Hermano Guido Dotti
Monje de Bose (Italia)

Abuna Matta El-Maskine

 

El itinerario de aquel al que se llamó “padre del desierto de los tiempos modernos” comenzó hace unos setenta años, en El Cairo, cuando un joven de menos de treinta años vendió su coche y su casa, renunció a las dos florecientes farmacias de las que era propietario, distribuyó el producto a los pobres, y se retiró al monasterio más pobre y apartado de Egipto: “Deir Amba samuil”, habitado por algunos monjes ancianos y enfermos. Al momento en que se pierden las huellas de quien, para el estado civil era Yussef Iskandar, nacido en 1919, uno de los promotores de un movimiento de académicos coptos decididos a renovar la vida de la Iglesia con espíritu evangélico, se abre el camino de un joven monje que toma el nombre de Matta El-Maskine, Mateo el Pobre. Camino de una vida oculta que encontró precisamente en un progresivo despojo, la fuerza para devolver a la vida monástica copta y a toda la Iglesia su carácter evangélico.

Retirado, después de sus años de prueba, en la total soledad de una ermita en el desierto en los alrededores de El Fayoum, Matta El-Maskine dividió sus días entre el trabajo manual, la oración silenciosa y la lectura amorosa de la Escritura, como discípulo fiel de los “Padres del desierto”. Y como ellos, Matta El-Maskine se encontró con algunos jóvenes monjes que le pidieron que fuera su padre espiritual. Siguiendo un ritmo de vida que recuerda al del desierto del siglo IV, este pequeño grupo de monjes vivió la misma profunda experiencia del amor de Dios y de los hermanos: la existencia sencilla de hombres fascinados por el Señor: “Luz del día y estrella de la paz”, que, fundidos en el crisol del amor de Dios, se volvieron uno en Cristo según el espíritu del Evangelio.

StMacaire4La pequeña comunidad abandonó Wadi el Rayan en 1969, por invitación del Patriarca Cirilo VI, que los exhortó a trasladarse al monasterio de San Macario, en el desierto de Scete, para darle nuevo vigor. En esa época estaba ocupado por seis monjes, de edad avanzada y de salud tambaleante; los edificios amenazados con la ruina o con ser enterrados por las tormentas de arena. El nuevo grupo fue acogido como una bendición y pudo así encontrar el clima ideal para la renovación deseada: en pocos años el monasterio fue reconstruido primero y luego ampliado, hasta su floración actual, en sentido propio y en sentido figurado.

Más de un centenar de monjes han arrancado de la aridez del desierto hectáreas y hectáreas de tierra en las que con la ayuda de quinientos trabajadores, cultivan frutas y hortalizas, mientras que los habitantes de los alrededores se benefician del dispensario gratuito administrado por los monjes. Además, en medio de la diáspora de emigrantes por todo Egipto, los comentarios bíblicos y espirituales de Matta el-Maskine nutren a miles de fieles.

Nunca conocí a Matta el-Maskine personalmente, pero puedo decir que lo he conocido, desde que entré en la vida monástica en Bose hace cuarenta y cinco años. Lo conocí porque leí algunos de sus escritos en 1972. Siendo un nuevo novicio en Bose, el Prior Enzo Bianchi me dio entre otros textos un artículo de Abuna Matta titulado “Ecumenismo o coalición”, diciéndome: “Este es el ecumenismo que tratamos de vivir en Bose, y el monacato del desierto egipcio en el que nos inspiramos”. En octubre de 1985 tuve la gracia de poder pasar unos días en Deir Abu Makar con otro hermano de la comunidad. No pudimos conocer a Abuna Matta, convencido en su humildad de que “sólo el encuentro con el Señor es fundamental para cada cristiano y cada monje”. Pero pude experimentar lo que me habían enseñado: “Si quieres conocer el verdadero rostro de un monasterio, pasa allí algunos días cuando el abad está ausente”. A través de la vida de los monjes, y en particular de los encargados de acogernos percibí el espíritu que había revitalizado el monasterio de San Macario. Sobre todo, fue a través de encuentros fraternos con Abuna Wadid, un hombre acogedor y pacífico, los que me permitieron llegar al corazón de la intuición espiritual de Matta El-Maskine. Desde ese primer encuentro, precedido por una visita de mi Prior, el Hermano Enzo, otros hermanos y yo hemos regresado varias veces a Deir Abu Makar, para encontrarnos con testigos de una vida monástica que nos devuelve a lo esencial de nuestra vocación, para beber en las fuentes del monacato cristiano y tratar de leer junto a otros hermanos en la fe “lo que el Espíritu Santo dice a las Iglesias”.

StMacairecellulesPor último, siento la necesidad de añadir algo que confié al actual padre del monasterio, el querido Anba Epiphanius. Cuando voy a Deir Abu Makar, me siento particularmente atraído por las reliquias de Jean Colobos, el padre del desierto más querido para mí, y allí, en la iglesia de AnbaIscherion, me siento transportado al siglo IV, en medio de estos Abbas que han hecho de sus vidas una página del Evangelio. Tuve una experiencia similar en 2007, cuando conduje a un grupo de treinta y siete monjes y monjas católicos de África francófona occidental en una peregrinación a los monasterios coptos. Tuvimos la gracia de escuchar una meditación de Abuna Wadid sobre Macario Magno. Escuchando, mientras hablaba del discernimiento de san Macario Magno y de su misericordia, no sabría decir si hablaba del célebre padre del desierto o de Abuna Matta: mi corazón no hacía ninguna diferencia, como al propio Abuna Wadid.

Ferviente partidario de la unidad de los cristianos basada no en el sentimentalismo o en el oportunismo, sino más bien en la fuerza de la debilidad, Matta El-Maskine nunca se cansó de buscar los caminos de la paz y de la comunión que encuentran su fuente en la sumisión compartida a la voluntad de Dios. Durante los últimos meses de su existencia, solía repetir a los hermanos que le asistían:

“Mi vida, mi pensamiento, mi amor no son más que la Palabra: el resto ya no me interesa”.

Ahora descansa donde siempre quiso estar su corazón: en la paz de Dios. El camino humano y cristiano de este hombre, que terminó en paz a más de ochenta años, fue y sigue siendo la prueba de que el monacato de los Padres del desierto sigue vivo y fecundo para la Iglesia y para el mundo.