Dom Jean de la croix Lê Văn Đoàn, ocist
Abad del monasterio de Phưởc Sơn
El padre Benoît Thuận
Vida monástica y cultura vietnamita
Henri François Joseph Denis nació en Boulogne-sur-Mer el 17 de agosto de 1880, entrando al seminario de las Misiones Extranjeras de París en 1901. Fue ordenado sacerdote en 1903, y destinado a Cochinchina a la misión de Hué, donde el Vicario apostólico le dio el nombre vietnamita de Thuân, que significa obedecer, consentir.
Luego de familiarizarse con el idioma y las costumbres, se convirtió en profesor en el Seminario Menor de Annith, donde enseñó chino en 1907. Al año siguiente cumplió su sueño de ser misionero y fue enviado a los cristianos de Nuoc-Man, teniendo ya en mente la vida monástica. Deseo que no pudo concretarse hasta 1918. El estilo de vida de los cistercienses reformados respondió a su espera y, a pesar de las dificultades, vio la luz un nuevo monasterio en 1918, que no era entonces más que una choza, donde fueron dos inicialmente: el padre Thuan y un primer discípulo, Thaddeus. Al inicio de esta fundación, en que no faltaron los problemas, atrajo a jóvenes sin formación monástica. Durante los quince años de su vida misionera, el padre Benoît se convenció que la vida monástica y contemplativa encajaba con los vietnamitas, y su fundación fue testimonio en la Iglesia irradiando la imagen viva del monje católico, en una vida de pobreza, de pacífica y gozosa sencillez.
Su congregación llevará el nombre de “Sagrada Familia”, poniendo de relieve la importancia de la familia, muy querida por los vietnamitas. Su comunidad tendrá a la vez un carácter cenobítico y familiar.
Ante la aplitud del tema, quisiera limitar mi investigación al análisis de la experiencia práctica de nuestro padre fundador, el padre Benoît Thuận, con el fin de aclarar el tema del acompañamiento espiritual en la vida monástica.
1. ENFOQUES FUNDAMENTALES
Para poder acompañar a una persona o a una comunidad que vive en una cultura distinta a la propia, es importante acercarse profundamente a ella. De lo contrario, las relaciones se mantienen superficiales, sin grandes frutos. En el caso del padre Benoît, hay cuatro aproximaciones o pasos de un mismo acercamiento: el idioma, las costumbres, las personas concretas, y finalmente el alma de la gente.
A. El idioma
Este es el primer paso. El aprendizaje del idioma es la clave para el contacto y la comprensión mutua. En esta toma de conciencia, el padre Benoît Thuận se dispuso día y noche a aprender este idioma. En Vietnam, conviven tres lenguas escritas: el Hán, la escritura china; el Nôm, un sistema de transcripción de las palabras vietnamitas por medio de caracteres chinos simples o combinados entre sí para anotar el sonido de una palabra vietnamita, o el sentido y el sonido combinados de una palabra vietnamita; y el QuôcNg , transcripción fonética del vietnamita en escritura latina.
B. Las costumbres
El segundo enfoque es comprender las costumbres locales y vivir como ellos. En el caso del padre Benoît Thuận es el ambiente vietnamita. Hay dos facetas de la costumbre: la cultura y el modo de vida.
La cultura vietnamita expresa en cierta medida el alma del pueblo y especialmente la cultura popular. El padre Benoît tradujo al francés dos obras de poemas Trê Cóc y Lůc Súc Tranh Công de la lengua Nôm. En la traducción, da una explicación de los proverbios y las costumbres. Es necesario adquirir un cierto nivel de conocimiento para hacerlo.
A continuación, está el modo de vida de los vietnamitas. En la época en que vivía el padre Benoît, la mayoría de los vietnamitas eran agricultores. La naturaleza, las relaciones en el seno de la familia, las actividades de la aldea, se expresan en la cultura y el modo de vida cotidiano. El padre Benoît utilizaba las prácticas vietnamitas, valorándolas y respetándolas. Es una actitud muy diferente de la posición de aquellos que querían “civilizar” a los nativos, quienes veían a la población local como bárbaros y querían imponerles una civilización europea. El padre Benoît respetaba los valores de las buenas costumbres del país. Subrayaba la vida pobre, sencilla, pero rica en amor familiar. Todo esto creó una base sobre la cual construir la vida monástica.
C. Personas concretas
El tercer enfoque es conocer a las personas. Tanto en el Seminario menor de An-Ninh como en la parroquia de Nuoc Man, el padre Benoît buscaba todos los medios posibles para encontrarse con hombres y mujeres; no se encerraba en su habitación. Se encontraba con la gente que venía a su casa, o él mismo iba a su encuentro. Gracias a estos contactos, podía comprender sus vidas, sus cargas, sus angustias e incluso sus problemas. A través de esta comprensión, tenía una mirada realista, llena de amor y compasión, y sabía cómo ayudarlos de una manera eficaz al reconocer sus prioridades.
La fundación del monasterio de Nuestra Señora de An-nam es el resultado del descubrimiento del alma de aquellos con quienes se encontró profundamente. El padre vio las señales ocultas en el fondo de sus almas.
D. El alma del pueblo
El cuarto paso fue entrar en el espíritu e impregnarse del alma del pueblo vietnamita, la religión y la necesidad espiritual. Más allá de la magia y de las supersticiones, en el pueblo vietnamita existe el deseo de vivir en relación con Dios o con los espíritus. Es una sed perpetua de lo Absoluto.
El padre Benoît descubrió la profundidad del alma de los vietnamitas. A pesar de su apego a la obra de la evangelización, abrió una orientación de vida monástica consagrada a la contemplación. Reconoció la profunda sed del alma vietnamita. Al contrario, los superiores europeos renunciando a la invitación de fundar un monasterio en tierra vietnamita, los subestimaron y tuvieron una mirada negativa sobre su buena voluntad al decidir que no eran adecuados para la vida monástica y que no tenían la capacidad de cumplir las exigencias de este modo de vida. Estaban conscientes de las dificultades relacionadas con el clima de los países tropicales que les obstaculizaban llevar a cabo esta vocación monástica.
Los contactos exteriores ayudaron al padre Benoît a descubrir el alma viva con quienes se encontró. Fue un encuentro real, sin prejuicios. Fue gracias a estos encuentros que supo buscar y encontrar medios y formas para satisfacer la sed profunda de quienes lo rodeaban. Los acompañó en el camino de la búsqueda de Dios. A pesar de muchas dificultades, el padre siempre tuvo una mirada positiva para con aquellos que vivían en la comunidad, una vida monástica completamente nueva para ellos.
2. ORGANIZACIÓN DE UN MODO DE VIDA
Como iniciador de la vida monástica para los vietnamitas, el padre Benoît quería que la fundación estuviera impregnada de la vida local, no solo desde un punto de vista cultural, sino también espiritual y evangélico.
A. Un monasterio típicamente vietnamita
Esto es lo más cercano al corazón del padre Benoît. Cito algunos párrafos de sus cartas al abad general.
“Mi Reverendísimo Padre
Me apresuro a enviarle una nueva carta de solicitud de afiliación, firmada por monseñor el Vicario Apostólico de Hué. [... ] Debo enfatizarle, Reverendísimo Padre, que al afiliarnos, es una Congregación puramente annamita la que usted está afiliando a la Orden” (Carta del 17 de septiembre de 1932).
Al insistir en el hecho que el monasterio - y más tarde la Congregación – debería ser vietnamita, el fundador pone de relieve el especial estilo de la vida monástico en Phưởc Sơn.
Esta insistencia se repite una vez más después de su muerte, cuando la comunidad de Phưởc Sơn pidió ser incorporada a la orden cisterciense. El padre Bernard Mendiboure y el Capítulo conventual escribieron el 20 de julio de 1934 al Abad General para recordar la solicitud de la incorporación iniciada por el fundador. Al final de la carta se subrayaron algunas palabras:
“Estaríamos muy honrados de entrar en la familia del Císter, pero si para formar parte de ella debemos perder nuestra fisonomía propia, renunciamos a este honor... Recordando un antiguo proverbio: "Sint ut sunt aut non sint", "Que sean como son o que no sean en absoluto”, nos dijo antes de morir nuestro difunto Fundador; lo consideramos como un depósito sagrado, queremos seguir viviendo en la misma línea con el mismo ideal que en el pasado. Si debemos transformarnos en este punto para ser del Císter, preferimos renunciar a esto. Hemos nacido así y queremos seguir siendo lo que somos”.
Todas estas preguntas expresan la preocupación de los monjes de Phưởc Sơn por mantener su propia fisonomía. Ahora bien, esta fisonomía, que miraban y vivían espontáneamente en el sentido de un arraigo en la mentalidad vietnamita, se convirtió sin embargo en un problema para quienes venían de un monasterio europeo y que habían recibido su formación monástica en esos países.
B. Un ambiente de vida contemplativa
La preocupación del padre Benoît era fundar un monasterio cuya vida estuviera totalmente consagrada a la contemplación. Como dije anteriormente, a pesar de su apego a la actividad misionera y su deseo de convertir a los infieles, eligió otro camino. Es una vida oculta. En las instrucciones espirituales insiste siempre en la vida misteriosa de los monjes. Afirma que la vida monástica no es entendida por muchos. El ambiente contemplativo que quiere crear en el monasterio es la respuesta al alma de los vietnamitas. Él mismo lleva fielmente la vida oculta. Acompaña a los hermanos y a toda la comunidad en la realización de esta orientación. Se trata de un acompañamiento en profundidad.
C. Amor en la familia
Otro punto original descubierto por el padre Benoît entre los vietnamitas, y que aplica a la vida monástica, es el amor familiar. Para los vietnamitas, el amor es el alma de la familia. Hay que eliminar aspectos negativos como la esclavitud a la campana o el paternalismo; el amor familiar sigue siendo la cualidad de una existencia buena y feliz. El amor familiar que el padre Benoît logró en el monasterio tiene un carácter especial: todos son hermanos y sólo hay una categoría de monjes, sin distinción entre monjes del coro y conversos. Es un camino nuevo y un gran avance, mucho antes del Concilio Vaticano II. También fue la razón por la que la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia rechazara la solicitud de incorporación de Phưởc Sơn. La belleza del amor familiar debía ser salvaguardada y vivirse de modo concreto hoy en el seno de la Congregación y de cada comunidad. Gracias a esto, nosotros, superiores y formadores, podemos acompañar a nuestros hermanos y hermanas.
E. Alma apostólica
La vida monástica debe estar animada por el alma apostólica. En el caso del padre Benoît y de su fundación,se expresaba claramente esta alma apostólica. Estaba decidido a que el monasterio y toda la vida del monje fuera una contribución eficaz, real y discreta para la evangelización de la Iglesia. Escribió solemnemente en las Constituciones redactadas por él, que el segundo objetivo del monasterio era la conversión de aquellos que no conocían a Cristo, mediante la oración y los sacrificios. Las actividades cotidianas con las devociones se orientan hacia este objetivo.
3. ACTIVIDADES PRINCIPALES
Después de haber conocido a personas concretas para aprender de ellos sus necesidades más profundas, el padre Benoît se dedicó a fundar un monasterio. le tomó mucho trabajo lograr esta fundación. Tuvo que esperar nueve años para poder probar su vocación monástica y la mayoría de los misioneros y clérigos vietnamitas hicieron poco por ayudarlo, porque veían esta fundación como un lujo en una tierra de misión. Pero el padre Benoît había comprendido la importancia del camino elegido y estaba convencido de ello. Cuando se le unían discípulos, los acompañaba con todo su ardor. La comunidad apenas naciente crecía día a día. Para acompañar a su comunidad, recurrió a cuatro formas:
A. Presencia gozosa
El padre Benoît era un asceta. El aspecto ascético fue muy nítido en su vida, todo el tiempo que estuvo en Vietnam y sobre todo en el monasterio de Phưởc Sơn. Esto se hizo evidente en la geografía del paisaje, duro y árido, con un clima inclemente, una alimentación restringida, y edificios rudimentarios. Pero este lugar, monasterio Notre Dame de Annam, fue un espacio más atractivo que otros ¿Por qué?
En su instrucción espiritual, el padre Benoît describió de manera sencilla “la bienaventuranza” del monje. Para vivir con el Señor, sé su compañero, conversa con él, háblale como a un padre. En sus cartas, el fundador escribió una y otra vez que amaba este lugar aislado, su monasterio y su comunidad. Por este amor permaneció presente para los hermanos en todo momento. Si por sus responsabilidades tenía que ausentarse, sentía tristeza por dejar la comunidad y trataba de regresar lo antes posible al monasterio. Cuando estaba presente entre los hermanos, lo hacía con toda su alegría, una alegría profunda y real de un alma alimentada por la contemplación. Todos los hermanos que vivieron con él dieron testimonio de esto. Era serio pero al mismo tiempo alegre y feliz. Ésta es, sin duda, la forma más eficaz de acompañar a los hermanos. Estar presente en la alegría ¿Por qué la alegría? porque la felicidad de vivir en medio de los hermanos está siempre presente, a pesar de todos los problemas. Es la presencia gozosa de una vida impregnada del Evangelio. Cuando queremos estar presentes en un lugar, es porque le tenemos gran estima, lo valoramos. En mi opinión, debemos reflexionar sobre esto si queremos acompañar a nuestros hermanos y hermanas.
B. La instrucción que alimenta
Para acompañar a su comunidad, el padre Benoît dedicó mucho tiempo y esfuerzo para poder nutrir a los hermanos con su enseñanza espiritual. Esta es una de las tareas más exigentes que san Benito impone al abad. El padre Benoît daba dos veces a la semana instrucción espiritual para guiar a la comunidad, enriquecerla con conocimiento, experiencia espiritual y monástica, que los hermanos tomaban muy en serio. Estas instrucciones que el padre Benoît dio a su comunidad no eran sistemáticas; simplemente trataban de responder a las necesidades concretas en las distintas situaciones.
Me gustaría mencionar aquí lo concerniente a la cultura y a la atmósfera. El padre Benoît era muy sensible al ambiente; era refinado en su lenguaje y en sus actos. Conocía a la persona con quién dialogaba. Utilizaba un lenguaje adecuado para sus interlocutores, sus hermanos, para ayudarles a avanzar en el itinerario espiritual. Esto plantea el tema del discernimiento. Es cierto que el padre Benoît había leído mucho a los Padres cistercienses, porque el superior del monasterio Notre Dame du Phare en Hakodate, Japón, le había proporcionado libros espirituales. Como sabemos, los Padres cistercienses utilizaron el lenguaje del amor, el lenguaje de la cultura europea, para expresar el amor entre el Esposo y la Esposa, Cristo y el alma. Para los vietnamitas que vivían en otra cultura, el empleo de estas imágenes fueron un shock. Por eso, el padre Benoît supo, de manera creativa, expresar la relación amorosa del alma con Cristo con imágenes cercanas a la vida cotidiana. Esto respondía más al interés de los interlocutores. Pudo comprender los elementos esenciales de la cultura vietnamita, el entorno y el nivel de comprensión de sus oyentes. En efecto, para interesar a los demás es necesario saber cómo construir el edificio espiritual. No sólo simplemente transfirió el patrimonio de la Iglesia y de la Orden, al terreno vietnamita, sino que lo trasladó. Esto es un desafío para nosotros. Para lograrlo, sin duda tenemos que invertir considerable esfuerzo y reflexión, así como muchas ideas e iniciativas.
C. Ejemplo de vida
Otro modo de acompañar eficazmente a hermanos y hermanas, es también el servicio, no sólo en el ministerio de superior o de formador, sino también en lo que se refiere a los deberes monásticos, es decir, la fidelidad a la vocación y a las actividades del monasterio. El padre Benoît hablaba a menudo de la observancia de la Regla, asumida con amor y sinceridad. No se trataba de legalismo, sino de la fidelidad misma a la vida monástica. Observando la Regla, pudo comprender a los hermanos y sus problemas para así poder acompañarlos.
Otro servicio que realizó durante quince años en el monasterio fue la limpieza de los retretes. Este fue un gran ejemplo para toda la comunidad. Podemos imaginar que los baños en ese momento eran rudimentarios y sin mucha higiene. ¿Qué había llevado al padre a elegir este tipo de servicio? Para nosotros, los vietnamitas, cuando recibimos cualquier título o alcanzamos una posición más alta, nos sentimos superiores a los demás y renunciamos a cualquier servicio que consideramos indignos de ese rango. Actuando de esta manera, estamos huyendo de nuestra tarea de acompañamiento. No habrá más comprensión ni compasión, porque nos pondremos por encima de nuestros hermanos y de nuestro compromiso. Nuestra estimación será inadecuada y sesgada. El padre Benoît acompañó a los hermanos y a la comunidad en todo lo que era humilde y sencillo. El ejemplo es mejor que todas las instrucciones teóricas.
D. Confianza en la paz de la oración
Algo más que podemos aprender del padre Benoit es su confianza inquebrantable en Dios cuando no podía lograr algo para la comunidad. En el acompañamiento de la comunidad, lo que más sentía era que los hermanos cayeran en la tristeza. En sus cartas vuelve a este punto más de una vez. Al mismo tiempo, se dio cuenta de que esta tristeza era un epifenómeno. Quería que los hermanos vivieran en la alegría, que creciera día a día, y que la vida monástica, con sus exigencias, no dejara lugar a alegrías efímeras y una vida fácil. Insistía en que el monje matara cada día al hombre viejo y que los hermanos se ayudaran mutuamente a hacerlo. Orientaba a la comunidad hacia las bienaventuranzas del Señor, no hacia las pasiones de la carne.
Al acompañar a la comunidad, descubría en los hermanos aspectos negativos, pero no los condenaba cruelmente. Los hacía ver con franqueza y amor. Esperaba su buena voluntad y les daba tiempo para una verdadera conversión. ¿Por qué hacía esto? porque confiaba en la paz de sus hermanos, en la comunidad y en la misericordia de Dios. En sus instrucciones espirituales hablaba a menudo de la humildad y de la paz. Mantuvo sus ojos fijos en el Señor y su obra, más que en sus propias actividades y sus logros. Una y otra vez daba testimonio que si la fundación veía la luz, sería por la gracia de Dios y que si conocía el fracaso, sería por él. Estaba consciente de su responsabilidad. En la cultura vietnamita en la que se muestra lo que es bueno y se esconde lo que no lo es, la reacción del padre Benoît se convierte para nosotros en un desafío: para convertirnos es necesario ver la verdad cara a cara y volver a empezar.
4. MÁS ALLÁ DEL ACOMPAÑAMIENTO
El acompañamiento es obra del Espíritu Santo. Es Él quien inspira tanto al acompañante como al acompañado. No me detendré en este tema que, de una manera u otra, ha sido tratado anteriormente. El acompañamiento juega un papel importante y muy útil, pero, en cierto momento dado, el acompañante debe ceder el lugar, callarse, para que el Espíritu Santo tome la palabra y guíe al acompañado y a la comunidad. ¿Cómo sucedió con el padre Benoît?
A. Retirarse en paz
Mientras vivía con la recién fundada comunidad, el padre Benoît se encargaba de todo. Acompañaba a la comunidad en todas sus actividades y en el plano espiritual. Sabía quién estaba triste o alegre, conocía a fondo sus corazones. En una carta escrita el 15 de julio de 1934 al abad de Notre-Dame de la Grâce, el padre Willibrord citó las palabras del padre Anselme:
“Nuestro Padre difunto se daba cuenta muy bien, porque esto es precisamente un punto que nuestro padre había dispuesto, y nuestro padre, era ya saben, ¡una luz! Oh, ¡qué santo hombre de Dios era nuestro padre! ¡y cómo nos comprendía inmediatamente!”.
Y en la misma carta, el padre Willibrord escribe:
“El buen Padre no podría haberlo dicho mejor... Ellos son annamites, soy un extranjero, un hombre incluso de otra raza. Luego su Padre, su venerado fundador hizo esto; y qué soy yo a su lado: un pequeño novicio venido de un país donde los hombres se comen unos a otros. Su padre ha vivido tantos años entre ellos, los comprendía, veía hasta el fondo de su corazón, y yo ni siquiera conozco su lengua...”
Al mismo tiempo, el padre Benoît se dio cuenta de que en algún momento tendría que ceder el puesto a otro superior. En el fondo quería que los hermanos vietnamitas fueran dirigidos por hermanos vietnamitas. En las cartas escritas al superior de la abadía de La-Pierre- Qui-Vire, en respuesta a una solicitud de información para una futura fundación benedictina en Vietnam, el padre Benoît sugirió que no sería necesario enviar un gran número de monjes extranjeros, sólo dos o tres como mucho. Estos hermanos debían ser piadosos y fervientes. Afirmando que en el monasterio de Phěljánc Sąn no había más de dos extranjeros. En efecto, es importante dejar que los hermanos vivan y se acompañen mutuamente en una misma cultura, para seguir a Cristo en el corazón de la vocación monástica.
En su testamento final, el padre Benoît habló de su partida en paz. ¿Significa esto que el acompañante deberá retirarse, ceder el lugar a los demás, en particular al Espíritu Santo y a su obra?
B. Los hermanos se acompañan mutuamente
He aquí un proyecto de acompañamiento: los hermanos caminan juntos. Cuando el padre Benoît fundó el primer monasterio para los vietnamitas, quería que la comunidad estuviera en primer lugar. En sus instrucciones espirituales insiste mucho en caminar juntos. El acompañamiento espiritual se logra y da fruto en comunidad, tiene siempre una dimensión comunitaria. Tanto los jóvenes que llaman a la puerta del monasterio como los mayores que han vivido mucho tiempo en la vocación monástica, comparten un mismo modo de vida, las mismas actividades, y los mismos sentimientos... Todo esto se convierte en la base de un buen acompañamiento.
Cuando el padre Benoit decidió retirarse, insistió en la madurez de una comunidad, cuyos miembros se alimentaban de una misma cultura con sensibilidades comunes. Consciente de esto, se separó en paz. Más aún, había descubierto una luz capaz de iluminar el camino a cada miembro de la comunidad.
C. La voluntad de Dios: una luz
Toda la vida del padre Benoît estuvo dirigida hacia la aceptación de la voluntad de Dios. Su nombre “Thuận” expresa esta idea. La voluntad de Dios sigue siendo la luz más grande por la que los hermanos avanzan juntos sin perder el camino para florecer en la vocación monástica. En el acompañamiento, tanto el acompañante como el acompañado deben buscar la voluntad de Dios, sin la intrusión de la voluntad humana. Todos los miembros de la comunidad deben preocuparse por encontrar un proceso que les permita acoger la voluntad de Dios y ponerla en práctica. Este es uno de los objetivos principales del seguimiento de Cristo. Es también un proceso de discernimiento en las situaciones concretas. Esto se hará más fácilmente si los miembros de la comunidad comparten una misma sensibilidad, guiados por una misma cultura. Sin embargo, el acompañamiento, con una dimensión comunitaria, debe ejercerse en un ambiente vital, espiritual, no sólo en un espacio geográfico.
D. En el entorno vital de la Regla
El medio vital propuesto por el padre Benoît sitúa en primer plano la regla de vida, la Regla de San Benito, con las constituciones y costumbres de la comunidad. Lo repite una y otra vez: para llegar a ser santo hay que observar la Regla. Lo repetirá solemnemente en su testamento final. Esta regla de vida debe encarnarse en la cultura específica, y quienes viven en ella deben vivirla con sus propias sensibilidades, les corresponde comprenderla y ponerla en práctica en una existencia concreta.
CONCLUSIÓN
La fundación del monasterio de Nuestra Señora de An-nam (Phưởc Sơn)
Para concluir mi presentación, me gustaría volver a la fundación monástica por la que nuestro fundador se desvivió.
Hemos abordado varias veces el tema de la adaptación como una de las peculiaridades de esta fundación. En la época en que los modelos europeos tenían el monopolio en todos los ámbitos, incluso en la vida monástica, el padre Benoît eligió un monacato arraigado en la cultura, la civilización y la mentalidad locales. Se trataba de la encarnación de los valores en la tradición monástica de la Iglesia y de una encarnación de la tradición monástica en las prácticas locales, una especie de entrelazamiento de valores. Ahora bien, esta encarnación es el fruto de años durante los cuales el padre Benoît ejerció su ministerio en el corazón mismo de la población vietnamita. Además, dado que no había recibido formación monástica, su fundación tiene claramente el carácter vietnamita, no sólo en sus prácticas, sino también en su manera de pensar y de traducir experiencias espirituales y místicas.
Sin embargo, esta encarnación no es la única dimensión que animaba al padre Benoît cuando fundó el primer monasterio cisterciense en Vietnam. Tenemos en mente la espiritualidad. La vida monástica debe ser entendida desde el punto de vista de la espiritualidad, es decir, que el monacato es un camino para vivir el Evangelio. Luego de quince años de actividad misionera, el padre Benoît abrió un camino a través del cual los cristianos vietnamitas podrían vivir su religión en profundidad. Esta espiritualidad no se caracteriza por fenómenos extraordinarios como el éxtasis, que están reservados para ciertos iniciados, pero se ofrece a todos, incluso a los pobres pequeños nhà quê, una clase a la que el padre Benoit prestó especial atención. Traduce, en el lenguaje del Vaticano II, una santidad ofrecida a todos, porque todos los cristianos están llamados a la santidad.
Más amplia aún, la espiritualidad es uno de los factores más importantes en el esfuerzo por implantar la Iglesia en Vietnam en la época del padre Benoît y también hoy. En efecto, desde hace tiempo los vietnamitas no cristianos ven a la Iglesia como una sociedad bien organizada a nivel internacional y nacional, como una organización caritativa y educativa. Es decir, las obras son consideradas como las actividades esenciales de la Iglesia. Inspirándose en la dimensión mística de la vida cristiana a través de la vida de los monjes, el padre Benoît quiso aportar lo esencial sobre lo que se puede construir la Iglesia en Vietnam. La espiritualidad, lejos de ser un asunto individual, tiene una dimensión eclesial. Gracias a la espiritualidad monástica, una forma de vivir el Evangelio, la fundación cisterciense de Phġc Sąn, de manera discreta pero eficaz, puede contribuir a la vida de los cristianos vietnamitas. Creemos que esta era una de las perspectiva que nuestro fundador tenía en mente.
Hemos hablado de dos maneras de construir la Iglesia en Vietnam: encarnación y espiritualidad. Las dos están vinculadas y son interdependientes. El diálogo abre el camino a esta doble tarea: el diálogo entre culturas y religiones.
En la época del padre Benoît, el término “inculturación” no se utilizaba aún. Se utilizaba la palabra “adaptación”. Se trataba de un esfuerzo para encarnar la vida y el mensaje cristiano en la cultura específica. Por lo que se refiere a la “adaptación” realizada por el padre Benoît en su fundación monástica, la tarea no se limitó a las expresiones exteriores, como la ropa o la comida, como pensaban la mayoría de sus contemporáneos, sino que toca el corazón mismo de la mentalidad de la población vietnamita. Es decir, entró en el estrato más profundo de la constitución personal de este pueblo: el mundo de la religión.
La religión no está disociada de la cultura. En otras palabras, ninguna cultura es neutra, lleva en sí una cierta dimensión religiosa. Aunque en la época del padre Benoît, el diálogo interreligioso no estaba aún en el orden del día, hubo cierta iniciativa en este campo a través del diálogo con la cultura. Las investigaciones del padre Leopoldo Cadière, de las Misiones Extranjeras de París sobre los sentimientos religiosos, formaron parte de su tarea misionera y los resultados de su investigación ayudaron mucho a los misioneros en su trabajo apostólico. El padre Benoît estaba lejos de ser un erudito en este campo, pero su comprensión de la cultura y de la mentalidad vietnamitas le permitió desarrollar cierto diálogo. La fundación monástica cristiana en Vietnam puede considerarse como un primer paso hacia un diálogo más profundo y más amplio.
Todo esto permite vislumbrar que el padre Benoît, de alguna manera, sembró las primeras semillas en el suelo de Vietnam, para que nosotros, sus herederos, atesoremos fielmente su espíritu y al mismo tiempo tengamos la audacia de inventar nuevas iniciativas para nuestra época y para nuestros contemporáneos.