes, que, por el momento son escasos. Fuera de ocasiones muy especiales en que se invitan a forasteros, numerosos por ejemplo, en un día en octubre, mes de María, para adaptarse a una tradición de la Iglesia local y honrar a Nuestra Señora del Rosario; los oficios se celebran, actualmente en vietnamita, entre miembros de la comunidad. Parece que los fieles, que han comenzado a venir a la misa, no comprenden bien lo que es la vida contemplativa cristiana, y no entienden necesariamente la idea del claustro, que en realidad es apenas visible. Sin duda el ejemplo del monacato budista hace difícil la comprensión de esta noción de claustro. Algunos hermanos se sienten avergonzados por lo que consideran una intrusión en su forma de vida. El equilibrio entre acogida y clausura será, evidentemente, mucho más fácil de establecer cuando estén construidos los nuevos edificios, que permitirán una separación clara del espacio entre los lugares reservados a la comunidad y los abiertos al público. Entonces será posible explicar esta separación a los demás miembros de la Iglesia.

Así, hay muchos desafíos para las dos fundaciones vietnamitas, en un país donde la profunda tradición budista confiere a la Iglesia Católica un carácter muy especial. La misión es bastante clara: ser un lugar de oración y de acogida espiritual para sostener una actividad misionera que está lejos de estar completa.