Congreso de oblatos benedictinos

Roma, noviembre 2017

 

OblatslogoCécile-Mariam (Francia), Oblata de la abadía de d’Abu Gosh (Israël)

“Siempre digo a los monjes que conozco en mis viajes: “Sus oblatos son sus mejores amigos, los más dignos de confianza y los que tienen el mayor impacto en su vida monástica”. Con estas palabras, el Abad Primado Gregory Polan, inauguró el Congreso Mundial de Oblatos benedictinos, celebrado en Roma, del 4 al 11 de noviembre de 2017. Y continuó, en una valorada conferencia inaugural, afirmando que la clave en la relación entre un oblato y su monasterio es “dar y recibir algo importante, sagrado, íntimo y vivo”.

Importante, sagrado, íntimo y vivo son adjetivos muy apropiados para describir lo que pudimos vivir, compartir, intercambiar y descubrir durante este Congreso, que reunió a doscientos oblatos benedictinos de treinta y seis países de todo el mundo. Estaban representados todos los continentes, con predominio de oblatos angloparlantes provenientes de toda la Commonwealth. África estuvo también representada, así como Filipinas, Vietnam y Corea. Vinieron algunos oblatos “aislados” de países tradicionalmente “desprovistos” en monasterios benedictinos y oblatos: China, India, Suecia, Malta, Israel.

Las vidas de los oblatos en todo el mundo son únicas y muy diferentes. Al compartir nuestras vidas como oblatos, descubrimos que dependen mucho del área geográfica y de la cultura en que vivimos, porque aplicamos el espíritu de san Benito en una vida secular. Pudimos maravillarnos unos a otros, ante los logros de cada país, cada cultura, que no dependen de un modelo. La encarnación de la vida benedictina en el mundo es verdaderamente algo “carismática”, en el sentido que esta encarnación requiere una cuidadosa escucha tanto del espíritu propio de nuestros monasterios, del entorno en el que vivimos diariamente y el Espíritu Santo que nos llama y nos guía a cada uno personalmente.

Llamaron nuestra atención la calidad de las conferencias. Aparte de la notable intervención de la hermana Joan Chittister, de Pennsylvania, escuché con gran interés la de un oblato holandés relacionado con las interrogantes que se plantean con urgencia para muchos monasterios y oblatos en Europa y probablemente para Occidente: el vínculo de hermandad entre oblato y monasterio, la dificultad de vivir una auténtica fraternidad entre monjes y oblatos, el cierre de los monasterios y el futuro de los oblatos.

¿Cómo no mencionar nuestra acogida en San Anselmo? El ex abad primado Notker Wolf, que profesa un especial afecto por los oblatos, ya que él mismo inició estos Congresos mundiales, nos recibió allí. En Vísperas nos encontramos los monjes de San Anselmo y los Oblatos de todas partes cantando juntos el Oficio. En tales circunstancias, pude valorar la innegable ventaja del canto gregoriano, que, además de evitar que el inglés dominara incluso en la liturgia ¡fue un idioma extranjero para todos! Al final de las Vísperas, fuimos recibidos en el claustro y el refectorio para la cena de estilo picnic. Nuestros hermanos monjes de San Anselmo nos dieron sus lugares en la mesa, asegurándose que no nos faltara nada, ocupándose del servicio y poniéndose a disposición en las informales reuniones fraternales. Éramos doscientos, ¡literalmente invadimos esta casa tan hermosa y llena de alma! La acogida que nos reservaron nos conmovió enormemente, porque no había pensado que un lugar tan privilegiado y noble irradiara tanta sencillez, caridad y fraternidad. De repente me di cuenta que, a través de estos hermanos, fue el Señor en persona quien me acogió en su casa, en esta casa de San Anselmo, que también es un poco nuestra.

En pocas palabras es un eco de este congreso. Al compartirlo con ustedes, espero contribuir a “dar y recibir algo importante, sagrado, íntimo y vivo”.

 

Martine Loisel, Oblata de Martigné Briand

OblatsgroupePartí al IV Congreso Mundial de Oblatos en Roma con la cabeza llena de interrogantes. ¿Cuál sería mi lugar? ¿qué me aportaría? Desde el momento de mi llegada todo esto desapareció. A pesar de la barrera del idioma, que sentí muy rápido, me sentí envuelta en una corriente de amor verdadero entre hermanos en san Benito, que no conocía fronteras. Con toda sencillez quisiera compartir algunos momentos muy profundos de este Congreso.

Primero, limitada en mis intercambios porque no dominaba adecuadamente el idioma internacional, “viajé” por todo el mundo al observar cuidadosamente los afiches preparados por los monasterios para darse a conocer. Y como una niña que no sabe leer, fui guiada por las imágenes. Desde humildes capillas a majestuosas bóvedas románicas o góticas, era la misma Presencia. Bajo el sol o en la bruma, en los campos de piña o en los huertos de manzanos, estaban felices de encontrarse en sus monasterios. Desde Asia a África, desde América a Oceanía pasando por Europa, en todas partes la medalla de san Benito como hilo conductor, de un extremo al otro del mundo. Al final del recorrido, concluí: “Finalmente, estoy en casa en todas partes”. Para Cristo, no hay continente y san Benito abolió todas las fronteras.

Cada Oficio fue para mí un momento inolvidable, los salmos leídos primero en un idioma, luego en otro. El mundo entero estaba allí, no podía quedarme “al borde del camino”. Basta con dar un paso adelante para encontrarte en una irresistible corriente de amor, siguiendo a Cristo con san Benito, que nos llevará a todos juntos a la Ciudad Celestial. Y la emoción llegó a su apogeo, cuando al final del día, el “Salve Regina”, cantado a una sola voz, se elevó pacíficamente en la dulzura de la noche. ¡ahí estuve al borde de las lágrimas!

Cuando encuentras un tesoro, es una pena guardarlo para ti. Se perdería. Entonces, para concluir mis reflexiones, les daré “una perla fina” que quedó en mi corazón, en este Congreso:

“Un monasterio es un pozo.
El oblato viene a sacar agua.
Para calmar tu sed
Y llevarlo al mundo.
Allí, él asperja la tierra.
Luego regresa al monasterio.
llevando los frutos”. (Delphine, de Burkina Faso)

¡Gracias Delphine! ¡que bien has entendido todo y lo has resumido tan bien!

Había llegado, con la cabeza llena de preguntas. Me fui con el alma en paz, el corazón conmovido, la cabeza impregnada del gregoriano y con un deseo: volver. A partir de ahora, mi oblación tiene una nueva dimensión. Las paredes de mi pequeño monasterio han retrocedido hasta los confines del mundo.