vbn_01San Benito nació en Nursia, pequeña villa situada a un centenar de kilómetros al Nor-Este de Roma y encastrada en los contrafuertes de la cadena montañosa de los Apeninos. Su nombre Benito, Benedictus en latín, significa bendecido: es el bendecido por Dios y es también el que bendice a Dios y dice - bien en toda su vida. vbn_02Sus padres, cristianos de desahogada condición, le dan una primera formación humana e intelectual en la propia familia. Estudiante en Roma, descubre maravillado los esplendores de la Ciudad Eterna, de la civilización romana. Pero percibe también sus peligros. Es testigo de las grandezas y de las dificultades de la Iglesia. Es una época turbulenta: los jefes bárbaros se dividen Roma y la misma sede pontificia es también botín de partidos opuestos.

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Benito conoce sus propios límites y no presume de sus fuerzas: sabe que para “no anteponer nada al amor de Cristo” le es imprescindible retirarse a un lugar desierto. Será su modo absoluto de vivir para Dios solo.
Después de algunas peripecias acaba instalándose en una gruta de la montaña cerca de un lugar llamado Subiaco por existir allí un lago artificial.(1). Pasa algunos años en este lugar solitario. El único enterado de su presencia es un monje de las cercanías: es quien le da el hábito religioso y, en días fijos, le acerca un poco de pan. Solo consigo mismo, Benito vive un fuerte combate espiritual, seguro de la victoria de Cristo en sí mismo. Algunos pastores lo descubren y lo dan a conocer a los habitantes de los alrededores.

Los monjes de un monasterio cercano, Vicovaro, le ruegan que sea su abad. Benito cede ante su insistencia, pero por poco tiempo. En efecto, las exigencias de Benito hartan a los monjes que se rebelan y deciden envenenarlo. Con el signo de la cruz Benito desbarata su proyecto y abandonando a esos monjes rebeldes, vuelve a su amada soledad.
Su santidad le atrae discípulos que reúne en monasterios: doce monasterios con doce monjes cada uno con un abad a la cabeza. Un sacerdote vecino se enciende en envidia y, también él, decide envenenarlo. Como antes Benito sabe del veneno escondido en el pan y abandona Subiaco para dirigirse al Sur en busca de otro lugar retirado.
vbn_06 Llegado a Monte Casino, lugar elevado y estratégico de la Campania, situado en el cruce de las rutas romanas, Benito, al igual que San Martín en las Galias, destruye las estatuas de los ídolos y transforma los templos paganos en oratorios que dedica precisamente a San Martín y a San Juan Bautista. Después construye un monasterio, desbroza las tierras, organiza la comunidad fraterna, acoge a los pobres, numerosos en este período de guerras y hambrunas. vbn_07Vive totalmente entregado a Cristo a quien sirve en cada uno de los que encuentra. En el transcurso de una vida muy sencilla se suceden milagros; es su biógrafo San Gregorio el Grande (2) quien los narra. Estos milagros significan que Dios provee y que los cristianos no deben inquietarse desde el momento en que ponen su confianza en él. Benito transforma Monte Casino en un lugar de paz, de oración, de caridad fraterna y medita a cerca de esta vida común que, sin embargo, no se da por sí sola. Quiere hacerla armoniosa. Escribe y propone una regla de vida conforme al Evangelio, una regla para seguir a Cristo de más cerca, para preferirlo a todo, para arder en el buen fuego (¿celo?) del amor de Dios y del amor a los hermanos.
vbn_08Muere en ese lugar el 21 de Marzo del año 547.

Muy pronto la Regla de monjes se propaga, pese a la destrucción de Monte Casino a manos de los invasores Lombardos. Los monjes enjambran y se fundan monasterios en Italia y en otras regiones cercanas.

vbn_09En la Edad Media se multiplican las abadías. Muchas de ellas se secularizan para asegurarse la protección de los altos funcionarios del Reino franco. Hay muchas reglas monásticas. A fin de contrarrestar esta política, el emperador Luís, el Piadoso (uno de los hijos de Carlomagno) encarga a un monje de Aniano, Benito, la reforma de la vida monástica y de uniformarla proponiendo la adopción de la Regla benedictina en todos los monasterios del imperio.

vbn_10En el siglo X Guillermo de Aquitanaza funda la Abadía de Cluny, teniendo como cláusula principal no depender de las autoridades civiles, sino únicamente del Papa; es lo que se llamará la exención. La Abadía de Cluny prospera y envía grupos de monjes a establecerse por toda Europa ( hay 1050 a fines del siglo XI). Muchas comunidades monásticas se enriquecen, lo que mueve a algunos monjes, bajo la conducción de San Roberto de Molestes a establecerse en el Cister para vivir allí la Regla de San Benito con más austeridad. Los monjes cultivan la tierra, construyen, acogen a los más desposeídos, abren escuelas, participan de la vida intelectual: Construyen Europa. El Papa Pablo VI proclamará a San Benito Patrono de Europa.
En la Europa de la guerra de los Cien años, los monasterios no son excepción y atraviesan un largo período de pruebas. La Reforma protestante y luego la Revolución francesa hacen difícil la vida monástica, pero sin lograr extinguirla, Las leyes de laicización de varios países de Europa fomentarán una gran expansión del monaquismo fuera de Europa (Fundaciones en Australia por monjes españoles; en Estados Unidos por monjes Suizos; en Argentina por monjes vascos, etc.).

En el siglo XX el Papa Pío XI invita solemnemente a los monjes y monjas a fundar monasterios en la Iglesias jóvenes. Así la Regla de San Benito es vivida en los cinco continentes.

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(1)Subiaco, del latín sub lacum: bajo el lago.
(2) Gregorio el Grande, Diálogos 2 cf. Vida de San Benito, Ed. de Bellefontaine, La tradición Source de Vie, nº 3, 2008, en prensa.

Sor Verónica Dupont, osb

Saint Benoît, Une pensée par jour, éditions Médiaspaul, 2007, pp. 83 - 88