Ananías 2015
Hermana Daniela D. Romero, osb
Priorato de Manila (Filipinas)
Como participante del curso “Ananías 2015”, sólo puedo estar maravillada que la gracia de Dios me haya dado la oportunidad de compartir estos tres meses de formación monástica para benedictinos y cistercienses que tienen cargos de responsabilidad. Fue un programa completo, no sólo una formación orientada a la adquisición de conocimiento y métodos en el cual cada participante pudiera traspasar a su comunidad, sino también un curso orientado a la formación y el enriquecimiento personal de cada uno, al vivir la misma experiencia con los demás durante este tiempo de familiaridad. Me ofreció la oportunidad de profundizar en la vida monástica y crecer en el deseo de vivirla mejor.
La composición del grupo fue, en sí misma, un intercambio inapreciable de regalos: ocho monjes y dieciséis monjas de Francia, Bélgica, Vietnam, República Democrática del Congo, Chad, Burkina Faso, Haití, Madagascar, Filipinas, Togo, Costa Marfil, Senegal y Benín. Cada uno tenía algo con que contribuir: su propia experiencia de vida monástica, su cultura y su personalidad. Esta diversidad aportó belleza y abrió para cada uno un camino de crecimiento y de gran riqueza en su vida comunitaria.
¿Por qué “Ananías”?
La Madre Loyse Morard (Ermeton, Bélgica), miembro de la agrupación Ananías, que nos acompañó los tres meses, abrió el programa con una reflexión sobre el nombre de éste: ¿Por qué el nombre de Ananías? Ananías, al igual que el nombre Juan, significa “la gracias de Dios”. En los Hechos de los Apóstoles, aparecen dos personas con ese nombre, una mala y la otra buena. El primero, el opuesto al modelo de un discípulo, el esposo de Safira, ocultó a la comunidad que había escondido para él y su mujer, parte del producto de la venta de sus bienes (Hch. 5, 1-10) La mentira y la hipocresía son incompatibles con la vida del verdadero discípulo.
El otro Ananías, es el ícono del formador. Es un judío de Damasco, piadosos y fiel, que ayuda a Pablo a recuperar la vista después de su encuentro con Cristo resucitado. Él inició a Pablo en la vida de Cristo (Hch 9.10-19; 22.12-16). Debemos evitar al primero y dejar que el segundo nos acompañe.
El Programa
El programa estuvo dividido en cuatro partes, cada una correspondió a un tema general, en el cual se basaron las diferentes sesiones:
- Celebración y Oración.
- Transmisión de la Tradición.
- Integración de la Tradición.
- Vida comunitaria.
Tuvimos la feliz experiencia de vivir en cuatro monasterios diferentes, por tres semanas en cada uno. Lo que nos permitió tener una experiencia en variados aspectos de la vida monástica benedictina.
La Palabra celebrada y rezada (3-24 septiembre)
La primera parte del programa tuvo lugar en el hermoso y apacible monasterio de Santa María de la Pierre-Qui-Vire, ubicado entre París y Lyon. El abad de la comunidad, el padre Luc Cornau, y tres de sus hermanos guiaron las sesiones cuyo propósito fue profundizar sobre la función que cumple la Palabra en nuestra vida monástica. El padre Luc compartió con nosotros su convicción de que la vida monástica es una vida bajo la Palabra de Dios y que nuestro gozo más profundo es aprender a vivir bajo esta Palabra. Para poder escuchar a Dios, que siembra cada día su Palabra en nosotros, debemos abrirnos a lo que la Escritura nos entrega personalmente en la Liturgia de la Horas y la Lectio. En este sentido, el hermano Patrick Prétot condujo una sesión basada en la Liturgia, el padre Matthieu Collin habló en particular de los salmos y la señora Anne-Marie Pelletier intervino sobre “entrar en la Escritura”.
Se recalcó que la Sagrada Escritura es una pedagogía de Dios para visitar el corazón humano, para guiarlo a entrar al pensamiento de la Escritura, de agradecimiento y de tener un conocimiento real de Dios. Es la experiencia del pueblo de Israel. Es la misma invitación de Dios para cada uno cada vez que abrimos la Escritura: descubrir quiénes somos y hacer posible ponernos bajo la mirada de Dios.
Vivir según la Palabra de Dios, es entrar en el movimiento que suscitó la Palabra en nuestros padres monásticos. El hermano Jean-Louis Verstrepen nos ayudó a entrar en la historia del monacato, a mirar una vez más las etapas vitales en el desarrollo de la vida monástica, sus errores y aciertos. Somos los herederos de una gran historia, un modo de vida, de palabras de sabiduría y de prácticas fruto de la apertura de los padres monásticos a la Palabra y la obra del Espíritu en sus vidas. Fue un “bonus” extra el tener una velada con el padre Denis Huerre, el anciano ex abad de la comunidad. Nos conmovió el modo en que respondió cada una de nuestras preguntas desde su larga experiencia de una vida fielmente vivida bajo la Palabra de Dios. Murió a los 100 años el 8 de marzo de 2016.
El pastor Pierre-Yves Brandt, profesor de sicología de la religión en la universidad de Lausana, Suiza, tuvo la tarea de ayudarnos a revisar nuestra experiencia desde el punto de vista de la transmisión. ¿Cómo transmitimos lo que hemos recibido? ¿Cómo podemos usar esto para darle sentido a nuestras vivencias? Es importante tener referencias seguras y confiables como el Evangelio, la Regla de San Benito y nuestras Constituciones. Estudiando casos particulares y presentando situaciones reales, nos guió en una dinámica de relectura de nuestras experiencias.
Transmisión de la Tradición (25 septiembre al 15 octubre)
La comunidad de hermanas de Nuestra Señora de Ermeton-sur-Biert en Bélgica, nos recibió cálidamente en su casa para la segunda parte del programa. El monasterio está a 30 minutos caminando de la Abadía de Maredsous, donde el bienaventurado Columba Marmion vivió su vida monástica y donde se conservan sus restos. En la segunda parte del programa, fue el padre Armand Veilleux, Abad de Scourmont en Bélgica, quien comenzó la serie de temas introduciendo el gran tema: “Transmisión de la Tradición”. Subrayó que la comunidad es el primer agente de transmisión; el verdadero maestro de este traspaso es la vida vivida en la comunidad, que acoge al candidato.
Continuamos con una conferencia sobre la Regla de San Benito dictada por la Madre Hannah van Quakebeke, priora del monasterio de Béthanie en Bélgica. Ella nos dio la oportunidad de redescubrir la Regla y así responder a su llamado de conversión dinámica como un camino de vida. Sin embargo, bajo este punto de vista, la Regla no es un producto terminado de laboratorio, sino el resultado de experiencias de vida, del proceso de conversión de un corazón endurecido a un corazón dilatado por la práctica de la obediencia en una comunidad de hermanos y hermanas.
Abordando el tema de “Autoridad y Obediencia” el padre Nicolás Dayez, ex abad de Maredsous, nos recordó que toda la Regla de San Benito y la vida monástica deben ser leídas a través del prisma de la obediencia. No es la ejecución automática de una orden, sino la realización libre y responsable de ésta. La obediencia es una relación, algo que ocurre entre el abad y los hermanos, entre los hermanos y, en último término, una relación con Cristo. La meta final de la obediencia es Dios. Por lo tanto el ejercicio de la autoridad debe buscar el crecimiento personal, el regalo de una vida más grande para el otro.
El padre David d’Hamonville, abad de San Benito d’En-Calcat, y la Madre Marie Rose, de la Abadía Trapense de Chambarand, Francia, nos condujeron en un profundo debate sobre el desprendimiento monástico y la economía que deben reflejar los profundos valores de la humildad y la transparencia. Vimos claramente que el desprendimiento monástico y la economía no pueden ser vividas en renuncia, colaboración y manejo racional de los recursos de la comunidad sin un fuerte sentido de obediencia responsable.
La Madre Marie Madeleine Caseau, priora de Sainte Bathilde en Vanves, cerca de París, nos ayudó a comprender mejor el acompañamiento y el consejo espiritual. Como monjes y monjas, este acompañamiento forma parte de nuestra vida monástica. Somos acompañados por la Palabra que el Espíritu nos da a cada uno de modo que podamos recibirla, comprenderla y ponerla en práctica. Somos también acompañados por la comunidad, la Regla y el abad, quien nos guían en el camino del amor y la conversión que nos trae de vuelta al Padre. Describió el acompañamiento espiritual como una verdadera visitación, una herramienta espiritual, un espejo, un valle de lágrimas, un grano de trigo, un quirófano y nuestro Monte Tabor.
Estamos muy agradecidos del padre Henri Delhougne, monje de la Abadía de Clervaux en Luxemburgo, quien expuso sobre “la metodología de los elementos teológicos”. Esto nos ayudará sin duda a tomar notas, obtener bibliografía y realizar trabajos de investigación o artículos.
Integración de la Tradición (16 octubre al 5 noviembre)
La Abadía benedictina de Nuestra Señora de Jouarre, en Seine et Marne, nos acogió para la tercera fase de nuestra formación. El pueblo de Jouarre está ubicado en una meseta de 150 metros de altura, con un valle y campos casi a las puertas de París. La abadía fue fundada en el siglo VI y hoy es monumento histórico de Francia, por sus criptas merovingias. Las conferencias de esta parte estuvieron centradas en la integración de la tradición: debemos ser capaces de transmitirla nosotros mismos. Es un asunto de auto-disciplina, un trabajo interior que implica libertad de espíritu, una capacidad de hablar abierta y honestamente de la propia vida, de nuestros pensamientos e intenciones, las tentaciones que aparecen y nuestra lucha personal. Es esencial que en la tarea de la auto-integración, cada uno de nosotros seamos capaces de hablar de nuestra afectividad e identificar sentimientos, expresar nuestros movimientos internos y hablar de sexualidad y de nuestra relaciones con los otros. En este tema, la señora Florence Assier de Boisredon (sicóloga), el hermano Michael Davide, de la Fraternidad de la Koinonia, de la Visitación en Italia; y la hermana Siong Tjoa, de la comunidad de Grandchamp en Suiza, nos hablaron a una voz sobre la afectividad y el celibato como un llamado a vivir en el Amor Trinitario. El pasaje de Lucas “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (10, 26) y la imagen de la Trinidad, de Roublev constituyeron el lema, donde la contención a la que se nos invita, es a comprender nuestra sexualidad y el amor al que estamos llamados a encarnar en nuestras relaciones con los otros.
Para ayudarnos a entrar más profundamente en nuestra vida interior, el hermano Luc Cornuau nos presentó a Evagrio como “el buscador de Dios y explorador del alma humana”. Los trabajos de Evagrio nos son muy útiles en nuestro camino espiritual. Gracias a las investigaciones arqueológicas de Guillaumont, el hermano Luc nos condujo apasionadamente hacia Egipto, especialmente a Kellia, con gran apoyo visual para poder seguir los pasos de Evagrio, quien trató de comprender su experiencia de Dios como un itinerario posible para la vida espiritual. Este explorador fue testigo de cómo los seres humanos han sido creados para servir a Dios y que hay una gran belleza en nuestra búsqueda interior de Él.
Para esta segunda parte el pastor Pierre-Yves Brandt nos presentó en cuatro sesiones la relectura de situaciones concretas y de los casos presentados por nosotros. El objetivo era ayudarnos a ver diferentes reacciones a situaciones particulares; buscando motivos, escrutando referencias en el Evangelio, la Regla de San Benito y nuestras respectivas constituciones, para encontrar el mejor modo de tratar estas situaciones. Fue un trabajo sobre nosotros mismos que el grupo verdaderamente apreció.
La hermana Elie Ruel, priora de Nuestra Señora de Jouarre, nos ayudó a adentrarnos en un retiro de tres días sobre los Padres del Desierto. Nos guió en la reflexión sobre la fuente de sabiduría que se puede encontrar en los apotegmas que muestran de qué modo los Padres del Desierto contemplaron la Palabra de Dios y la encarnaron en la vida diaria. Una meditación después de cada sesión nos mostró claramente que el modo de progresar en la vida espiritual está compuesto por pocas cosas del día a día, que pueden convertirse en una excelente fuente para el amor de Dios y los hermanos.
El conocimiento de las leyes y principios jurídicos hechos y aplicados por las autoridades jerárquicas de la Iglesia es importante. El padre Hugues Leroy, prior de la Abadía de Santa María de La Source en Paris, nos sedujo por el modo en que analizó la presentación general de Derecho Canónico, con ejemplos concretos, sobre la parte que afecta a la vida consagrada. El día que pasamos con él nos dejó con sed de saber más.
Lo mismo experimentamos con la Madre Loyse en el tema de “Puntos de referencia para la historia bíblica”. Ella nos introdujo a las principales etapas del la historia bíblica. Concluyó diciendo que la Biblia y la Liturgia eran verdaderamente el corazón la una de la otra. Ambas, son la fuente y guía de nuestra oración. La Biblia se refiere a la vida, a la del pueblo de Dios y a la nuestra, vida que está iluminada por la Biblia.
Vida Comunitaria (6 al 26 de noviembre)
La noble Abadía de Nuestra Señora de Timadeuc, en el corazón de Bretaña, fundación de la Abadía de la Trappe en el siglo XIX, nos acogió durante la última etapa de nuestra formación. Los campos, la magnífica vista de ellos y la extraordinaria atmósfera de la abadía, hizo de nosotros una perfecta comunidad durante estos últimos días.
Como había dicho el hermano Luc durante la primera sesión, vivir de acuerdo a la Palabra de Dios consiste en recibirla con, gracias a, y a través de nuestros hermanos y hermanas de comunidad. La Palabra de Dios nos llama y nos reúne para formar un cuerpo vivo. Éste fue el tema principal de la fase final: la vida de comunidad.
Nuestra reflexión sobre la inculturación fue iniciada por la Madre Henriette Kalmogo, del monasterio de Nuestra Señora de Koubri, en Burkina Faso, y el padre Simon-Pierre Arnold, monje del monasterio de Wavremont, quien vive en la misión belga en Perú. El padre Simón recalcó la importancia de la inculturación en la cual todas las culturas son iguales y ninguna domina o es dominada. Para deshacernos del colonialismo cultural es necesaria una cierta descolonización mental.
En la misma sesión, la Madre Henriette, usando los textos de Pentecostés (Hch. 2, 1-11) subrayó el papel del Espíritu Santo como la fuerza que mueve y guía la inculturación. En Cristo, la Palabra de Dios hecha carne, que puso su morada entre nosotros, festejamos nuestras culturas y aceptamos nuestras raíces, dejándolas abiertas a la luz del Espíritu, que nos permite tomar el Evangelio y aplicarlo a la vida.
¿Cuál es la enseñanza de san Basilio sobre la fraternidad y su visión de la vida monástica? La hermana Marie Ricard, de Martigné, nos presentó algunos textos de san Basilio llamados “La Pequeña Ascensión” y “La Gran Ascensión”. Consisten en una serie de preguntas hechas por comunidades cristianas y las respuestas de san Basilio. Si los primeros cristianos eran llamados hermanos y hermanas y Fraternidad era el nombre propio de la Iglesia, una asamblea de los bautizados y el cuerpo de Cristo, son desde entonces una realidad ontológica, una realidad que nos precede. El cuerpo de Cristo permaneció intacto, ya que ninguno de sus huesos fue roto. Tenemos prácticamente un potencial ilimitado, pero nunca romperemos esta hermandad, ya que está en la imagen de Dios. La fraternidad es un regalo y una promesa de Dios.
El tema “Vida Comunitaria” fue abordado por un grupo de cinco oradores. La primera fue la madre Loyse, quien usó el capítulo 4 de la Regla de San Benito como base para su reflexión. Nos mostró la reciprocidad esencial que existe entre la vida comunitaria y la vida espiritual. La calidad de nuestras relaciones en la comunidad depende de nuestra relación personal con Dios.
El segundo orador fue el padre Benoît Briand, Abad de Timadeuc, quien habló de la violencia y sus conflictos. Las preferencias y los celos engendran tensiones y conflictos. El camino de la reconciliación y el perdón libera nuestra alma.
La tercera oradora fue la madre Béatrice Blanloeil, abadesa de Nuestra Señora de Gardes, con el tema “Del temor a la confianza, de la envidia a la alabanza”. Nuestros miedos nos paralizan y molestan a la comunidad. Estamos llamados a la confianza en Cristo, que camina junto a nosotros. La sanación interior de nuestros celos, que sólo puede venir de Cristo, nos hace capaces de cantar una canción de alabanza.
La cuarta oradora fue la madre Céline Guilbot de Martigné, quien profundizó sobre “La unidad a través de la diferencia, ¿son nuestras diferencias una fuente de rivalidad o de unidad?” La unidad en Cristo es fundamental.
El orador final fue el hermano Simon Hoa Ly Seng, prior de Landevennec, quien compartió su experiencia multicultural. Explicó que tener una buena opinión de uno mismo es una herramienta que hay que mejorar en nuestras relaciones fraternales. ¡Fue un módulo muy valioso!
La teología monástica fue el centro de otro módulo, con cuatro experimentados monjes y religiosos, la madre Loyse, el padre Benoît, el padre Luc, y la madre Marie-Madeleine. Compartir en un grupo grande nuestras convicciones personales en temas esenciales de la vida monástica fue una experiencia emocionante.
1. ¿Qué es para mí, la búsqueda de Dios?
2. Amigo, ¿por qué has venido?
3. ¿Qué me hace seguir adelante hoy?
El tema fue tratado desde diferentes ángulos, antropológico, teológico y eclesiológico. Tomando en cuenta los diferentes medios de comunicación que nos ofrece el mundo, ¿qué actitud debemos adoptar?, ¿cuáles son los criterios de discernimiento para el bien de la comunidad? La madre Béatrice y el padre Benoît compartieron con nosotros las conclusiones del capítulo general de la Orden Cisterciense sobre la estricta observancia en estas materias.
El pastor Pierre-Yves Brandt concluyó la reunión final con estas palabras: “El objetivo final de este programa de formación es transmitir el sentido y los valores de la vida monástica a la generación que estamos recibiendo”. Puedo decir que cuando regrese a mi comunidad sólo me quedará una pregunta: ¿cómo puedo transmitir las bases de la vida monástica a través de mi modo de vida y el ejercicio de mis responsabilidades? Como resaltó con fuerza el padre Nicolás, no hay una auténtica transmisión si el transmisor no ha hecho propio el mensaje. Es claro que no puedo transmitir un mensaje que no está en mí, que no he asimilado, comprendido y digerido, la transmisión es más una experiencia que una doctrina, una sabiduría más que un conocimiento.
“La gratitud es la memoria del corazón” (Jean Massieu).
Reconocemos profundamente el arduo trabajo de los organizadores de Ananías 2015. Que Dios los recompense el céntuplo.